Todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Solo hay que ver el derrotero que han tomado las negociaciones del Brexit en las últimas dos semanas. Frente a los partidarios de un “soft” Brexit, es decir, de mantener vínculos parecidos a los de Noruega que, a cambio de acceder al mercado único, permite la libre circulación de personas y aporta fondos al presupuesto comunitario, parece que el nuevo gabinete británico se posiciona por establecer fuertes restricciones a la inmigración desde la UE, aunque eso suponga la pérdida de acceso al mercado único. En el fondo, lo paradójico es que en una economía tan abierta como la británica, defensora tradicional del libre comercio, se pueda tener como objetivo ser “totalmente independiente” del exterior, como declaró Theresa May la semana pasada.Lea también: La envidia y el miedo a brillar De momento, la sensación es que, a estas alturas, no parece que el gobierno británico tenga una estrategia clara de negociación, pues está afrontando un problema de gran complejidad técnica con eslóganes y señales para consumo interno, con una clara intencionalidad electoral. En este sentido, además de extremar la paciencia, la respuesta de Europa al órdago de las últimas semanas debería ser contundente, dejando claro que el acceso al mercado común no puede ser gratuito y que ningún país debería mejorar las relaciones con la UE una vez que se ha salido del club. El principal termómetro para medir cómo están los ánimos entre los inversores es la cotización de la libra. No olvidemos que, según un reciente estudio del BIS, en los mercados de divisas se mueven diariamente 5,1 billones de dólares, con la libra estando presente en el 13% de estas operaciones y Londres centralizando un 35% del total de la operativa. Pues bien, desde el referéndum de junio, la divisa británica ha perdido un 18% de su valor frente al dólar y el euro y cotiza cerca de mínimos históricos. Los mercados han dado una lección sobre soberanía.Es cierto que esta debilidad de la libra puede tener un impacto positivo sobre las exportaciones a corto plazo, lo que explicaría el buen comportamiento reciente de la bolsa británica, pero no es la mejor receta para la estabilidad monetaria, ni para atraer inversiones procedentes del exterior. De hecho, algún gran productor automovilístico japonés ya ha paralizado proyectos de inversión en el Reino Unido, mientras arrecian las críticas de los propios empresarios británicos a cómo se está llevando el tema.Pero, como los europeos no escarmentamos, a la vuelta de la esquina (4 de diciembre) se ha convocado la consulta para aprobar la reforma constitucional en Italia. O, lo que es lo mismo, inestabilidad asegurada en los mercados financieros del viejo continente en las próximas semanas. La salida de Italia de la zona euro tendría consecuencias más graves que la del Reino Unido de la Unión Europea.Lea también: Invertir en emergentes está siendo muy rentable