No nos damos cuenta, pero la vida nos arrolla. Hay quienes tratan de controlar lo incontrolable y otros que simplemente la ven pasar esperando los designios divinos sin esforzarse un poco para que estos designios amplíen el rumbo. Manuel es joven, lleno de sueños, impetuoso y con ese deseo de comerse el mundo cuando se tiene menos de 30 años. Me preguntó cómo podía llevar su emprendimiento a ser exitoso, lo hablamos, lo trabajamos, al final, aunque el trabaja en marketing en una compañía importante quería tener su plan b armado por que no quiere tener jefe siempre. Su emprendimiento va bien. Pero la verdad creo que podría ir mejor. Le dije con honestidad a Manuel que había que trabajar antes en fortalecer un par de habilidades que me di cuenta de que no tiene. La más sencilla pero la más recurrente hoy, la resiliencia, esa capacidad de reinventarse, de salir del problema en vez de quedarse en él.
Quien quiera ser emprendedor en un país como Colombia debe tener esta habilidad en primera instancia. Aquí se vuelve difícil todo, no hay verdaderos incentivos para crecer, impuestos altos, experiencia necesaria para participar en licitaciones, corrupción de altas esferas que piden su mordida al momento de un proyecto, amiguismo, inversiones millonarias, entre otras. ¿Cuál es la opción más fácil? Tal vez desistir y seguir creciendo como gerente de producto, contando a todos en su hoja de vida que fue emprendedor sin dar detalles del fracaso aparente. Pero Manuel si quiere llevar a cabo su emprendimiento, lo que pasa es que no sabe como manejar la dificultad. “eso es lo que le falta a los muchachos hoy, que aguanten la dificultad, pero a la primera se dan por vencidos”, le dijo a Manuel su padre. Me quedé pensando en esto y decidí indagar un poco más en su pasado. Niño consentido que siempre tuvo lo que quiso. Sus padres le dieron gusto toda su vida y a pesar de ser un muchacho muy inteligente se acostumbro a la abundancia permanente y a la atención excesiva. Tenemos en un grupo de chicos que están entrando al mercado productivo y laboral con un triste concepto de carencia de empoderamiento personal. Los padres de la nueva generación les hemos solucionado la vida y ahora ellos se aburren profundamente con el primer impase.
Han tenido tanta atención que no saben como solucionar. Se frustran ante el primer impase y no solo es que se sientan mal, sino que mandan todo a la porra. Lo curioso es que el mismo padre de Manuel quien al final le terminó enseñando que la vida es fácil y sobre abundante se quejaba de “la falta de compromiso de estos muchachos”. Esto también es lo que sorprende a muchos hoy en día en las organizaciones. Ante el primer inconveniente algunos chicos quedan en shock. Conozco algunos emprendedores que tras crisis de ansiedad colectiva dejan los emprendimientos botados mientras papi paga los estragos causados. No creo que eso ayude mucho a construir empresas innovadoras y mucho menos país. La noticia para todos es que la vida hay que vivirla. Vivir implica triunfar, fracasar, reinventarse. Si formamos jóvenes que son incapaces de entender el fracaso, la creatividad va a estar frita en corto tiempo.
Apoyemos la dificultad de moverse en un mundo cambiante y complejo. Acompañemos los procesos de aprendizaje, el desarrollo implica saber que hacer con el fracaso y con el éxito. De nuevo mi amigo Mario Benedetti, amigo de las almas indomables, de los amores posibles e imposibles y de los corazones luchadores, tiene toda la razón cuando dijo “No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”.