¿Por qué? Simple: cuando las comunidades locales generan ingresos a partir de la venta de sus productos en mercados asegurados, aumenta la probabilidad de conservación y disminuye la probabilidad de “abrir monte o limpiar montaña” (para compensar la generación de ingresos al poner 2-3 vacas y/o sembrar coca). No obstante, estos emprendimientos no logran despegar debido a varias razones. He tenido la oportunidad de trabajar, acompañar, asistir, o llámelo como quiera, a varios emprendimientos rurales en Meta, Caquetá, Guaviare y Putumayo (zonas más afectadas por la deforestación). Esta experiencia me ha permitido comprender varios factores que explican cómo lograr que este tipo de alternativas despeguen y sirvan realmente para proteger nuestra Amazonia. A continuación las explico:
Volumen y frecuencia: Colombia es el país de las muestras comerciales. Nuestros emprendedores rurales son capaces de enviar 10 kilos a un potencial cliente, pero se hacen ocho cuando les piden 2 toneladas mensuales. En un país en donde la disparidad en la tenencia de la tierra refleja grandes terratenientes vs. muy pequeños tierra-habientes, aquellos que son pequeños y que día tras día limpian una, dos, tres hectáreas para compensar sus ingresos, necesitan y deben generar mayores volúmenes para poder sostener un acuerdo comercial. ¿Cómo hacerlo? Aquí viene un clásico de clásicos: asociatividad (no obstante, culturalmente estamos aún a años luz para lograr sistemas asociativos sólidos… hace falta trabajarle más). Calidad: Dos cosas. Por una parte, la transferencia de instrumentos que suenan y funcionan bien para aquellos que lo implementan a seriedad, es importante para lograr que un aliado comercial se convenza de la excelencia del producto que va a comprar. La extensión rural para capacitar e implementar buenas prácticas agrícolas, buenas prácticas de manufactura y buenas prácticas ganaderas, es un “tener ser” ya en nuestros campos. Por otra parte, Colombia necesita ya intensificar el desarrollo de paquetes tecnológicos para los sistemas productivos regionales. Gobernanza: Algo que miran y a lo cual le ponen atención las empresas grandes en el momento de aliarse comercialmente con un emprendimiento o asociación rural, es cómo este está conformado de manera organizacional. Si existe seriedad, método en la toma de decisiones para afrontar la negociación y mantener el acuerdo comercial, la probabilidad de lograr contratos sostenibles, aumenta. Enseñarles a los empresarios del campo aspectos que los grandes repiten constantemente (ejemplo: políticas de gobierno corporativo), es otro de los “deberes ser” del emprendimiento sostenible.
Financiamiento paciente: Mantengo mi tesis “si hay mercado, el emprendedor puede autofinanciarse a partir del buen manejo de su flujo de caja”. No obstante, para comenzar, sí es necesario un impulso financiero. Al respecto, resalto lo que está haciendo y ofreciendo Finagro. Infraestructura: Este es un argumento que ya se convirtió en un lugar común. “Sin vías los productores no pueden sacar sus productos”. Y sí, es cierto, lo acabamos de ver en el caso de los cierres de la vías Florencia-Neiva y Villavicencio-Bogotá. Intenso e interminable debate...
Termino mi columna con el ánimo de dedicarle a cada uno de estos seis aspectos su análisis respectivo. Mostraré ejemplos exitosos, hablaré sobre pan de arroz del Meta, queso y pirarucú caqueteños, sacha inchi y arazá amazónicos.