Iván Duque se le fue su primer año de gobierno en cazar peleas impuestas por su jefe Uribe, en promesas incumplidas y en lidiar con una crisis de identidad que lo ha condenado a gobernar un país tan complejo como Colombia sin saber realmente quién es. No invirtió su capital político en la construcción de su hoja de ruta, como dictaría la lógica, sino en ver cómo le cumplía a su alter ego en su pretensión de destruir a la JEP. Lea la columna completa aquí