La televisión entendida como “visión a distancia”, surgió alrededor de 1927 en Europa y llegó a Colombia a mediados del siglo XX. En su origen los contenidos de los programas eran bastante precarios, pero estaban enfocados en ofrecer temas culturales, educativos y de entretenimiento, a pesar de la ausencia de la actual tecnología y medios de apoyo. Sin embargo, se debe reconocer el enorme esfuerzo de los productores, actores y técnicos de aquel entonces, quienes hacían su mayor trabajo de preparación, permitiéndole a los televidentes recibir los mejores contenidos en medio de las restricciones evidentes, por ser un medio incipiente en el país y por no disponer de grandes presupuestos. Con el pasar de las décadas, la televisión ha sufrido enormes transformaciones y estas han dependido de los cambios que se han experimentado en el mundo entero, en materia social, política y cultural. La televisión es considerada actualmente y por supuesto en Colombia, como una de las inversiones económicas con mayor rentabilidad, lo que ha llevado a los dueños y directivos de los principales canales, a realizar un análisis empresarial del sector, buscando la maximización de sus beneficios. La pregunta que vale la pena hacerse entonces, es si esta búsqueda de ganancias por parte de los canales, productores y empresas que participan en la oferta de los programas para los televidentes, sacrifica los contenidos de los mismos. ¿Realmente hay un interés por ofrecer un servicio de calidad o prima la búsqueda del rating? En otras palabras, ¿la búsqueda de ganancias es excluyente con la calidad de los contenidos? ¿Los contenidos de los programas que ven los agentes en la economía están en coherencia con los objetivos de instrucción y educación del país?, y por último, ¿los televidentes realmente pueden elegir lo que quieren ver en televisión y se les consulta sus preferencias? En economía, un bien o servicio público se entiende como aquel que es no excluyente (su consumo no excluye a ninguna persona y por cuyo uso es difícil cobrar) y no rival (el costo marginal de proveer a un televidente adicional, es cero). En este contexto, la televisión se interpreta como un servicio público y de alta demanda por excelencia, en donde los consumidores (televidentes), deben acogerse en gran parte a los contenidos que se ofrecen, pero rara vez o nunca, son consultados para votar por lo que realmente quisieran ver y recibir por parte de los principales canales. Así las cosas, los televidentes no pueden manifestar sus preferencias privadas por los servicios públicos. ¿Beneficios Económicos Vs. Calidad de los Contenidos? Entendiendo que los dos principales canales de televisión en Colombia compiten en un contexto de duopolio a la Stackelberg (competencia en donde hay un Líder y un Seguidor y en donde incluso hay “espías” que están pendientes de las producciones que emitirá el competidor), pareciera que es más el interés de ambos por abastecer por completo la oferta televisiva, y capturar el mayor número de televidentes, que por ofrecer contenidos de óptima calidad en el contenido, en la excelencia en la producción y en el contenido social de estos. Fue clara, la gran oposición que estos dos canales privados tuvieron en la adjudicación de un tercer canal, lo que se refleja como una conducta de barrera a la entrada a este duopolio, conducta que en nada favorece la oferta para los consumidores ni una óptima competencia para la industria. Afortunadamente, es mayoría el número de familias en Colombia, que tienen la posibilidad de acceder a sustitutos cercanos, como lo es la televisión por cable (4.200.000 hogares, equivalente a 81.5%)[1]. Vale la pena aclarar que aun así, este alto porcentaje que tiene la opción de ver televisión por cable sigue viendo televisión abierta a través de su sistema de cable. Los colombianos ven televisión nacional Es importante entender por su parte, que la existencia de este mercado concentrado puede generar que además del irrespeto en los horarios de los programas para los televidentes, quienes ofrecen sus servicios a la industria de la televisión (actores, productores, libretistas, etc.), no cuenten con otro camino posible, al de negociar con estos dos canales privados. (La otra alternativa es la televisión pública y los canales regionales, sin embargo sus presupuestos son muy limitados al igual que sus géneros televisivos. Programas de panel, documentales, informativos y películas extranjeras). Sin embargo, y cuando las producciones objeto de negociación, cuentan con una excelente calidad, son estos dos canales quienes pueden competir por el precio que ofrecen para adquirir los derechos, reflejando una actitud que simula una especie de subasta, en donde se puja por el precio. Por eso, el afán de cerrar pronto los negocios en las producciones y allí tener el total derecho de las mismas. ¿Cómo se Mide el Rating y las Ganancias de los Canales de Televisión? El rating se mide minuto a minuto, a través del conteo del número de televisores encendidos por parte de los colombianos. Esta medición la realiza IBOPE, a través del Panel de Hogares y apoyada en software especializado para medir las pérdidas y ganancias de audiencia[2]. Por supuesto el costo de pautar varía, dependiendo del rating en determinados horarios, por lo que este costo de publicidad además de variable en el tiempo, es directamente proporcional a la audiencia de los programas y hace que de algún modo, quienes pautan tengan una responsabilidad indirecta de los contenidos. Los principales ingresos de los canales de televisión se basan en la venta de espacios para pauta publicitaria. Es bastante interesante comprender que cuando las empresas deciden pautar, estas se reúnen con un ejecutivo que diseña un paquete de pauta, el cual propone una distribución de los comerciales en diferentes horarios y espacios, por lo que posteriormente es posible medir el número de televisores que estuvieron encendidos en el momento de emisión del comercial, así como cuantos cambiaron de canal. Por supuesto, esto no garantiza que los televidentes hayan atendido al comercial, pero aumenta la probabilidad de captar la atención de los consumidores, por lo que esto tiene un precio muy alto. ¿Cómo Estamos en Materia de Regulación? A partir del cierre de la Comisión Nacional de Televisión en Colombia, en 2012, la función de regulación pasó a manos de la Autoridad Nacional de Televisión (ANTV), quien a propósito en los últimos días abrió una investigación en contra de los dos canales principales de televisión privada colombiana, por emitir contenidos inapropiados (en los realities y novelas en la franja comprendida aproximadamente entre las 7:00 p.m. y 10:00 p.m., horario considerado como Prime Time). Habrá que esperar las decisiones que se tomen, resultado de la deliberación de la Junta Directiva de la ANTV, encargada de fallar a favor o en contra de estos canales. Pero vale la pena anotar, que las multas que se imponen en estos casos, son significativamente menores a las ganancias obtenidas por el rating. Otra figura que se creó en la búsqueda de proteger a los televidentes de contenidos no aptos, es el Defensor del Televidente, que se emitía inicialmente en horarios de poca audiencia, por lo que no es clara su verdadera efectividad. También existe por supuesto, un anuncio al inicio de cada programa, en donde se advierte de los contenidos de los programas y se recomienda que estos no sean vistos por menores de edad o la compañía de adultos responsables. ¿Son estas “señales del mercado” medidas suficientes para lograr advertir acerca de los contenidos a los televidentes que sintonizan los canales en las diferentes franjas?, es más, teniendo en cuenta que el Defensor del Televidente es un empleado del mismo canal, ¿habrá objetividad total en su labor? Es importante saber, que por Ley, la televisión colombiana no tiene censura, ya que se debe permitir la libre expresión, aun así, los contenidos deben respetar las franjas horarias de emisión de los programas. Otro aspecto por analizar, es que los canales y en general los medios de comunicación escritos y radiales, clasifican a los consumidores en diferentes grupos socioeconómicos, con diversas preferencias, por lo que los contenidos y el tipo de pautas publicitarias, cambian a través de los horarios y días. Esto se puede comprender como una “discriminación de contenidos”. Se ofrecen “productos diferentes” para “televidentes diferentes”, y esto en parte no está mal, en el sentido de respetar y comprender que existen preferencias distintas. No siempre los televidentes se sienten inconformes, pero sería conveniente que el Estado mejorara las políticas de participación ciudadana en la elección de los contenidos. Los canales han manifestado la aplicación de una encuesta que se realiza a los televidentes, con el fin de que ellos sean quienes elijan los contenidos que desean ver. Estos canales hacen Focus Group, por lo que es probable que la encuesta sea la Encuesta Nacional de Hogares del DANE, o La Encuesta de Gustos y Hábitos de los Televidentes contratada en 2008 por la CNTV y realizada por IPSOS- Napoleón Franco. Más sin embargo, sería interesante poder conocer la estructura de la encuesta, la naturaleza, tamaño y representación de la muestra encuestada y por supuesto los resultados de la misma. En conclusión, es una realidad que para la mayoría de empresas involucradas en la producción de televisión, los intereses primordiales son la búsqueda del incremento de las utilidades y el rating. Sin embargo, el rating también se podría incrementar a medida que se identifiquen las verdaderas necesidades de los televidentes, incluyendo una mayor calidad de los contenidos e involucrando el rol que la televisión y los medios en general, juegan en la construcción cultural, política, social y económica de un país. En otras palabras, el beneficio privado de los canales no debe estar en contra de la búsqueda del beneficio social. El ejemplo que los canales y medios de comunicación están entregando actualmente no es precisamente el que deberían dar empresas de tan alta calidad y prestigio como los son los canales privados. Es obligación de la televisión (por Ley), el brindar temas de educación, entretenimiento, transmisión de valores e identidad de país. No todo es malo por supuesto, hay que rescatar la labor de algunos canales regionales y también de los mismos canales privados nacionales, en labores sociales y en temas de responsabilidad social. Ahora bien, hay que reconocer la enorme contribución de las redes sociales en la actualidad, como medio de expresión de los televidentes y las denuncias que allí se exponen con respecto a los contenidos, ya que por su naturaleza, las reacciones de interacción de las personas, con respecto a los contenidos, se hacen en tiempo real. Pero es claro que aún hay mucho por mejorar, para los cerca de 5.200.000 hogares que acceden a la televisión en Colombia en la actualidad. El espectro electromagnético es propiedad del Estado y los canales de televisión existen gracias a que se les otorga una concesión para poder operar a través de ese espectro y emitir sus producciones. Esto es un contrato con el Estado en el que hay por ley unas obligaciones y la gran pregunta es si los concesionarios están cumpliendo a cabalidad las obligaciones que implica este contrato.[1] “Colombia, el país con más hogares con TV pagada en América Latina”. Diario Portafolio.En: http://www.portafolio.co/internacional/colombia-mas-hogares-tv-pagada-latina[2] Fuente: http://www.ibope.com.co/