Tal vez no te acuerdes de cómo quedó el presupuesto de ventas de tu compañía en 2016 o de cuánto te ganabas en ese momento. Es normal que ocurra, porque estamos acostumbrados a una vida tan rápida que no alcanzamos a celebrar un éxito cuando ya estamos pensando en el siguiente. ¿Qué nos dejó 2020 como sociedad? Cada uno puede tener una respuesta, por supuesto, pero es un buen momento para reflexionar porque solo a través de la propia reflexión y de la autogestión es que verdaderamente crecemos como miembros de un universo dinámico. Este año no solo dejó una pandemia que no ha terminado de solucionarse. Nos dejó la evidencia de lo frágiles que somos, de lo vulnerables que estamos antes los procesos de la naturaleza y de cómo somos parte, al final, de una misma humanidad. Todo el mundo tuvo que resguardarse del virus, tuvo que lavar platos, cuidar niños y hacer labores que nunca había hecho porque el virus no respetó salario. No fue elitista y atacó a todos sin discriminación. Lea también: Bogotá mantendrá pico y cédula y demás medidas para celebración de Año Nuevo También nos mostró de alguna forma la desigualdad en la que vivimos en el mundo entero. En un mundo de ricos y pobres, los estratos bajos son los que están más expuestos a perderlo todo porque viven de ingresos del día a día. Algunos apenas sobreviven. Yo también descubrí algunos buenos corazones donde antes no los había visto. Médicos y personal de la salud que no se amedrentaron y salieron a cumplir con su juramento hipocrático. ¡Grandes los médicos del mundo! Este año se nos dio un regalo a todos: más tiempo para leer, para tener silencios, para entender que cada uno merece un espacio en el mundo y que solo somos dueños del ahora. Entendí cómo la vida ayuda a quienes tienen mejor actitud. La buena energía se devuelve tarde o temprano, si se tiene fe en que la justicia y las buenas personas aún existen. Le puede interesar: Este es el nuevo salario de los congresistas en Colombia Este año se probaron muchos líderes. En las empresas brillaron los que fueron empáticos y aterrizaron los objetivos a la realidad sin llevarse a nadie por delante en el camino de los logros corporativos. Me gustaron los líderes que confiaron, que escucharon, que no se sumergieron en las aguas del incontrolable detalle eterno para confiar en su gente. Me gustaron los nuevos emprendimientos, comprarles en mi casa a todos los que vi que podía apoyar. Me gustó ver en algunos empresarios el interés por preocuparse por causas sociales y definitivamente me conmovió el amor animalista de las nuevas generaciones. Debido a este amor de mis hijos, este año adopté dos perros y fui madrina de varios que ya tienen hogar. La vida es un regalo. Un regalo enorme que desaprovechamos muchas veces en el tráfico, criticando a los demás, peleando por la propia supuesta mala suerte o renegando por alguna razón oculta que siempre hay que encontrar. Los grandes maestros son aquellos que más nos cuestan, aquellos que no toleramos, aquellos que quizás nos muestren con sus falencias el espejo de las nuestras. Le recomendamos leer: En Navidad, Bogotá reportó un 83% menos de quemados por pólvora En Navidad se celebra el cumpleaños del más grande de los líderes de la historia. Jesús de Nazareth nació por la humanidad, con un mensaje de amor que aun 2.000 años después lamentablemente no terminamos de entender. No importa cuál sea tu creencia, apuéstale al amor en esta Navidad y en 2021. Los líderes de hoy, los verdaderos líderes, inspiran por su coherencia y por sus actos. Ser un líder de amor solo implica ser más humano, meterles un poco más de sentimiento a tus colegas, más gratitud a tus subalternos y más compromiso con el propósito de tu empresa. Amar no es de tontos, es de sabios. Los OKR financieros -les aseguro- llegan después, si se vive desde la genuina empatía. ¡Feliz Navidad!