Colombia está en mora de reformar profundamente su sistema pensional. Las propuestas de reforma de Anif, Asofondos, la Bolsa de Valores y otras entidades dan por sentado que seguirán existiendo las AFP, que son un segmento muy importante del sector financiero y una fuente clave de recursos para el mercado de capitales. Todas las propuestas coinciden también en que debe desaparecer la opción que tienen actualmente los trabajadores de escoger entre las AFP y el régimen de prima media de Colpensiones. Todas tienen implícito que los trabajadores no tendrán mayores opciones, pues estarán obligados a ahorrar en cuentas individuales. Para decidir si este consenso tiene sentido, hay que preguntarse si se justifica limitar la libertad individual de los trabajadores obligándolos a ahorrar para sus pensiones. Hay argumentos a favor y en contra. El principal argumento a favor es paternalista y coercitivo: es necesario obligar a los trabajadores a ahorrar en cuentas individuales, ya que de otra forma muchos de ellos no ahorrarían suficiente para tener estabilidad económica en la vejez. De paso, los ahorros obligatorios ayudarán a profundizar el sistema financiero, lo que es conveniente para la inversión, la productividad y el crecimiento económico, de lo cual depende en última instancia el bienestar de los trabajadores. Los argumentos en contra son de naturaleza liberal. Los trabajadores son responsables de muchos otros aspectos de sus vidas que dependen de sus decisiones de ahorro de largo plazo: adquirir una vivienda, establecer un negocio y educar a sus hijos en colegios y universidades privadas, por ejemplo. ¿Se justificaría entonces obligarlos a ahorrar en fondos de vivienda, de desarrollo empresarial o de educación? Claramente no, pues dependiendo de sus circunstancias y objetivos personales, algunos querrán adquirir vivienda y otros no, algunos buscarán ser empresarios y otros no, y algunos preferirán la educación pública sobre la privada. Lea también: Trabajadores han retirado $5,5 billones de cesantías a octubre De hecho, a pesar de que todos los trabajadores están, en principio, obligados a cotizar al sistema pensional, muchos prefieren no hacerlo, así eso les implique quedar al margen de la economía formal e incluso de la ley. La razón puede ser que sus ingresos apenas les alcanzan para cubrir sus necesidades de consumo, que tienen otras obligaciones de ahorro que han adquirido voluntariamente (como pagar la hipoteca de sus viviendas) o que no encuentran atractivos los rendimientos que obtendrían de cotizar al sistema de pensiones. Por ejemplo, para quien tiene pocas posibilidades de conseguir el mínimo de semanas de cotización no es atractivo cotizar en Colpensiones, donde los aportes no rinden interés, y posiblemente tampoco en las AFP, donde de entrada le descuentan por comisiones y seguros 4,5 de los 16 puntos de cotización, y no le garantizan qué rendimiento tendrán los 11,5 puntos restantes. Aunque reconozco que hay argumentos de un lado y otro, yo me inclino por los que son de naturaleza liberal. También me inclino porque haya más competencia y menos protección regulatoria de las AFP, que tienen un negocio garantizado como resultado de que se obliga a los trabajadores a cotizar para sus pensiones. Violar la libertad individual de los trabajadores difícilmente es justificable cuando el sistema no logra darles protección a quienes más la necesitan, que no son los empleados que gozan de estabilidad, sino la gran masa de trabajadores por cuenta propia o en empleos inestables. Le puede interesar: Transición a la cédula digital: cerrando la brecha digital en Colombia Por eso, en vez del paternalismo coercitivo, que en últimas solo protege a los empleados estables y al negocio de las AFP, sería preferible un sistema de tres pilares, de la siguiente forma. Primero, un pilar básico no contributivo que les garantizaría un ingreso básico a todas las personas mayores de 65 años, hombres y mujeres, así no hayan sido empleados estables o hayan estado por fuera de la fuerza laboral, y el cual se financiaría con recursos del Presupuesto de la Nación. Segundo, un pilar voluntario, operado por las AFP, las cuales les ofrecerían diversos programas de pensiones a las empresas que quieran inscribirse, en consulta con sus trabajadores. Y tercero, un pilar individual, también voluntario, al que se afiliarían los trabajadores que quieran cubrirse mejor de los riesgos de la vejez (como pueden hacerlo cuando adquieren pólizas de seguros de vida o de incendio para protegerse contra este tipo de riesgos). En vez del paternalismo coercitivo que implican las propuestas de diversas entidades, habría un “paternalismo libertario” (como dicen los economistas del comportamiento), en el que el Estado les daría “empujoncitos” a las AFP para que diversifiquen sus planes de pensiones y compitan entre sí, y a las empresas y sus trabajadores para que adquieran los programas previsionales que más les convengan. Este régimen no es ninguna quimera. Existe en Holanda y se considera uno de los mejores del mundo.