También hay que ver que la estructura económica del país no es capaz de vincular a su aparato productivo suficientes mujeres en el proceso de creación de riqueza. La brecha laboral, además de constituir una causa de desigualdad que genera conflicto social, es una de las explicaciones del lento crecimiento económico que arrastraba el país antes de la emergencia sanitaria. Con información del Grupo de Género y Economía de la Universidad Javeriana, se estableció que en 2019 la tasa de desempleo de las mujeres fue un 66 % más alta que la de los hombres y su vinculación al mercado laboral es más precaria, a pesar de tener mayores niveles de educación. El 56 % de las mujeres ocupadas lo estaba en sectores vulnerables como comercio, servicio doméstico y confección de prendas de vestir, que -en efecto- se vieron afectados por la pandemia. Además, las mujeres tienen entre 15 y 25 por ciento menos acceso que los hombres a créditos de vivienda, consumo y microcréditos, otra brecha más que debe cerrarse. Lea también: Si los resultados no sirven, altera la realidad Si esta es la situación de las mujeres que logran encontrar ocupación, el escenario para quienes están obligadas a quedarse en sus casas en oficios del hogar, sin remuneración, es peor. Se sabe que 5,5 millones de mujeres son consideradas inactivas, que no desempleadas, desempeñando tareas que el mundo desarrollado ha logrado resolver en parte, porque se realizan comunitariamente con máquinas o instituciones públicas. De esta forma, se brindan mayores oportunidades a las mujeres de formarse y vincularse al mercado laboral. Como muy poco se había hecho antes de la pandemia para cambiar esta situación, la crisis económica actual ha tenido un impacto dramáticamente peor en las mujeres que en los hombres. Para agosto de 2020 había 1,7 millones de mujeres ocupadas menos que en 2019, y por cada nuevo hombre desempleado, había 1,6 mujeres en esta condición. Lo más grave de la situación no es solamente que tenemos muchas más mujeres sin ingresos, más que los hombres, sino que -además- hay 1,4 millones de mujeres más en oficios del hogar desde que comenzó la pandemia. No puede haber reactivación económica sin buscar la forma de remunerar el trabajo de cuidado que realizan millones de personas, en su gran mayoría mujeres. O de que la sociedad en conjunto, incluyendo el Estado, asuma un compromiso mucho mayor en el cuidado, para que estas personas puedan vincularse al mercado laboral formal. En esta dirección, algunas personas tuvimos la oportunidad de reunirnos con Gheidy Gallo, Consejera Presidencial para la Equidad de Género. Entre muchas buenas ideas valiosas que expuso la profesora Paula Herrera, de la Universidad Javeriana, propuso disponer de al menos $ 1 billón para recuperar parte del empleo de cuidado directo e indirecto. Estos están relacionados con salud humana, asistencia social, servicio doméstico, servicio de comidas y lavanderías, en donde se destruyeron 1,2 millones de empleos en el segundo trimestre de 2020, de los cuales el 84 % fueron mujeres. Lea también: Los números de la parranda bancaria colombiana También propusimos remunerar actividades de educación complementarias en el hogar, que realizan especialmente las mamás con la educación virtual. Aumentar la contratación pública para temas relacionados con la supervisión del cumplimiento de medidas de bioseguridad en planteles educativos, restaurantes y otros sitios de alta confluencia. Asimismo, avanzar en políticas de formación y capacitación con el Sena para mujeres que están en la inactividad. Si existen recursos y voluntad política, se puede lograr reducir la brecha de género en el mercado laboral y no regresar a una injusta normalidad.