Colombia necesita crecer a 3,8% anual y de forma consistente para disminuir el desempleo y reanimar la agónica contratación empresarial, comenta Luis Fernando Mejía, de Fedesarrollo. Siendo un país de ingresos vulnerables, crece, pero no lo que necesita. Sin embargo, 3,3%, es muy bueno en medio del adverso entorno externo en que el comercio se fue al piso y la economía mundial apenas crece 2,6%, agrega. Sin embargo, el crecimiento potencial estimado en apenas 3% supone una perspectiva muy poco alentadora para el empleo juvenil y las tensiones sociales hoy y a futuro. Pero no es lo único. La demanda interna creció en 2019 4,6% y explica por qué nos fue bien en crecimiento. Auspiciado además por una cantera de consumo que creció a más del 11% real (casi 3,3 veces lo que crece la economía y 2,4 veces lo que crece la demanda interna), añade Juan José Echavarría, gerente del Banco de la República, quien con sarcasmo apunta a que después de una devaluación de casi 90% las exportaciones no despegan. Mejía, de Fedesarrollo, agrega que el panorama exportador se enfrenta a un desolador crecimiento de apenas 1,8% para los socios de nuestras exportaciones no tradicionales y Echavarría advierte que con las subidas de salario mínimo se aumenta el sesgo anti exportador.
Miremos qué dice la big data. Sin petróleo, carbón, café, banano, flores y oro, las exportaciones en 2019 sumaron US$13.677 millones. Esto es 15,85% menos que a finales de 2013. Esto no se explica por una actividad o grupo de productos, la caída es generalizada. Apenas se salvan una treintena de grupos industriales clasificados de casi 495 de ellos. El desastre es total. Ya por zona geográfica del país, apenas se salva Atlántico, mientras resultan positivos los datos del Eje Cafetero, Nariño, Chocó y la región oriental, excepto Santander. Una cosa es que el comercio mundial no crece como antes de 2008 y que la economía mundial se ralentiza y otra es que Colombia cae duro y la forma como lo hace. A su vez, y también a pesar de la gran devaluación, las importaciones caen a una tasa apenas ligeramente mayor a las exportaciones y se mantienen siendo en dólares 3,3 veces las del valor exportado. Bogotá y Antioquia, que pesan 48% y 15% de las importaciones no tradicionales del país, resultan ser las geografías menos sensibles al ajuste externo y la tasa de cambio, por ende, contribuyen muy por debajo de lo que pesan a una mayor caída de las importaciones. Por lo tanto, después de un cambio de una magnitud dramática en la tasa de cambio, el déficit comercial de productos no tradicionales apenas corrige 16% en 6 años y el año pasado fue de US$30.000 millones, siendo Bogotá 64% del mismo.
Pero el diagnóstico empeora. Las exportaciones de bienes de consumo de productos no tradicionales disminuyeron 18% en estos 6 años, las importaciones de los mismos bienes apenas cayeron 12% porque en Bogotá (que representa 52%) apenas disminuyeron 1% y, por ende, el déficit comercial terminó el año pasado en casi US$7.500 millones del cual la capital representa 78%. Entonces volvamos al principio. Colombia necesita crecer a 3,8% para disminuir el desempleo y reanimar la agónica contratación empresarial, pero con un sector externo que resta 1,5 de crecimiento (y se explica mayoritariamente por Bogotá), se sustenta un crecimiento potencial muy bajo y la perspectiva es muy poco alentadora para el empleo juvenil y las tensiones sociales a futuro. Finalmente, entre 2013 y 2019 el desempleo de áreas urbanas del país pasó de 9,7% a 10,5% mientras en Bogotá pasó de 9,1% a 10,9%. En estos 6 años el número de ocupados en industria manufacturera en la capital pasó de 653.000 a 584.000. El empleo no está peor gracias a gobierno, construcción, inmobiliarias e intermediación financiera.
Bogotá necesita una visión de desarrollo productivo que muy poco interesó a Peñalosa y a Petro…!!!.