De inmediato se hicieron oír las voces de rechazo de quienes defienden los intereses de las petroleras y las de regocijo de las organizaciones ambientalistas que cuestionan la técnica. Sin embargo, como el aspecto ambiental no es lo único que puede tenerse en cuenta en una discusión y teniendo en cuenta que somos una especie fundamentalmente minera, es importante estudiar razones adicionales sobre si es un buen o mal negocio. El fracking es una técnica de extracción petrolera y gasífera que ha sido estudiada en su componente tecnológico y aplicada con factores de recobro alto, apoyado por grandes subsidios. Esto especialmente en Estados Unidos, en donde ha generado un impacto negativo al devastar el paisaje y contaminar los pozos de agua con metano. Lea también: Colegios de Bogotá regresarán a clases presenciales en enero No obstante, también hay estudios que muestran que la extracción y el consumo de gas natural tienen resultados medioambientales positivos porque ha bajado el uso del carbón, reduciendo así las emisiones de CO2. El principal componente químico del gas natural es el metano, que si no se quema es 28 veces más contaminante que el CO2 y, por ejemplo, una parte está atrapada por el permafrost en los grandes lagos de Alaska, que se está liberando debido al calentamiento global, según estudios de Katey Walter Anthony, publicados por National Geographic. Gracias al fracking, Estados Unidos se ha convertido en uno de los mayores productores de hidrocarburos del planeta, una posición de fortaleza que será difícil de revertir. Así lo muestra el apretado resultado electoral en Pensilvania, en donde nació Biden: el 54 % de hombres blancos sin educación universitaria, muchos de ellos trabajadores de la industria de gas natural, votó por Trump. Un factor importante para usar la técnica -entonces- es la relación costo/beneficio, tanto en EE.UU. como en Colombia. Si es más barato seguir usando combustibles fósiles que otras formas de energía, seguirá siendo un buen negocio, aunque no sea una buena idea. En nuestro país pareciera que se repite la triste historia de la concesión de Mares de hace un siglo. Quienes están presionando por las pruebas piloto son las multinacionales ExxonMobil y Drummond. En 100 años de extracción petrolera, Colombia no se desarrolló y tampoco lo hará con el fracking, por la sencilla razón de que el negocio es para las empresas extranjeras, no para el beneficio local.  La política petrolera del país no establece controles ni fiscalización estricta de la extracción, en donde cada campo petrolero se parece más a un enclave que a un centro de producción encadenado con la creación de riqueza nacional. El aporte que realiza el sector, tanto a la creación de empleo como a la transformación de valor, es marginal. El mayor beneficiario es el Estado en sus rentas, a las cuales -paradójicamente- viene renunciando. Con cada reforma tributaria se crea un regalo nuevo que favorece al sector minero, además de beneficios como reemplazar los impuestos y las regalías con obras. Por último, la deliberada omisión de vigilar los flujos financieros permite que se fuguen impunemente enormes recursos hacia guaridas fiscales. Cedetrabajo ha estimado que entre 2010 y 2018, por estas distorsiones, han dejado de entrar a las finanzas públicas 31,28 billones de pesos, el 65 % de la inversión extranjera del sector. Lea también: Los nuevos dispositivos que Huawei traerá al mercado colombiano Si estos recursos hubieran sido cobrados, Ecopetrol habría dispuesto de suficiente capital para realizar las modernizaciones necesarias en la refinación, la petroquímica y estaría pensando más en la transición energética, en lugar de insistir en negocios que nos separan cada día más de naciones que en pocas décadas abandonarán los combustibles fósiles como fuentes de energía. Nos quedaremos con la contaminación y sin los recursos. Además de las preocupaciones ambientales, hay que insistir en que el fracking, bajo el modelo actual, es un pésimo negocio para el país, aunque sea muy bueno para dos empresas.