El concepto original de estrategia en los negocios nos lleva a pensar normalmente en el mediano y largo plazo. Todo lo que pueda impactar el futuro y la sostenibilidad de un negocio puede considerarse estratégico. Si vamos a la definición más básica, desde la estrategia militar, es el arte de proyectar y dirigir las operaciones bélicas, una serie de acciones muy meditadas, encaminadas hacia un fin determinado. El pensamiento estratégico nos lleva entonces a buscar un plan para encaminar un asunto. Diríamos también que son acciones planeadas, monitorizadas y contundentes que ayudan en la toma de decisiones y obviamente a conseguir los mejores resultados. Hace unos años el plan estratégico era elaborado previendo algunos problemas e imponderables, pero de manera sistemática creciendo en ventas y en rentabilidad. Creo que hoy ya no aguanta un modelo estratégico a tantos años de proyección.
Quisiera entender más allá de los libros, conferencias, charlas motivacionales y bolas de cristal qué es realmente una estrategia. Hoy existen empresas que todavía proyectan sus ventas a 10 años y hacen planes a tres. Creo que en un ambiente de sobre dosis de información, absolutamente VUCA (volátil, incierto, complejo, ambiguo) y donde las experiencias valen más que los productos o servicios es imposible proyectar más allá de un año con alta precisión. Los líderes estratégicos hoy deben ser más influenciadores que antes. No basta con ser un duro en un tema, no basta con parecer sino también hay que ser. Pensar en las motivaciones de los demás, en cada interés individual que pueda mover el aporte único de cada miembro del equipo puede ser vital. También saber cómo complementar las necesidades. No se trata de obligar a que alguien nos compre la idea sino aprender a negociar. Los estrategas entonces no piensan exclusivamente en los resultados de corto plazo. No se amarran a lo que las multinacionales llamas quick wins que son importantes pero no pueden ser los que manejen la Organización.
Hablé con una señora de un gran corazón que me dijo que había intentado hacer emprendimiento por 9 ocasiones fallidas. Sin embargo, no tenía muy claro cuál había sido el error que se cometió de manera recurrente. Solo sentía que otros le robaban la idea: ¿hasta dónde la responsabilidad era propia y hasta dónde ajena? Parecía también que sus objetivos estaban puestos en ganar plata en un muy corto tiempo de ejecución y eso es poco probable sin llevarse algo o a alguien en el camino. De otro lado conocí a una emprendedora que tuvo dos años de ajuste en su negocio. La sufrió y no se dio por vencida. Su perseverancia y resiliencia la llevaron a que después de este tiempo la conocieran otros grandes negocios y hoy tiene un emprendimiento que quiere exportar. Tenía su visión en el largo plazo. Y qué tal en la vida personal: la cada vez más escasa tolerancia al fracaso hace que la gente no quiera quedarse en el mismo puesto mucho tiempo en una organización. Recuerdo a un colega de una multinacional farma que al mes de estar expatriado quería entender cuál era su próximo paso. Este tipo de presiones personales hacen que la ejecución de objetivos estratégicos pueda llevarse por delante más gente.
El corto plazo resulta siendo cómodo. Es un poco el vivir al día de manera rápida sin pensar en un par de años. Eso está matando al planeta, a la colectividad y hasta al sentido social. Un liderazgo responsable y con algo de valor por el resto del universo no piensa solo en el corto plazo, piensa en el ahora pero también en el impacto de las acciones hoy en el futuro. Para llegar a la verdad se necesita trabajar largo tiempo y mucho (Vincent Van Gogh).