El ataque, por parte de los rebeldes hutíes, en contra de instalaciones de la empresa estatal saudi Aramco hace que el mundo recuerde la fragilidad natural de los precios del petróleo, y el tremendo pulso geopolítico que se desarrolla en esta región. De hecho, tras los sucesos del domingo, Arabia Saudita informó que su producción petrolera se redujo un 50 %, lo cual afecta la reciente oferta pública de acciones (IPO) de Aramco en el mercado de valores. En este escenario, no sorprende la orden de Trump de usar la reserva estratégica de combustible de EE.UU. con el fin de reducir el impacto que el recorte en la producción saudí tendrá en los mercados. Como lo hemos contado en columnas anteriores, este país dispone de la capacidad instalada que le permitirá convertirse en un exportador neto de petróleo. Otra de las medidas para solventar la presente coyuntura es acelerar la aprobación de licencias de diferentes oleoductos en Texas y otros estados.
El efecto que sí tiene este hecho es para la cabeza del Estado saudí, Mohammad bin Salmán, quien quiere sacar adelante el plan Vision 2030, con el que pretende diversificar la economía de su país. Para hacerlo realidad deberá encontrar una solución al conflicto de su vecino yemení, y de paso, al de su némesis histórico, Irán. El juego de ‘mostrarse los dientes’ Más allá de la respuesta de Arabia Saudita al ataque de los rebeldes hutíes, este escenario nos devuelve a la larga confrontación entre este país e Irán, con quien sostiene guerras ‘proxys’ en la región desde la década de 1980. En efecto, tanto Irán como Arabia Saudita se han ‘mostrado los dientes’ con el fin de aumentar los precios del combustible a su gusto, más aún cuando este se encuentra en una marcada caída.
Sin embargo, esto no implica una guerra entre ambos países, ni entre EE.UU. e Irán, si se demuestra que este apoyó el ataque. ¿Por qué? En realidad una confrontación abierta resultaría muy costosa para Trump en vísperas de elecciones. Por otro lado, se convierte en un reto para su ejército teniendo en cuenta la geografía iraní, y el hecho de que una intervención militar llamaría la atención de China y Rusia, con quienes Irán sostiene relaciones diplomáticas. Por otro lado, para Irán significaría poner en riesgo su gobierno actual, lo que podría conducir a un cambio de régimen político, que hoy está custodiado por la Guardia Republicana, la cual es en sí misma un actor independiente en este país, un Estado dentro de otro Estado, que ya ha mostrado su capacidad militar en el estrecho de Ormuz. Una táctica no tan efectiva Sí, sin duda el ataque del domingo aumenta los precios del petróleo. Es más, para la noche de ese día el precio del barril Brent se fortaleció 11 dólares, una subida intradiaria que no se veía desde 1988.
Sin embargo, como lo contamos en nuestra columna anterior, al estar la Unión Europea en una recesión, según lo señala el índice PMI -que mide al sector manufacturero-, este continente no tendría incentivos para aumentar su demanda de petróleo, y por el contrario sí se vería afectado al tener que lidiar con una súbita alza de precio en menos de una semana. En este escenario, la demanda y las economías europeas se verían deterioradas por esta alza en el valor del combustible. El libreto aprendido de estos países petroleros, en el que un hecho coyuntural les permite jugar con los precios estaría llegando a su fin. Lo que veremos es un cambio en el ajedrez geopolítico del petróleo, en el que a pesar de estos hechos, los productores estarán condenados a perder relevancia.