El concepto de cadena de valor global se interpuso desde hace décadas en el pensamiento de la gestión empresarial como una herramienta de análisis, útil en la planeación estratégica de las organizaciones. No obstante, creció de una manera acelerada durante la década de los noventa gracias a la integración gradual y progresiva de los países en desarrollo en la economía mundial. Bajo un contexto de impactantes avances tecnológicos, en diversos ámbitos, y una reducción de barreras comerciales, las cadenas de valor ganaron reconocimiento a nivel mundial. Crecieron con una tendencia destacable hasta la crisis de 2008, período en en el cual las exportaciones de los países en desarrollo crecieron alrededor de un 11% anual, según cifras de Naciones Unidas. Lea también: Gasto público durante la pandemia en Colombia asciende a $34,6 billones A partir de la crisis financiera de hace 12 años, el crecimiento de estas cadenas mundiales de valor se estancó, aunque no decreció. Al contrario, ha venido creciendo a paso lento, como consecuencia de las lecciones aprendidas de 2008. Así, se experimentó una concentración de estas cadenas en sectores estratégicos como la electrónica, el transporte y algunos servicios avanzados en países desarrollados; pese a ello, los países en desarrollo, nos quedamos en el eje empresarial basado en el apalancamiento de productos básicos y primarios de bajo valor agregado. Han sido varias las crisis históricas que han mostrado las vulnerabilidades de estas cadenas de valor, pero sin duda alguna, también han sido parte de la respuesta para salir de dichas dificultades. Ahora, bajo un panorama de tecnología mucho más avanzada y una globalización más diversificada, la covid-19 pone sobre la mesa la importancia de la inserción en las cadenas mundiales de valor para las empresas, y la cuestión de si es posible alcanzar la recuperación a través de estas. Un estudio reciente del Banco Mundial, titulado El comercio al servicio del desarrollo en la era de las cadenas de valor mundiales, afirma que estas pueden seguir impulsando el crecimiento, creando mejores empleos y reduciendo la pobreza, siempre y cuando los países en vía de desarrollo trabajen más en las reformas y los países industrializados adopten políticas más abiertas. Al respecto, y teniendo en cuenta que las interacciones entre empresas suelen generar relaciones más duraderas, se sabe que las cadenas mundiales de valor están fundamentalmente impulsadas por factores económicos, pero en épocas recientes las políticas se han vuelto importantes para impulsar su crecimiento y mejorar la participación e incrementar los beneficios. En la medida en que la hiperespecialización ha mejorado la eficiencia y que las relaciones entre empresas promueven la tecnología, así como el acceso a capital e insumos, se ha demostrado que las empresas de países en desarrollo, que participan en las cadenas mundiales de valor, son más productivas. Se estima que el aumento de un 1% en esta participación equivale a más de un 1% en el crecimiento de un ingreso per cápita. El mayor incremento en estos niveles de ingreso se registra cuando los países dejan de exportar productos básicos y comienzan a exportar productos manufacturados. Infortunadamente, también se demostró que los beneficios atribuidos a una mayor participación en las cadenas mundiales no se distribuyen equitativamente ni entre los distintos países, ni mucho menos dentro de ellos. Lo que sucede usualmente es que la tercerización aumenta los márgenes comerciales y las ganancias de las empresas, pero la reducción de costos no se traslada a los clientes ni a los trabajadores. Incluso, aumenta la brecha de género. Se ha demostrado que, si bien las cadenas mundiales de valor les ofrecen empleo a más mujeres, estas sufren importantes limitaciones y suelen concentrarse en segmentos de menor valor agregado, lo que dificulta que ocupen cargos directivos. Algunos expertos han mencionado que la combinación de los roces de política comercial entre EE. UU. y China, además de la pandemia, son la excusa perfecta para provocar un replanteamiento de las cadenas mundiales de valor. Por ejemplo, la dependencia en exceso con China para bastantes suministros fue un viacrucis de choque para miles de compañías en todo el mundo y la razón de quiebre de otras cuantas. Pero, pese a lo que muchos pueden prever como solución, las medidas proteccionistas no tienen lugar. Ante una dinámica tan competitiva, encontrar el equilibrio de nuestra cadena de valor es fundamental bajo un componente integral, entre lo nacional y lo internacional. Asimismo, la generación de valor demanda que sea equitativa, que beneficie a todas las partes involucradas dentro de la cadena. Como lección aprendida, especialmente de esta crisis pandémica, es importante que las empresas comprendan la relación que tienen con el resto de la cadena y cómo los resultados tienen consecuencias para la misma. Lea también: Día sin IVA noviembre: estas son las recomendaciones para aprovechar las ofertas La reestructuración de las cadenas de valor tendrá una búsqueda de equilibrio entre las localizaciones que mejoren los costos asociados y los riesgos que vienen adheridos a esta dependencia externa. De hecho, la acotación de las cadenas de producción es uno de los hechos que se espera, en la medida que los procesos de fabricación se desarrollen en un ámbito geográfico más reducido y cercano al mercado. Una vez más, es importante resaltar que la liberalización del comercio ayuda a las empresas a ampliar sus mercados objetivos y/o acceder a más insumos necesarios para su producción. Ante la contracción que ha tenido el comercio por la baja demanda, pero con una imponente competencia, explorar con responsabilidad la inserción dentro de las cadenas mundiales de valor hace parte de la búsqueda de la recuperación. Son retos inmensos para el desarrollo empresarial colombiano, que lo ha logrado en algunas cadenas, pero que no crece de manera destacada por no lograr este proceso de inserción.