Harto se ha escrito sobre los resultados de la  encuesta de opinión de IPSOS y Napoleón Franco - contratada por unos medios de comunicación, entre ellos SEMANA- publicada recientemente, en dónde los índices de la imagen favorable del presidente Santos disminuyen y el que mide el grado de optimismo de la sociedad también presenta una similar tendencia. Ha llamado la atención porque sus resultados, en cierta medida, no están correlacionados con la lista de aparentes  buenas noticias que se han recibido en el país en las últimas semanas, entre ellas: la realización de la VI Cumbre de las Américas en Cartagena -exitosa en su aspecto organizativo y logístico-,  la disminución de los índices de desempleo, la inversión extranjera que llega en cifras nunca antes vistas y los elogios de los líderes empresariales del continente, que asistieron a la Cumbre, sobre el desempeño y las buenas perspectivas de la economía colombiana.   Los resultados de la encuesta pueden ser vistos,  desde el plano económico, como un divorcio entre las buenas noticias y el optimismo en la sociedad, ocasionado por el contraste entre los grandes titulares de prensa y la realidad en la que vive la gran mayoría de la población;  situación que va más allá de la coyuntura y es una constante en la última década explicada quizás por el modelo de desarrollo económico que ha imperado. Desde el punto de vista político, para el presidente, los resultados son alentadores.   Lo económico. La encuesta muestra  que las preocupaciones de la ciudadanía, en su orden, se centran en: desempleo (42%), inseguridad ciudadana (21%), costo de vida (21%), corrupción (15%), pobreza (11%) y violencia –“no hay paz”- (11%). Adicional a lo anterior, el 54% de los colombianos consideran que la situación económica del país es muy mala, frente al 46% que la considera muy buena, siendo esta medida interesante cuando se observa que en el estrato bajo el 66% de los encuestados pusieron la nota más alta en la calificación negativa de la economía, mientras que el 75% de los encuestados del estrato alto la calificaron como muy buena; esto ilustraría el divorcio aludido. Las buenas notas económicas no se sienten en los mayoritarios sectores de la población de bajos ingresos; casi se puede decir, apropiándome del recurso argumentativo del Ministro de Hacienda, con una ligera distorsión, que el  segmento de la población más pobre come el popular  “calao”  viendo que otros se comen una tostada  untada con la mermelada de la prosperidad. Más que los programas de vivienda gratis, y otros de la misma inspiración, que ojalá tengan los resultados esperados y objetivos más ambiciosos ya que también son necesarios, se requiere una redefinición del modelo de desarrollo que hasta ahora no es incluyente. Así mismo, podría existir un abismo de las estadísticas económicas con la realidad. La disminución de los índices de desempleo, aportados por el DANE, no estaría conectada con la condición que soportan un número importante de personas y  familias; el índice ha sido cuestionado de tiempo atrás por la metodología, no muy rigurosa, con la que se construye; quizás la realidad confirma que el índice puede estar equivocado; sí el vendedor callejero, por ejemplo, sin seguridad social, sin un salario mínimo estable, sin gozar de los beneficios de una caja de compensación  y de otros de carácter  laboral está considerado en la masa de los empleados  estaría dando la señal  que el indicador puede estar errado. Si existe una alta preocupación por el costo de vida, entonces: ¿Cómo se podrían explicar los anunciados éxitos de las autoridades monetarias en su lucha contra la inflación? Otros interrogantes se pueden plantear para, finalmente, cuestionar, profundamente, la pertinencia del modelo de desarrollo y sus mediciones en la medida que  se quiera buscar una sociedad incluyente y con una riqueza mejor repartida.     Mirando históricamente, en la década,  durante los ocho años del gobierno de Uribe  el 54,93% de los colombianos creían que el país iba por buen camino – si se corrige el pico atípico en la medición del optimismo en muestra  posterior a la llamada operación Jaque (87%), el promedio quedaría en 52.43% -. Durante el gobierno de Santos la media se sitúa en 51,25%, es decir, aunque una cifra relativamente menor, el clima de optimismo en los últimos diez años no ha variado mucho en los colombianos.   Lo político. Aunque la metodología de la encuesta - además de la lejanía del próximo certamen electoral  y la decisión no anunciada de Santos de presentarse o no a la reelección -  no deja espacios para realizar proyecciones electorales, sus resultados si permiten, a priori, mirar algunos posibles efectos electorales si el presidente decide ser de nuevo candidato. El 61%  de los ciudadanos que votaron por Santos en la segunda vuelta tienen una imagen favorable de él, frente a un 27%  que , a pesar de votar por él, hoy  manifiestan tener del presidente una imagen desfavorable; el 58% de los que, en la segunda vuelta, votaron por Mockus también dicen tener una imagen favorable del presidente y un 52% de los ciudadanos que no votaron en las pasadas elecciones presidenciales igualmente manifestaron una favorabilidad hacia Santos, indicadores que permiten inferir no solo que el presidente gozaría todavía de una mayoría de su potencial electoral sino que, además, podría atraer a un sector de los votantes de Mockus (de los que seguramente perciben que no es Uribe III); así mismo mostrarían, además, que, quizás, el costo de su pelea con Uribe sería la pérdida de un 27% de su potencial electoral; si acierto, sería un costo político mínimo y, por ahora, su camino reeleccionista estaría despejado, sobre todo si sus opositores están buscando la fórmula del payaso y del titiritero (o “tuitero”) – candidatos a Presidente y Vicepresidente-  para el espectáculo del circo, cuyas graderías las ocupan quienes aplauden a quienes no observan a la Ley y buscan los esguinces para su provecho, en detrimento de la democracia colombiana.   Los resultados de la encuesta, por lo tanto, no pueden ser considerados por el gobierno como catastróficos  desde el punto de vista político; estos muestran que en esta materia ha maniobrado exitosamente, conservando los ases del triunfo a corto plazo.  Pero lo que si debe preocupar es que la sociedad, en su conjunto, no se está beneficiando del buen momento económico, en donde los sectores menos favorecidos no están participando con la misma dinámica de la bonanza; así lo viven y manifiestan, no perciben a corto o mediano plazo que su situación personal y familiar vaya a mejorar. Se requiere una transformación estructural del modelo económico, además de programas de orden asistencial sino se quieren sorpresas en el camino.