Tras la caída de las rentas petroleras en 2014 y el ajuste de la demanda interna durante los siguientes dos años, en el país se perdieron casi 9.000 personas cuyos ingresos eran superiores a 10 salarios mínimos mensuales. En especial en Medellín, la destrucción fue de 30% que en cierta forma se recuperaron, pero en una escala salarial mucho más baja; es decir, con población creciendo en ingresos entre 2 y 5 salarios mínimos-mensuales. Entre las cinco principales ciudades, el caso más significativo fue el de Bucaramanga, donde la población con ingresos superiores a 2 salarios mínimos disminuyó 20%, principalmente porque aquella con salarios superiores a 10 salarios mínimo-mensuales cayó 54%. En ese periodo, la ciudad que mejor aguantó la fuerte desaceleración económica fue Cali, donde los ingresos de la población en casi todos los niveles crecieron. La pérdida de los mayores ingresos en la economía recayó casi totalmente sobre la población masculina.

Sin embargo, en el límite de la formalidad, en Colombia se perdieron ingresos entre 1 y 2 salarios mínimos para casi 179.000 personas, especialmente explicado por Bogotá, donde la población afectada obedeció totalmente a población femenina. En esos dos años de creciente precariedad de los ingresos, cerca de 669.000 personas pasaron a tener ingresos inferiores a un salario mínimo, totalizando una población cercana a 11 millones de personas en la informalidad. En 2017 la economía tuvo su peor desempeño desde la crisis internacional de 2009, y en 2018 salió de ese fondo. El proceso de precarización de los ingresos continuó, pero tendió a estabilizarse. Se aceleró la pérdida de ingresos en la población entre 5 y 10 salarios mínimos y especialmente cerca de 320.000 personas con ingresos entre 2 y 5 salarios mínimos pasaron a ganar entre 1 y 2 salarios mínimos. Sin embargo, la población con ingresos inferiores a 1 salario mínimo disminuyó en 560.000 personas. Es decir, que la población entre 1 y 2 salarios mínimos creció un 15,3% y la población femenina se recuperó del efecto generado por la pérdida de las rentas petroleras. Este año la economía recupera su crecimiento por encima del 3% por primera vez desde 2015 y con ello el proceso de precarización retrocede, la estabilización continúa y empiezan a verse luces de recuperación en la mejora de los ingresos, aunque de forma dispar en la geografía nacional.

La población con ingresos superiores a 10 salarios mínimos aumenta en 4.000 personas explicado principalmente por Cali porque en Bogotá se está experimentando con rezago una caída importante. Lo interesante es que la recuperación favorece en este nivel de ingresos a la población femenina. Aún no hay crecimientos de la población con ingresos entre 5 y 10 salarios mínimos, aunque en Medellín la población con esos ingresos aumenta un 50% pero en Bogotá cae 20%. En este nivel de ingresos, por la situación de Medellín la población a la que mejor le va es la femenina. El país ha recuperado casi todo lo que perdió de población con ingresos entre 2 y 5 salarios mínimos. Este año, la población con este nivel de ingresos crece en todas las principales ciudades y ha sido favorable por igual para hombres como para mujeres.

La población con ingresos inferiores a 1 salario mínimo disminuye en casi 3 millones de personas al tiempo que la población entre 1 y 2 salarios mínimos aumenta 44% con un incremento en mujeres del 57% y en hombres del 37% y donde resalta Medellín con un crecimiento del 52% este año. El efecto de la desaceleración económica es que la población ocupada con ingresos entre 1 y 2 salarios mínimos aumentó en los últimos 5 años en 1,1 millones de personas.