Cada día, al menos 40.000 personas cruzan de Venezuela a Villa del Rosario en Colombia. La mayoría regresa cargada de sacos abultados y maletas que contienen alimentos frescos, ropa y medicamentos, pero alrededor de 1500 no lo hacen, uniéndose a los 4,6 millones de venezolanos que han abandonado su país en busca de trabajo, seguridad y una vida mejor.Mientras que la primera ola de inmigrantes consistió principalmente en hombres de negocios, profesionales y trabajadores, la policía colombiana dice que bandidos y delincuentes están comenzando a llegar porque no queda nada que robar en Venezuela. Se trata de una crisis humanitaria que Colombia está enfrentando admirablemente. Aunque Naciones Unidas y las ONG están ayudando, el apoyo extranjero cubre menos de una quinta parte de los costes adicionales en los que incurre el país, principalmente en atención médica y educación.
Y no es el único precio de vivir junto a la dictadura de Maduro. En las afueras de Cúcuta, la policía tiene un mapa codificado por colores de los 143 km de frontera. Cada color corresponde a un atuendo criminal, que va desde el ELN hasta varias bandas de narcotraficantes, extorsionadores y contrabandistas colombianos y venezolanos. Hasta ahora, se han quedado allí. La tasa de asesinatos en Cúcuta es similar al promedio nacional. Pero ¿por cuánto tiempo más? En febrero, Venezuela rompió los lazos diplomáticos después de que Colombia intentara enviar ayuda humanitaria a través de la frontera en asociación con Guaidó. Maduro alberga al ELN, que dirige la minería ilegal en el sur de Venezuela, y dio la bienvenida a los disidentes de las Farc. En septiembre, Venezuela llevó a cabo una práctica militar cerca de la frontera. Duque dice que no ha emprendido acciones agresivas: "No hemos colocado tropas en la frontera ni hemos volado cerca de ella". El problema es que no hay señales de que las sanciones de Estados Unidos desalojen a Maduro. El cambio político en América Latina, incluida la elección de Alberto Fernández (el “Petro” de Argentina), está debilitando el frente diplomático contra el régimen de Maduro. "La única forma de cambiar el flujo migratorio es poner fin a la dictadura", dice Carlos Trujillo, ministro de Relaciones Exteriores de Colombia. El flujo puede incluso aumentar a medida que las condiciones se deterioran.
Uribe hizo campaña contra el acuerdo de paz, pero Duque lo ha implementado. Está funcionando, aunque de manera imperfecta. Más de 11.000 exguerrilleros han entrado en la vida civil. El Gobierno está avanzando con los planes de desarrollo en las áreas donde operaban. Colombia no está recaudando un gran dividendo de la paz. La tasa de asesinatos se ha mantenido estable desde 2016 a pesar del final de la guerra. Según The Economist, las fuerzas de seguridad están estratégicamente confundidas con las prioridades. El Ministro de Defensa es criticado por haber politizado al ejército. En un movimiento sin precedentes en agosto, un grupo de oficiales retirados publicó una carta quejándose de que la corrupción y el liderazgo deficiente estaban dañando la posición pública del ejército.
Incluso los críticos del Gobierno admiten que la situación no es desastrosa, pero es preocupante. Colombia ha hecho grandes avances en este siglo. Debido a la amenaza que representa Venezuela, la consolidación de la paz interna se ha vuelto aún más urgente.