Sentado en mi oficina en casa frente al computador durante este periodo de aislamiento es imposible no pensar en los impactos que ha tenido el coronavirus en el mundo, en Colombia y hasta en mi propia vida y si bien llevo por lo menos un mes escribiendo y haciendo pódcasts del comportamiento de la economía, la política económica y los mercados al respecto, esta vez quiero salirme un poco de ese esquema y hacer una reflexión un poco más personal.
Con lo primero que me gustaría arrancar es que creo que, definitivamente, la crisis que ha traído el coronavirus tiene y tendrá un impacto muy profundo en cómo nos percibimos no solo como individuos, sino como sociedad. Pero es precisamente en estos cambios de percepciones donde se ponen a prueba los conceptos preconcebidos sobre nuestras vidas y como nos podemos adaptar a cambios bruscos sobre las circunstancias en las que nos movemos. Para no ir más lejos, un ejemplo muy claro es el teletrabajo, para todos aquellos que pudimos hacerlo, en mi caso estoy dictando mis clases a través de diferentes plataformas en videoconferencia y ha sido una experiencia genial, pero me ha forzado a replantear cómo enseño cada tema y hasta la misma interacción con mis alumnos.
Así sea difícil de creer, la gran oportunidad que trae esta crisis es su alcance, ya que afecta a todos los países en todos los niveles lo que obliga a que tal como tuve que hacer con mis clases, el mundo deba replantearse cómo hace las cosas en una escala transversal nunca antes vista. Esto hace que los gobiernos y bancos centrales replanteen sus políticas económicas, que las empresas y comercios redefinen sus cadenas de suministros y relación con sus empleados y que las personas adquieran nuevas habilidades de comunicación y conexión virtual por mencionar solo algunos ejemplos.
Es aquí donde llego al punto que quiero tratar y es el de Colombia y debo decir que me siento muy afortunado de estar en un país que se hace fuerte en las crisis, se hace más grande y sale fortalecido. Hemos pasado por conflictos internos, narcotráfico, terrorismo y todo eso nos ha dado una gran resiliencia, porque un colombiano se puede caer, pero nunca queda en el suelo. No sé si alguna vez ustedes en un viaje o viviendo en el extranjero se han encontrado con algún otro colombiano y sin conocerlo uno se siente unido a esa persona solo por hecho de venir del mismo lugar, pues lo que veo que pasa es que ahora eso se siente en cada uno de nuestros barrios. Uno de los efectos más increíbles que he visto en medio de todo este temor, es que nos hemos dado cuenta que todos estamos en el mismo barco y tenemos un objetivo común tan claro, como nunca había pasado antes, que ha unido al Gobierno, al Banco de la República, a los bancos comerciales, a las empresas privadas, al sector de la salud y a cada uno de nosotros a nivel personal. Además, en un país con una balanza comercial deficitaria (importamos más de lo que exportamos) y con fronteras cerradas, muchas compañías han tenidos que replantear sus procesos en función de esta restricción y también han buscado formas de ayudar utilizando su fuerza de producción. Por ejemplo, intentan hacer ventiladores con insumos locales o producir alcohol antiséptico en sus instalaciones, lo que creo que a la final llevará al sector manufacturero a fortalecerse.
Por supuesto es un camino largo y no la tenemos fácil, esto se va poner peor antes que mejorar seguramente, estar en aislamiento es una situación compleja y las personas que deben salir a trabajar lo hacen con temor. También hay empresas que no pueden mantener sus empleados o pagarles, o la imposibilidad de conseguir nuevos clientes, lo que es en parte mi caso, pero lo que me parece importante es ver este momento como una oportunidad para crecer como personas, como sociedad y como país y demostrarle al coronavirus, que no es una crisis sino una oportunidad.