Como directivos tenemos la gran responsabilidad y la tarea de elaborar diferentes alternativas y planes de acción para solucionar los problemas empresariales y cumplir con el propósito de la organización. Por esta razón debemos tomar decisiones lo más completas posibles, hablo de completas y no de correctas, porque lo correcto o incorrecto es un concepto atribuido a las ciencias exactas como las matemáticas, con lo cual, sólo podremos juzgar si una decisión fue más completa cuando incluyamos mayores criterios para la elección de cualquier alternativa o plan de acción. Al tener como directivos una racionalidad limitada, nuestro conocimiento es imperfecto, razón por la cual es importante aprender a tomar decisiones más prudentes. La prudencia es hacer las cosas como las debo hacer y cuando las debo hacer. Implica contemplar tanto efectos primarios como secundarios, no solamente en la dimensión económica, (eficacia), sino en las otras dimensiones, (eficiencia y consistencia). La eficacia es la búsqueda de resultados económicos que impacten positivamente la organización. Sin duda uno de los aspectos que con mejor criterio realizan los ejecutivos a nivel mundial, lo cual es positivo, pues sin caja no habría empresa, es como la sangre del cuerpo, sin ella no llegaría oxígeno al cerebro, por lo tanto es fundamental para la supervivencia y el fortalecimiento de cualquier organización. Generar valor económico es uno de los propósitos y existen indicadores de gestión muy eficaces para lograrlo que son bien conocidos por todos los directivos. Sin embargo, de lo que se trata esta columna es de comprender mejor el tema de la eficacia para poder aplicar el modelo de gestión humanista, que va desde la persona hasta la organización. Por definición, la empresa la constituyen un grupo de personas que desea alcanzar un propósito común, el primero es el de generar valor para cubrir sus necesidades materiales: el comer, el beber, el abrigo, que llevan al ser humano a motivarse por motivos extrínsecos. Si la empresa genera beneficios, puede pagar salarios y así cumplir con esas necesidades. La gran capacidad del directivo consiste en buscar una estrategia adecuada, con un producto adecuado, en un mercado adecuado, con un modelo de producción que satisfaga unos clientes determinados. ¿Cuál ha sido el problema? Se suele reducir el propósito de la organización a este concepto de generar valor económico, con lo cual se han dejado de incorporar los otros criterios enunciados, sin considerar que las personas son un fin y no un medio para conseguir ese propósito. Esto pasó y sigue pasando desde la creación del modelo capitalista de Adam Smith, en el cual se habla del ser humano solo como un individuo con necesidades materiales, egoísta e insaciable, que lo único que busca es su función económica. De hecho, que el directivo piense que sólo tiene que preocuparse por pagar los salarios, generó todo tipo de animadversiones en los siglos XVIII y XIX, tanto así que Karl Marx, padre del comunismo, manifestó que sólo era posible el capitalismo por la explotación de la prole y que el totalitarismo iba a solucionar el problema, lo que históricamente ha quedado demostrado que tampoco funciona como modelo. No es un problema sencillo ni se ha resuelto porque desafortunadamente la falta de conocimiento con respecto a la teoría de la acción humana, está poco difundida, solo personas con muchos recursos pueden acceder a una formación que la coloque en el camino del deber ser, para lograr una sociedad más justa.