Se acaba este extraño 2020, año que será recordado como el más difícil de la historia reciente de nuestro país y del mundo, no solamente por los retos impuestos por la pandemia, la “nueva normalidad” a la que la sociedad tiene que acostumbrarse, la aceleración de los procesos de implementación tecnológica en diversos sectores socioeconómicos, la carrera global y local por la vacuna contra la covid-19. También quedará en la memoria por los más de 40.000 fallecidos en nuestro país, un millón de desempleados nuevos, aumento en los niveles de pobreza y una crisis económica que nos ha obligado a pensar tanto en claves de reactivación, como en -quizá lo más importante- las de recuperación de mediano y largo plazo de nuestro aparato productivo, entre muchos otros etcéteras. Adicionalmente, a las dificultades exógenas y los múltiples retos técnicos impuestos por esta coyuntura, se suman unos retos aún más complejos y de fondo que son los culturales, y dentro de ellos los del lenguaje, pues este es, a mi modo de ver, la expresión más poderosa de la cultura. Lea también: Bogotá se encuentra en el segundo pico de la pandemia, según Alcaldía En efecto, logramos evidenciar que las grandes dificultades en el mundo de las organizaciones durante el año que termina no provienen únicamente, como la mayoría de la gente puede creer, de las nuevas condiciones de la coyuntura, no. De la experiencia personal en múltiples organizaciones empresariales, académicas y sociales debo decir que, como de costumbre, las grandes dificultades vinieron de cuestiones puramente culturales, del comportamiento y la naturaleza humanas, de la confusión cada vez más común entre los fines y los medios, de la proliferación de actitudes y comportamientos corruptos. De populismos de todo tipo que no solo amenazan nuestra realidad y estabilidad política, pues también -tristemente- se han apoderado de instituciones académicas, empresariales y sociales, de pseudolíderes que posan de intelectuales y se autopromocionan en los medios de comunicación con discursos vacíos sobre compromiso con la construcción del bien común, cuando en sus acciones individuales y personales se alejan totalmente de sus discursos grandilocuentes y estridentes. Al final, es una profunda incoherencia en la que la sociedad se ha acostumbrado a unas distancias irreconciliables entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace; lo he dicho antes y lo digo ahora: el cultural es el desafío más importante para la transformación de nuestra sociedad. De los aprendizajes más destacables de 2020 en esta dimensión cultural, quiero compartir con usted, apreciado lector, tres que resultan especialmente significativos y que he tenido el enorme privilegio de ver vivamente durante este año en varios escenarios, y muy particularmente en el Foro de Presidentes, en las empresas y los empresarios clientes, aliados y amigos de mi compañía: solidaridad, resiliencia y humildad. Lea también: Congresistas recibirán millonario retroactivo por incremento de salario El desarrollo de acciones solidarias, no solo con los más necesitados materialmente, sino aún con los más cercanos con necesidades emocionales profundas, fue sin duda una nota característica de los empresarios en 2020. La participación activa en diversas campañas y plataformas de solidaridad como Ayudar nos hace bien, Colombia Cuida a Colombia, Solidaridad por Colombia, América Solidaria, Empresas que salvan vidas con Probogotá, el Foro de Presidentes y las organizaciones gremiales más representativas de la región, son apenas unas pocas menciones de un sinfín de iniciativas que han logrado desarrollar a través de sus acciones conductas, aprendizajes, emociones y sentimientos profundos de auténtica solidaridad en nuestras organizaciones. Se ha usado muy intensamente el concepto de resiliencia en la coyuntura actual, ese valor tan propio del talante y el talento de los colombianos, que se entiende como esa competencia o capacidad humana de salir fortalecido de la adversidad y convertir esta última en oportunidad y camino hacia la realización personal y colectiva.   Y sí que hemos aprendido de resiliencia en este año complejo. Nuestra tarea es hacer este aprendizaje real y aplicarlo en 2021 como un camino hacia la excelencia y el mejoramiento continuo, encontrando quizá inspiración en reflexiones profundas como esta máxima de Confucio: “La mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”. Finalmente, la humildad es uno de los grandes aprendizajes de la coyuntura y uno de los más importantes a mi gusto. La humildad y la sencillez son virtudes que parten de la autovaloración de las propias fortalezas y debilidades, que evitan la ostentación, la soberbia y el egoísmo. Bien decía Leon Tolstoy “no hay grandeza donde no haya sencillez, bondad y verdad”. Así como todos los días somos testigos de grande soberbias y egocentrismos en muchos dirigentes, también debemos dar fe de grandes lecciones de humildad en esta coyuntura, que nos permitirá enfrentar el 2021 aún con más fuerza moral y emocional. Lea también: Exportaciones de fajas colombianas son de US$41 millones a octubre de 2020 Hace poco me encontré con un trino de mi amigo y maestro Hans Peter Knudsen, que me impactó positivamente y recoge a la perfección esta idea de humildad que quiero expresar. Decía en su trino: “Hace 5 años este mensaje llegó a mis ojos y lo publiqué como mensaje de época de reflexión, de fin de año y de inicio de uno nuevo. Hoy lo hago nuevamente con la convicción de la sabiduría que contiene, y lo hago de todo corazón: A aquellos a los que pueda haber herido les pido perdón. A aquellos a los que ayudé, ojalá hubiera podido ayudarlos más. A aquellos a los que no pude ayudar, les pido comprensión. A aquellos que me ayudaron, les quiero dar las gracias de todo corazón”.  Me suscribo completamente a esta lección de humildad para empresarios, rectores, gerentes y dirigentes en general de todo tipo de organizaciones. Veníamos confundiendo el concepto de lo útil con lo valioso. Hay muchos elementos a nuestro alrededor que nos son útiles o placenteros, y hay otros que aparentemente son “inútiles” pero en realidad son muy valiosos para la vida y la dignidad de la persona, como la solidaridad, la resiliencia y la humildad... Estos no son eminentemente productivos en la práctica, pero en la realidad poseen un valor incalculable y son precisamente estas guías, materialmente “poco productivas”, las que implican un alto contenido ético y denotan el verdadero sentido de la virtud, necesaria y urgente para nuestras organizaciones. La ciencia, la investigación y los procesos de transformación avanzan, pero el hombre, su creador, retrocede en su esencia misma. La técnica es la que se ocupa de los medios para conseguir algo, pero son las virtudes las que se ocupan de los fines y por eso son valiosas. En palabras de mi gran maestro y amigo Javier Fernández Agüado: “Dirigir bien implica una ética aceptable; sin ella, la técnica se torna perversa”. Por eso, mi deseo más sentido para todos en este 2021 que empieza es que podamos disfrutar estos tres regalos maravillosos que nos deja 2020, especialmente para los dirigentes de las organizaciones. Feliz, Solidario, Resiliente y Humilde Año Nuevo para todos.