El asentamiento europeo en Norteamérica fue originalmente impulsado por un imperativo comercial. En 1606, los británicos establecieron la Virginia Company of London como una operación con ánimo de lucro, una versión temprana del capital riesgo. Los peregrinos del barco Mayflower fueron respaldados por financieros ingleses. El comercio desempeñó un papel decisivo en el rumbo de la historia estadounidense. Los primeros colonos lucharon, pero pronto se encontró un negocio lucrativo: el cultivo y exportación de tabaco en los estados del sur. Pero los primeros plantadores desarrollaron el gusto por los lujos, adquiriéndolos en deuda con los acreedores ingleses. Esto se transformó en una fuente de resentimiento hacia el poder colonial. Otro motivo de irritación fueron los esfuerzos británicos por obtener ingresos tras los gastos de la Guerra de los Siete Años (1756-63) que puso fin a los intentos franceses por controlar el continente. El resultado, tal vez inevitablemente, fue la guerra de independencia estadounidense. Según The Economist, la economía de las plantaciones se desarrolló en los estados del sur y el dominio político inicial de Virginia (que proporcionó a cuatro de los primeros cinco presidentes de Estados Unidos) aseguró la supervivencia continua de la esclavitud en el nuevo país independiente. Para 1860, los precios de las subastas sugerían que el valor colectivo de los esclavos estadounidenses era de 4000 mil millones de dólares en un momento en que el presupuesto anual del gobierno federal era de unos 70 millones. Eso explica por qué los dueños de esclavos del sur (muchos de los cuales habían tomado préstamos con sus esclavos como garantía) nunca abandonaron la práctica y por qué una solución financiera del problema estaba fuera de discusión. Le puede interesar: Maduro resiste a pesar de la presión La guerra civil resultante aceleró la industrialización de los estados del norte, que debieron su victoria a su mayor fortaleza económica. A finales del siglo XIX, las compañías estadounidenses pudieron explotar las economías de escala que provenían del comercio en un país muy amplio. Esto les permitió superar a sus rivales británicos y alemanes. Con el tiempo, el crecimiento de estos gigantes industriales o fideicomisos (como se conocían) llevó a otra disputa política, ya que el presidente republicano Theodore Roosevelt intentó desafiar el poder del monopolio. Fue bajo el mandato del primer Roosevelt que Estados Unidos se apartó de manera decisiva de un enfoque de laissez-faire, estableciendo la Ley de Alimentos y Medicamentos Puros y la Ley Federal de Inspección de Carnes para proteger a los consumidores. Un cambio mucho mayor ocurrió bajo la gobernanza de su pariente Franklin Roosevelt, quien persiguió una intervención política agresiva y estableció un sistema de bienestar en el transcurso de la Gran Depresión. El capitalismo estadounidense siempre ha tenido una fuerte contribución del Estado: los aranceles que protegían a la industria en el siglo XIX; los gastos militares que ayudaron a desarrollar la radio, los satélites e internet; subsidios agrícolas; las garantías federales para depósitos bancarios y préstamos hipotecarios; y así sucesivamente. Según Bhu Srinivasan, ha consistido en un equilibrio infinitamente calibrado entre subsidios estatales, programas sociales, contratos gubernamentales, regulación, libre albedrío, espíritu empresarial y mercados libres. La historia de 400 años del capitalismo estadounidense es más compleja de lo que parece. Le sugerimos: Las barreras de la felicidad