En el nuevo capítulo económico en que nos encontramos figura un Estado que jugará un papel cada vez mayor en la economía global. Su inauguración comenzó con una serie de actos que demuestran profundo egoísmo e hipocresía. La enorme competencia desatada ante la escasez global de equipos de protección personal para médicos, como guantes, tapabocas, respiradores N95 y ventiladores es la primera muestra de ello. No solamente ha provocado que países abiertamente roben o renegocien contratos para suplir estos productos, sino también que adelanten políticas para garantizar que ante eventos futuros sus países puedan contar con estos elementos estratégicos.
EEUU, adalid del libre comercio internacional, está impulsando el de nacionalismo económico desde que Donald Trump es presidente y con su eslogan Primero América busca darle un espaldarazo a la producción nacional. La crisis del COVID 19 ha dado una excusa para frenar las exportaciones de estos elementos y promover la producción doméstica. Ahora también Canadá, el Reino Unido, Francia, España y Alemania se han dado cuenta de las vulnerabilidades que acarrea tener una cadena de valor global para productos esenciales. Es probable que estos países también tomen medidas que busquen apoyar la generación de industrias nacionales para el mismo fin. Además, como resultado de la crisis tanto los gobiernos como el sector privado han anunciado mayores inversiones tanto en innovaciones en salud y la categorización de ciertos productos médicos como insumos de interés nacional. Colombia no se queda atrás, la semana pasada la Vicepresidenta Martha Lucía Ramírez lanzó un programa para identificar empresas que logren producir los equipos de protección personal. Del mismo modo, hace ya unos días, el gobierno ha buscado prevenir la exportación de productos médicos que puedan contribuir a la lucha contra el virus. Claro está, la crisis ha obligado a todos los países a tomar medidas extraordinarias, pero ¿qué sucederá una vez sea superada? El fenómeno del nacionalismo económico que estamos por ver será aprovechado y presenta un bocado muy provocador para grupos nacionalistas, populistas, detractores de globalización, y quienes por razones xenofóbicas se oponen a los flujos migratorios. Los argumentos que buscan cerrar fronteras, fortalecer los mercados internos a punta de subsidios y que querrán evitar la libre competencia tendrán un nuevo recibimiento en el debate público. También la selección de “industrias estratégicas” será ampliamente debatida, pues hoy por hoy los insumos médicos son clave, pero qué pasará con cuando arranque la discusión sobre otros productos que también son vitales como los alimentos, el combustible, el acero y el cemento. ¿Deberemos tener industrias nacionales que logren abastecer completamente el mercado en esto? Sin lugar a dudas sería una afrenta al consumidor y al libre comercio que ha permitido un crecimiento sin precedentes a nivel global.
No debemos caer en la trampa de impedir que estos debates o argumentos se den, o llamar ‘ridículos‘ a quienes los fomentan. Debemos impulsar la competitividad de la economía nacional en esos aspectos estratégicos para no solo abastecer el mercado nacional, sino también competir a nivel mundial. Hay que aprovechar que los países están buscando diversificar algunas cadenas de valor, fuertemente dependientes de China y tratar que algunas de ellas sean trasladadas a Colombia. No podemos esperar que una vez esto se acabe todo vuelva a su normalidad. La normalidad que conocimos no regresará. Es indudable que el gobierno tendrá un mayor papel a jugar en la economía de ahora en adelante, no solamente en Colombia, sino también en el resto del mundo. Tenemos que enfrentar esta nueva realidad, pero al mismo tiempo ahuyentar la provocación del nacionalismo económico. Esto estará en juego durante los próximos 18 meses, pero crucialmente en las elecciones presidenciales de 2022.