Pareciera que existía una resignación autoinflingida que no reconocía al Estado como prestador del acceso a bienes y servicios esenciales para el desarrollo social. Esto acompañado con el discurso del emprendedurismo, en el que cada individuo es responsable por su propio futuro. Por fortuna, personas y organizaciones se convirtieron en la memoria que no permitió olvidar la importancia de la construcción colectiva, transmitiendo esos conocimientos que se materializaron en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane) de 2011, posteriormente en la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles de la Educación Superior (Acrees) en 2015, que está desembocando en las masivas expresiones de inconformidad, en Colombia, y también en la región.
Es cierto que la juventud tiene expectativas crecientes de mejoramiento del bienestar. El acceso a información casi de manera inmediata y gratuita está transformando también los métodos de aprendizaje y obliga a asumir nuevas pedagogías capaces de relacionar de manera efectiva la teoría con la práctica y su contexto. Esto ha sido aprovechado convenientemente por quienes convirtieron en un negocio el fortalecimiento del egoísmo, hasta el convencimiento de muchos de no buscar trabajo sino ser tu propio jefe, así sea un jefe quebrado. En el fondo, es una estrategia de ocultamiento de la decisión de reducir el papel de la intervención del Estado en la economía y en la sociedad, en favor de iniciativas particulares y negocios individuales que muestran a los megarricos del mundo como el ejemplo de que ‘si lo sueñas lo creas’. El problema con lo anterior no es que en realidad existan personas con más capacidad de emprendimiento que otras, como un rasgo psicológico y que, incluso, es posible mejorar estas habilidades. Pero a nivel macro, los triunfos de hombres y mujeres de éxito siempre, siempre han estado ligados a un entorno institucional, de infraestructura, educación, saneamiento y financiamiento favorables al progreso.
Los reclamos sociales no son una manifestación de querer todo regalado. Son una exigencia del fortalecimiento de esa ineludible armonía de coordinación entre el Estado y el mercado. Esa danza en la que se beneficia mutuamente la sociedad, cuando el gobierno pone al acceso de toda la población los pasos básicos que se requieren para el fortalecimiento empresarial y laboral, con los que se generan las ganancias que sirven para diseñar y lograr el bienestar social. Esto no aparece espontáneamente, se crea con decisión política. La desconexión de las élites políticas y económicas del país con lo anterior es el reflejo también de una decisión política: pero no la del desarrollo, sino la del saqueo, la especulación y el traslado de riqueza nacional hacia el exterior. La juventud colombiana es -en mi opinión- la protagonista de 2019, porque está demostrando su capacidad de interpretar la realidad y rechazar la cultura de desigualdad, discriminación, exclusión y machismo. Lo que saldrá de esto es positivo. Una sociedad más justa, más próspera, con más calidad de vida.