Se está acabando el año, y con ello llega la revisión de indicadores y para muchos la frustración de no haber cumplido la meta. Aquí, es común pensar que nuestros casos corporativos son únicos, que nuestra bloqueos son algo que nadie más ha experimentado y que nuestros problemas son especiales; cuando en realidad, la mayoría de las organizaciones enfrenta los mismos dilemas y la necesidad de transformar el liderazgo.
El gran problema es que no tenemos estrategia, al menos no una apta para navegar el mundo actual, donde hacemos hipótesis del futuro y las adaptamos a medida que avanzamos. Por eso, no es que no tengamos estrategia de innovación, es que no tenemos estrategia, y si la tenemos, no está conectada con los equipos que la trabajan. Por eso nos angustiamos a final de año porque los números no tienen sentido y por tanto no se pueden presentar. Pero cuando indagamos con más profundidad, podemos notar que existe una gran variedad de factores que van más allá de los indicadores y que afectan nuestro desempeño como líderes. Por un lado, tenemos el tema del propósito; existen muchas organizaciones con propósito, pero no es suficiente con que la organización tenga un propósito, los propósitos personales deben alinearse con el de la compañía, por eso los líderes necesitan modelar los comportamientos que permiten traer estos propósitos a la vida. Además, hemos olvidado el poder de la sinergia y muchas veces tenemos cultura tóxicas marcadas por silos divididos por la visión de ellos versus nosotros.
El problema actual del liderazgo es el miedo; el miedo a que nos supere la competencia, a que los robots nos vuelvan irrelevantes, pero sobre todo a ser reemplazados como personas. Nuestros líderes hoy en día no están siendo incentivados para tomar riesgos, sino para tomar decisiones cortoplacistas que permitan ver resultados este año y eso les impide reinventarse y probar cosas nuevas. Sin embargo, no podemos resolver nuestros problemas con la misma mentalidad que los creó. Estamos desconectados, hablamos de disrupción, de agilidad, pero nos olvidamos de las personas. ¿Cómo podemos demostrar nuevos comportamientos? Necesitamos cambiar el foco de nuestra mirada, buscar adentro y entender cuál es nuestro propio propósito personal en el mundo: ¿Cómo lograr liderar desde modelos más holísticos? ¿Cómo podemos inspirar el cambio y lograr que este sea sostenible?
Para inspirar el cambio, tenemos que iniciar por transformarnos a nosotros mismos y permitirnos estar presentes, sentirnos cómodos en medio de la incertidumbre y buscar nuevas formas de aprender. Podemos incluso comenzar por identificar cuáles son los tres valores más importantes en nuestra vida para ser felices. ¿Qué estamos haciendo para permitirnos vivir estos valores?, ¿qué patrones debemos dejar para ser el tipo de líderes que queremos ser? Este no es un reto intelectual, sino de vulnerabilidad emocional en donde nos damos permiso de ver más allá de lo obvio y de estar en la quietud que permite escuchar las respuestas, porque el aprendizaje es algo experiencial, no algo que se encuentra en libros. Por eso, se requiere coraje para confiar en la sabiduría interna, pues como afirma Claude Bernard: “Es lo que creemos que sabemos, lo que nos impide aprender”.