El inicio del año 2021 trae grandes entusiasmos en general, pero recibe a nuestra querida Bogotá con números muy preocupantes de avance de la covid-19. Más de 480.000 casos registrados, de los cuales 436.000 se han recuperado y 10.000 han terminado en el lamentable fallecimiento del paciente. Para todas las familias de las personas fallecidas en esta crisis, la voz de aliento y la solidaridad de toda la sociedad, que debe sentir su pérdida como propia en esta coyuntura sanitaria que, además de dolorosa, termina siendo aleccionadora para todos. Lo anterior supone que Bogotá tiene el 29% de los casos de contagio en el país y, del total de los casos en la capital, el 52% se ha dado en mujeres, mientras que el 61% se presenta en pacientes entre los 20 años y los 49 años de edad. Según el observatorio de salud de Bogotá, el 98,5% de los casos se encuentra en tratamiento en casa; el 1,2%, en hospitalización general, y el 0,3%, en Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) que hoy cuentan con una ocupación que se acerca al 78%. Lea también: Solidaridad, resiliencia y humildad para 2021 Toda esta realidad, preocupante por supuesto, responde a múltiples factores que han abordado todo tipo de analistas, como: la indisciplina social y la falta de autocuidado en la últimas semanas que -como se preveía- generaron un aumento considerable en los contagios; la escasa, compleja y sobre todo costosa capacidad de acceso a los distintos modos de diagnóstico de los contagios a través de pruebas (PCR, antígenos y/o anticuerpos); las limitaciones a la mayor comprensión, acceso y uso de pruebas rápidas para una parte importante de la población; las dificultades en la comunicación y en la claridad y oportunidad de los mensajes distritales y locales, que se presta para confusiones de la ciudadanía y una sensación de improvisación; la necesidad de un sistema integrado de información, control y gestión para la mejor planeación y toma decisiones en defensa de la salud y de los ingresos de la población, entre muchos otros factores. En este sentido, vale la pena reconocer, hoy más que nunca, los grandes esfuerzos del Gobierno nacional y del sector privado que le han permitido a Bogotá pasar rápidamente de tener 950 UCI a más 1.500 en los últimos meses. Por eso, a pesar de las estadísticas desalentadoras, las unidades de cuidado intensivo, su adecuada dotación, la financiación de pruebas y los elementos de protección para el personal de la salud siguen salvando vidas. Le puede interesar: 50 años de Colciencias + 1 año de Minciencias Un buen ejemplo de ello es precisamente la alianza #EmpresasQueSalvanVidas, liderada por ProBogotá Región en alianza con la Cámara de Comercio de Bogotá, Camacol Bogotá Cundinamarca, el Foro de Presidentes, AmCham Colombia, la Andi y Asobancaria. Esta iniciativa ha logrado la entrega de los equipos necesarios y la adecuación de 149 nuevas UCI donadas para la Región Capital con aportes cercanos a los 25.000 millones de pesos, por el sector privado: distintas organizaciones, empresarios, ciudadanos anónimos y asociaciones de empleados. Lo hicieron, no solo pensando en la atención de la crisis sanitaria ocasionada por la covid-19, sino en una capacidad instalada de largo plazo y del más alto nivel técnico y tecnológico para la capital de la República. Estas unidades benefician a toda la red pública y privada de la ciudad en el Hospital Universitario Mayor – Méderi, la Fundación Santa Fé de Bogotá, la Clínica Shaio, el Hospital Universitario de la Samaritana, el Hospital Universitario San Ignacio, la Clínica Roma-Colsubsidio y la Fundación Cardioinfantil, lo que logra cubrir a usuarios de todas las EPS del régimen contributivo y del subsidiado. Lea también: Responsabilidad: más que una bonita intención retórica Vale la pena mencionar también que, bajo un estricto seguimiento técnico, económico y científico, se ha logrado la adquisición y disposición de ventiladores mecánicos, monitores de signos vitales, centrales de monitoreo, camas eléctricas y desfibriladores, equipos adquiridos -directamente con las fábricas que los producen- para el mayor logro de escalas y eficiencias en dicha operación. Adicionalmente, fueron dispuestos, en el marco de esta alianza, elementos de protección personal para el cuerpo médico y de enfermería de la ciudad para 13 hospitales (nueve públicos) y se financiaron más de 35.000 pruebas de diagnóstico PCR, procesadas por las universidades de los Andes y del Rosario. Las empresas, agremiaciones y asociaciones del sector privado, en una ineludible alianza con la academia, el Estado y la sociedad civil, siguen “salvando vidas”, no solo protegiendo el empleo con heroísmo y estoicismo; no solo procurando todos los días los mejores estándares de salud al tiempo con un compromiso entusiasta con la reactivación; no solo acompañando de manera abierta, propositiva y decidida al Gobierno haciendo suyo el gran “Compromiso por Colombia” para avanzar en la reactivación y en la recuepración de nuestra economía. Sobre todo, lo hacen dando un testimonio contundente y solidario de esperanza, alivando las necesidades urgentes de nuestro sistema de salud, que todos los días sigue salvando vidas. Esa esperanza tan contundentemente definida por el gran Vaclav Havel y que todos los días nos da lecciones de sabiduría y auténtica ciudadanía dice: “Esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”.