Importantes transformaciones sociales se han logrado a través de la protesta social; la Primavera Árabe es un ejemplo de ello. Su gran conquista fue el derrocar gobiernos que parecían perpetuos y que los manifestantes consideraban injustos. Todo comenzó en Túnez, cuando los protestantes lograron la dimisión de Ben Ali, quien gobernaba desde 1987; en adelante el efecto dominó continuó en Libia terminándose la era de Gadafi quien llevaba 42 años en el poder, Hosni Mubarak quien llevaba 30 en Egipto, Ali Abdullah Saleh en Yemen con 21 años. Las protestas en Siria dieron lugar a la actual guerra civil, continuando Bashar Al Assad como gobernante al igual que su par en Argelia, quien gobierna desde 1999. En Venezuela miles de personas han salido a las calles, y a pesar de no lograr un cambio de gobierno se han hecho sentir en todo el mundo. Lo mismo en Nicaragua, donde miles han sido reprimidos por querer la salida del presidente Ortega, pues muchos consideran que tanto él como su esposa (actual vicepresidenta) no deben continuar. El común denominador de las protestas en el mundo árabe, Venezuela y Nicaragua es que estos gobiernos se han constituido más bien en empresas familiares, cuyo objetivo principal ha sido su beneficio personal dejando de lado el interés de sus gobernados. Estos gobiernos déspotas han tomado los recursos del Estado como caja menor. En Francia se han germinado importantes revoluciones, desde la de 1789 pasando por mayo del 68, este país ha puesto un punto muy alto en materia de protesta. No deben sorprendernos entonces las que se presentaron recientemente en París, que finalmente lograron que no se aumentara el precio de la gasolina, lo cual el gobierno pretendía hacer mediante un impuesto verde que tenía como finalidad la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero. Paradójicamente, Francia es un país catalogado como ambientalista y ecologista, escenario en 2015 del más grande acuerdo climático que se haya desarrollado en la época reciente. Lea también Cómo el “choca esos cinco” de Putin al príncipe saudí mejora su bolsillo En declaraciones al New York Times, Vincent Picard, un panadero francés de 32 años, quien se reconoce a sí mismo como un militante ecologista, tiene claro que el impuesto podría traducirse en bienestar y que mejoraría la salud del planeta. Sin embargo, también afirma que tiene que seguir viviendo, que la estación de tren más cercana queda a 35 minutos de su casa, razón por la cual tiene que manejar hasta su trabajo todos los días. El impuesto entonces tiene bondades para la Tierra, pero no para sus finanzas personales. Por esa razón se unió a las filas de los marchantes. Como él, hay muchos más. En Colombia, las banderas del movimiento animalista han sido apropiadas por algunos sectores de la izquierda. Gustavo Petro no ha desaprovechado ocasión para alentar a ciudadanos inconformes con el espectáculo taurino en Bogotá. Sin embargo, cuando tuvo la oportunidad de cambiar la flota de Transmilenio (cuya licitación ahora critica) no lo hizo. Sus contradicciones constantes son más confusas que sus explicaciones frente al reciente video del que fue protagonista. Su animalismo extremo lo ha llevado a comprar sus Ferragamo de cuero de 2 millones de pesos. Interesante. Los jóvenes que marchan hoy en las calles de las capitales colombianas están en todo su derecho, pues la Constitución lo ampara en su artículo 37. Sin embargo, nuestras leyes protegen la marcha pacífica, no aquella que alberga sevicia y alevosía como la que se ha presentado contra la fuerza pública. Hace poco observé en las noticias a una policía llorando de dolor, pues había sido atacada en una estación de Transmilenio. Ella quería resguardar a los usuarios del sistema, pero fue brutalmente lastimada con químicos altamente peligrosos. Esta policía es ante todo mujer y madre de dos niños. Eso lo olvidaron sus atacantes. En las marchas varios manifestantes han pretendido incinerar policías, queriendo hacer daño a la fuerza pública a cualquier costo. Le sugerimos: Las mentiras de la licitación de Transmilenio Las protestas que fueron motor de la Primavera Árabe, así como las que se realizaron en Venezuela y Nicaragua, España y Francia tenían motivos ideológicos. En el caso de las marchas estudiantiles en Colombia existen argumentos, pero estos pierden todo su peso cuando se ataca a la fuerza pública. Las desapariciones que una profesora colombiana denunció en Francia ante medios de comunicación europeos y latinos, incluso interrumpiendo un acto en el que participaba el presidente Duque, fueron completamente falsas. La Universidad Nacional, en la que estudian los alumnos que se creían desaparecidos, emitió un comunicado dando parte de que estaban sanos y salvos. ¿Fake News? Parece más bien una estrategia muy bien organizada por movimientos que pretenden desestabilizar, a cualquier costo. Entre tanto, miles de jóvenes que de buena fe marchan en las calles son utilizados como idiotas útiles por aquellos que tienen fines políticos y piensan en sus votos de cara a las elecciones de 2019. La Universidad Pública está en peligro, más allá del escaso presupuesto que a través de la historia se le ha otorgado, hay temas igual de preocupantes. El 42% de los estudiantes desertan, muchos de ellos porque no pueden estudiar como consecuencia de las marchas. El presupuesto de este año para la educación fue aumentado, como nunca. Siempre quedará faltando, algunos sectores que nunca estarán completamente satisfechos. Sin embargo, es más que evidente que los intereses políticos están primando por encima del bienestar del país. Le puede interesar: El cobro de la Valorización en Bogotá