Por mi profunda convicción frente a no juzgar ni poner etiquetas creo que la resistencia a la frustración puede estar relacionada al hecho mismo de existir como ser humano y no necesariamente al pertenecer a una generación en particular. Si las nuevas generaciones han sido educadas bajo la lógica de que todo se soluciona fácil porque todo lo pueden y todos “les deben algo”, así van a actuar cuando lleguen a la vida adulta laboral. He visto casos increíbles de jóvenes consagrados y comprometidos con su trabajo, pero debo decir que también he sobrevivido a los caprichosos que bajo la apariencia de víctimas arrogantes culpan de lo demás al mundo y creen que ellos son absolutos inocentes de todo lo que les pasa. Estuve en una excelente charla sobre resiliencia que Juliana y Ana construyeron para que entendamos el significado real de una palabra que arquetípicamente nos lleva a pensar en esos guerreros imbatibles que siempre están listos para la próxima hazaña. Lea también: Cine Colombia cerrará una de sus salas más modernas del país ¿Cómo ser resiliente? Se habla mucho de la imperiosa necesidad de serlo en tiempos de cambio, pero a nadie le enseñan realmente a serlo. Está claro que hay que empezar por saber procesar que lo perfecto no existe, que las circunstancias no son controlables la mayoría de las veces y que las cosas no duran para siempre. Si soltamos el control y partimos de la base de una empatía que entienda realmente a los demás, empezamos un buen camino a ser resilientes, ya que solo a través de dejar fluir se puede volver a tomar impulso para reconstruir lo que se ha ido temporalmente hacia abajo. Leí que la vida siempre tendrá una parte injusta, si eso lo tenemos codificado en nuestras propias creencias, tenemos un pilar para dejar fluir cuando las situaciones que ocurren no nos parecen del todo justas. La resiliencia obliga a dos actos básicos del ser humano, entender que hay que seguir el camino con convicción y a no quedarse en el pasado a pesar de lo doloroso que puede haber en esas experiencias que nos bloquean. Lea también: Pandemia impulsó una de las mayores inversiones en tecnología de la historia Hay una realidad innegable dentro de las habilidades corporativas, hay que asumir la responsabilidad de las acciones o de la falta de acción. En nuestra tendencia de victimización se oye poco al que ante la dificultad asuma su impacto. No es regular escuchar: “Es mi culpa” dentro de los ambientes corporativos… ahora que lo pienso tampoco en los familiares, ni en los círculos de amigos. La tendencia humana es a encontrar a los responsables de las cosas que salen mal fuera de mí mismo. A encontrar que yo soy “inocente” y solo una víctima. En múltiples procesos de coaching en los que he trabajado, he encontrado que la mayoría de las veces las personas quieren encontrarse inocentes de sus propias acciones y “metidas de pata”. En el ambiente laboral admiro profundamente a los jefes que mantienen su palabra y que defienden a su equipo a pesar de que él/ella no haya sido quien directamente cometió el error. Lea también: Colombia subió 12 puestos en ranking mundial de sostenibilidad energética El asumir la responsabilidad de las acciones es un indicador enorme de madurez y de justicia con el universo que es loable. En las organizaciones matriciales la responsabilidad se diluye fácilmente porque hay demasiados actores en cada proceso y decisión. Pero digamos que lo decente es hacerse responsable de los propios actos. La vida no es justa. Si tienes un alto sentido de justicia vívela entendiendo eso porque no va a cambiar. Si le das un alto valor a los compromisos rodéate de gente que piensa como tú, porque en la gran mayoría de los casos las personas buscaran cómo culpar a otros inclusive de su propia falta de compromiso. La autogestión es vital en un proceso de crecimiento. Responde por tus actos, aclara las cosas antes de que pasen, si eres líder encárgate de que todos tengan las expectativas claras y nunca te olvides de que hay cosas con las que hay que convivir en un mundo imperfecto donde estamos rodeados de seres imperfectos donde el primero eres tú.