En mi columna pasada abordé la importancia de generar nuevas narrativas que permitan despertar la curiosidad, inspirar, motivar y vender lo que técnicamente se denomina: “el caso de negocio de la conservación y la restauración de los ecosistemas”. En otras palabras, explicar por qué una empresa, entidad pública o el lector de esta columna deberían involucrarse en la conservación de nuestros bosques, no solamente desde una perspectiva altruista, sino, más bien, como una oportunidad de negocio.  En aquella columna expuse la importancia que tiene, para la conservación de nuestros bosques, comunicar las buenas prácticas de empresas, asociaciones o negocios verdes, que logran hacer de sus prácticas sostenibles un atributo para la viabilidad de sus negocios (aquí la comparto de nuevo). Y bien, ¡vaya sorpresa!, un par de días después de publicada mi columna, me llegó por triple vía un mensaje por parte de mis colegas de la Cooperación Alemana para el Desarrollo-GIZ y el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. En él me comparten la Expo Virtual Territorios Sostenibles con las buenas prácticas sostenibles de sistemas productivos en cacao, café y palma de dos departamentos en donde mi trabajo y vocación han encontrado su lugar: Caquetá y Meta. Hasta hace unos años, yo me encontraba en el grupo de colombianos con poca o nula información sobre estos dos departamentos. Gracias a mi trabajo en negocios verdes, tuve la fortuna de conocerlos y cambiar por completo mi percepción sobre ellos: he dejado de ver estas regiones como lugares inviables, para verlas, más bien, como territorios sostenibles.  Lea también: Conservar la biodiversidad: inversión y negocio con futuro Justamente este es el nombre de la plataforma que los invito a visitar y en donde se evidencia que la unión entre la comunidad, las asociaciones locales, las empresas ancla, los líderes comunitarios, las entidades públicas y la cooperación internacional logran cumplir el objetivo de la conservación, la restauración y el mejoramiento de las condiciones de vida de  los productores locales, a la vez que conectan a estos territorios con un nicho de consumidores preocupados y comprometidos con la sostenibilidad y la preservación de nuestros ecosistemas.  Conocer las buenas prácticas que presenta La Expo es una oportunidad para acercarse a iniciativas que le están metiendo el hombro a la restauración de los ecosistemas degradados por la deforestación en nuestra Amazonía. ¿Cómo lo están haciendo? Aumentando la calidad de los sistemas productivos; asegurando el bienestar de los productores locales, cuando sus productos se insertan en cadenas de valor a través de procesos de comercialización; fortaleciendo la gobernanza de los modelos asociativos, y, finalmente, haciendo uso de las nuevas tecnologías para fortalecer sus modelos de negocio.  Vamos bien, pero falta mucho  Creo en el poder de las historias de los guardianes del bosque que habitan en el Meta y el Caquetá. Cada día percibo que el número de personas interesadas en construir territorios sostenibles crece. No obstante, también reconozco que el mensaje sobre la importancia de la conservación de nuestro entorno no les ha llegado a todos los habitantes en las veredas de nuestros departamentos.  Esta columna la escribo desde Florencia, Caquetá, lugar en el que he podido tener dos tipos de conversaciones en los últimos días. La primera de ellas con varios de los participantes de La Expo: sus historias me llenan de orgullo y de esperanza, porque cada día sumamos más amigos de la restauración de la Amazonía. El segundo diálogo lo he tenido con habitantes del territorio, algunos de ellos vecinos en mi vereda y de otras veredas cercanas a mi terruño. Aquí persiste la narrativa de los tiempos de la colonización y, por eso, no es extraño escuchar la frase: “que haga bueno [buen clima], pa’ poder tumbar montaña y limpiar monte, pa’ poder criar unas novillas”. Le recomendamos: El cambio climático sí es para los de ruana Tenemos un gran desafío por delante: el de llevar La Expo a las veredas de nuestros departamentos para motivar e inspirar a más habitantes del territorio. Las personas líderes de estas buenas prácticas, algunas de las cuales me estarán leyendo en este momento, tienen un doble reto: el primero de ellos consiste en seguir siendo un ejemplo en lo que hacen; el segundo, y tal vez más importante para el territorio, convertirse en motivadores incansables de la causa de la sostenibilidad, con sus vecinos y con los vecinos de sus vecinos. Hoy, más que nunca, nuestros territorios sostenibles necesitan megáfonos de inspiración para que el pensamiento colono, que hizo del hacha su principal elemento, haga del agua y el bosque su principal sustento.  ¡Hasta el próximo jueves!