Todo esto empieza con la Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), una red que es capaz de conectar todo tipo de dispositivos: desde la nevera hasta el lavarropas, pasando por los celulares y hasta la red de energía de una casa o ciudad. Esta red se alimenta de datos que recoge sobre hábitos de uso y preferencias de los usuarios. Estos datos llegan a las empresas, y son ellas quienes pueden analizarlos en detalle para obtener información valiosa acerca de sus clientes. ¿Cuán grande es la cantidad de datos que hoy están disponibles? Según la consultora Deloitte, la cuarta revolución nos encuentra con el 90% de los datos del mundo producidos en los últimos dos años y más de 26 mil millones de dispositivos inteligentes en circulación. En este contexto, con la IoT como base, aparece una nueva forma de interactuar, un nuevo enfoque: la Internet de la Experiencia (IoX, por su siglas en inglés). ¿De qué se trata? Cada usuario podrá modificar y modelar su entorno a partir del uso que haga de todos los dispositivos conectados a la red de IoT. Cada individuo irá diseñando sus experiencias a partir de su interacción. Con la IoX un usuario puede crear nuevas experiencias y una empresa puede nutrirse de los datos para hacer más sofisticadas y satisfactorias esas experiencias. Se trata de un enfoque diferente, con un rol mucho más activo por parte de las personas, quienes podrán analizar las posibles relaciones entre los dispositivos y hasta crear servicios innovadores que mejoren la calidad de vida de todos y cada uno. Pensemos que la IoT conectará cada vez más elementos, volviendo a las ciudades cada vez más inteligentes. Así, por ejemplo, ante la congestión en una avenida, los sensores de esa arteria podrían comunicarse con los de los autos sin conductores y desviarlos por un camino alternativo. También dar aviso a los GPS de los autos que sí conducen humanos y sugerirles mejores rutas. De esto se trata la IoX. De este modo, el protagonismo de las personas se incrementa más aún, pues podrán pedir determinado tipo de conexiones para que ya vengan programadas y comprar productos para armar sus propios ecosistemas domésticos. Podrán crearse planificaciones para cuidar la salud, como dar aviso al médico ante determinadas variables o enviar informes periódicos al doctor para evitar la molestia de ir hasta el consultorio de no ser necesario. Esta red de experiencias podrá tomar datos más allá de las respuestas voluntarias que cada individuo brinde. Podrá saber sus hábitos de consumo, por qué no volvió a comprar determinado producto, por qué vuelve a elegir una marca siempre, a qué hora consume y en qué lugar de la casa o en compañía de quién está. Todas las acciones serán datos para esta red, datos que las empresas podrán aprovechar para maximizar la experiencia positiva de los consumidores. Una de las firmas que más uso está haciendo de la IoX es Tesla, que actualiza sus programas de experiencia de manera automática, sin que cada usuario tenga que ir a un local de la marca para estar al día con el equipamiento. Así, por ejemplo, todos los autos de la compañía cuentan con una función de rastreo para que los conductores utilicen el control de crucero lento cuando la autopista tiene mucho tráfico. Para que la IoX tome vuelo es necesario que las conexiones sean cada vez más numerosas y que se extiendan geográficamente. Pero, claro, primero debe crearse la necesidad de adquirir este tipo de productos nuevos para que las personas deseen hacerlo. Por otro lado, el hecho de que los mismos sean fabricados por compañías diversas le suma complejidad y presenta más desafíos, ya que deberán llegar a acuerdos para que sistemas de diferente origen hablen entre ellos. La IoX es el futuro, aunque también un poco presente.