Creo que es sensato reflexionar sobre las promociones o “rebajas” que a diario nos ofrecen todos aquellos que desean vendernos cualquier cosa. Es muy probable que durante el fin de semana en que estén leyendo esta columna, y a pocos días de Navidad, les empiecen a llegar ofertas de todo tipo. En estos días serán comunes los “madrugones”, los “trasnochones” y las redes sociales –movidas por complejos algoritmos de inteligencia artificial–, que nos inundarán de avisos de “solo por hoy” lleve eso que no necesita, pero que de manera definitiva lo emociona y claramente lo “mueve”. Lea también: Colombia invertirá $25.000 millones en renovación de cafetales Tristemente, para algunos, y afortunadamente, para otros, el algoritmo que maneja ese computador o ese celular que usted tiene al frente y en el cual probablemente esté leyendo estas líneas tiene claro qué le gusta y lo que está dispuesto a comprar si se lo ofrecen a un aparente “buen” precio. Solo haga el ejercicio: busque cualquier cosa, lo que sea; a partir de esa búsqueda, durante muchas semanas, el sistema de navegación de su ordenador se encargará de hacerle llegar las más inverosímiles “ofertas” de aquello que buscó. La presión de esas “ofertas” será tan intensa que el más prudente y austero, el más fuerte y recio comprador, algo, así sea poco, terminará comprando. Esa es la lógica del mercado moderno, pero en especial de la publicidad digital; ellos buscan que usted haga lo que en condiciones normales no haría. ¡Ellos buscan que usted sienta que ganó, aun cuando no lo haya hecho! Hace muchos años, esa presión la ejercía un vendedor de carne y hueso que, con una aspiradora al hombro, se tomaba el trabajo de golpear a su puerta y ofrecerle una limpieza “gratis” de su hogar, a cambio de que usted evaluara el “buen precio” y los magníficos planes de financiación para comprar ese producto que hasta ese momento usted no había ni siquiera contemplado comprar. Hoy, esa aspiradora se maneja sola, cariñosamente la llamamos “robotina” y probablemente la compramos a las 2:00 de la mañana en un “ofertazo” que nos conseguimos como premio por habernos trasnochado esperando ese bajo precio que nos habían anunciado semanas atrás. En la inmensa mayoría de los casos –por no decir que en todos los eventos–, el que formula una oferta no lo hace con la idea de regalar dinero o dejar de ganarlo. Ese comerciante le ofrece ese precio porque sabe que en ese nivel no perderá y que fruto del volumen o de la rotación de los inventarios, probablemente ganará mucho más de lo que obtendría si le pagan el precio “normal” del producto que usted le está comprando. Mi sabia abuelita diría: ¡Nadie compra pan, para vender pan! El buen comprador no es aquel que consigue las cosas más baratas. El buen comprador es ese que solo compra lo que realmente necesita o desea, pero que tiene la paciencia para tomarse el trabajo de buscar, de comparar y de esperar a que llegue ese precio en el cual el comerciante está dispuesto a venderle lo que usted necesita. Lea también: Mi Megáfono obtiene U$150.000 en inversión del grupo Medcom Los que hacen compras periódicas o recurrentes de un bien o de un servicio saben que, en algunos sitios, lo que regularmente compran es más barato o tienen claro cuál es ese día en el que el almacén en que lo compra tiene ofertas. El comprador inteligente es el que se programa para tener las reservas necesarias para esperar a ese día y comprar las cantidades que le alcanzarán para llegar a la siguiente “oferta”. Es decir, no es un tema de ofertas, se trata de un tema de programación, investigación y mucha paciencia. Las cosas valen lo que valen, solo que existen personas que están dispuestas a comprarlas más costosas, muchas veces sin saberlo. Guarde esto en su mente: las rebajas no existen; usted solo gana cuando tiene el tiempo de convertirse en un comprador inteligente.