Viviendo una cuarentena increíble y entrando a una virtualización forzada, los maestros han sacado lo mejor que han podido para tratar de alinear lo que muchas veces está algo torcido desde los fundamentos de la misma casa, que es la base de la formación de prejuicios, creencias y valores. Me di a la tarea de hablar con varios profesores de diferente tipo para entender cómo los ha tratado la cuarentena. Uno de los niveles en los que encontré mayor dificultad es la falta de autoridad que tienen para exigir en los grupos más jóvenes. Con esta baja capacidad de tolerar y sobrepasar dificultades, los chicos se quejan de todo: de muchas cargas, de no entender y al final algunos quieren alcanzar logros con el mínimo esfuerzo. Pero si un profesor se pone firme y enseña, como muchos de nosotros seguro recordamos, con exigencia alta y presionando un poco a dar la milla extra, los jovencitos se quejan ante la universidad y por supuesto el profesor, que termina siendo un empleado del sistema, no quiere problemas con su empleador. Por lo tanto, es mejor adaptarse, aunque no haya un total acuerdo en el método.
A los profesores de niveles socioeconómicos medios y bajos les cuesta mucho más trabajo la baja accesibilidad que tienen sus alumnos a internet e incluso a computadores como herramienta básica para conectarse. Escuché la historia de un chico que tenía que compartir un computador con cuatro hermanos, todos escolarizados. Podrán imaginarse el nivel de estrés y desempeño del alumno. Y si vamos a los colegios virtuales de niveles más altos, me parece inaudita la falta de respeto de algunos a sus profesores. Toman las clases haciendo otra cosa, responden de mala manera, arman líos entre ellos, no hacen las tareas y de nuevo se quejan de todo. Aquí es al contrario, los recursos sobran, pero el respeto básico parece faltar.
Creo, sin embargo, que es un tema que se evidencia en la cuarentena porque estamos viviendo un contexto donde tal vez somos más sensibles a la observación de lo que pasa. Es evidente que los profesores ya no tienen la misma autonomía que hace unos años donde la autoridad del maestro era clave en el proceso. Ahora la libre personalidad implica que llegar tarde a clase y ser amonestado por ello puede terminar en una tutela y un desempleado más en nuestra inequitativa sociedad. Los padres de niños más pequeños también la tienen difícil. Normalmente los padres trabajan y ahora las clases virtuales hacen que los niños tengan trabajos permanentes que deben tener, por supuesto, control de los adultos. Esto implica que hay que estar presente en las aulas. ¿Cómo pueden los maestros manejar niños más pequeños cuya atención es claramente muy corta? Además sin la interacción lúdica que es tan importante en las primeras etapas. Hace poco hice una charla de liderazgo en la que siempre planteo la empatía como la principal habilidad para lograr influenciar y fluir con el resto de seres de nuestra especie. Lastimosamente es de lo que más carecemos. Soy profesora también y me parece súper difícil sentarme sin ver la cara de mis interlocutores, pero entiendo que si están ahí es porque quieren y hay algún interés que los lleva a estar presentes aunque yo no los vea.
Pero yo dicto clases sólo en módulos particulares, no soy maestra de tiempo completo y aun así he tenido que ver varios entrenamientos de plataformas, cambiar la manera de calificar, hacer asesorías adicionales y otras cosas más. No alcanzo a imaginar a los maestros que se dedican solo a serlo. Gracias a todos los profesores por su dedicación y esfuerzo. Gracias por la paciencia y el amor que dan, aunque no reciban ni la mitad de lo que ofrecen. Gracias por ayudar a educar a nuestros hijos. Y a los padres, un favor: pidan a sus hijos respeto y empatía, los profesores cumplen una misión invaluable pero desagradecida y subvalorada, seamos sensibles y recordemos a Nelson Mandela cuando afirmó que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Señores maestros, me les quito el sombrero.