Según lo informado por Ecopetrol, en los primeros 43 días de este año, ha sido "volada" en seis oportunidades la infraestructura de Caño-Limón Coveñas y 5 veces los tubos de los sistemas Trasandino y Monsoya-Orito. El año pasado, el balance fue todavía más crítico: en total hubo 107 voladuras. El resultado es un enorme impacto ambiental que origina contaminación en las fuentes de agua y afectación a toda fauna y flora. A esto se suma la posibilidad de un impacto en términos de personas heridas o muertas, pues el propio Ecopetrol pidió a los habitantes de las zonas afectadas no acercarse al lugar de los atentados y evitar cualquier tipo de chispa que pudiera generar una conflagración. Lea también: El multimillonario que donará US$1.000 millones para proteger el 30% del planeta Lo que sorprende es que en medio de esta ola de atentados, las cifras de producción se mantengan prácticamente intactas. Según los datos obtenidos por Dinero, la producción diferida, es decir la cantidad de barriles que se deja de producir por distintos factores, incluidos los atentados, el año pasado apenas llegó a 11.000 barriles en el caso de Ecopetrol, responsable de más de 700.000 barriles de la producción diaria colombiana. Eso significa que el indicador fue de apenas 30 barriles por día. En otras ocasiones de la historia, el impacto por atentados había llevado este indicador a 7.000 barriles por día. ¿Cómo se logró que la tendencia revirtiera? El asunto es que las autoridades y las empresas han logrado establecer una estrategia que ha llevado a que el impacto por los atentados se reduzca. Para ello han sido necesarias inversiones en nuevas tecnologías que permiten articular mejor todo el sistema de oleoductos para mantener activo el transporte de crudo a pesar de cualquier eventualidad. Eso significa simplemente que ahora cuando hay un atentado en un punto de uno de los tubos, el petróleo puede salir por otra vía, lo que lleva a que la producción se mantenga continua. El tema es sensible, porque antes, cuando se presentaba un atentado, en muchas oportunidades era necesario parar la producción en pozos tan importantes como Caño-Limón que hoy representa cerca de 50.000 barriles por día. Hasta ese momento solo se contaba con el expediente de almacenar crudo, tarea que solo se podía extender por cinco días. Al finalizar este plazo, el freno a la producción era inevitable. Lea también: Robo de gasolina así logró Colombia llevarlo prácticamente a cero Ahora, gracias al nuevo sistema de articulación entre oleoductos, se ha alejado la posibilidad de parar la producción, lo cual realmente tiene un impacto considerable, desde el punto de vista económico. Actualmente Colombia cuenta con una red de oleoductos de cerca de 5.000 kilómetros donde se destacan el Oleoducto Caño Limón Coveñas, el Oleoducto Bicentenario y el Oleoducto de los Llanos, entre otros. Colombia logró cerrar 2018 con un incremento en su producción de crudo, cerca de los 880.000 barriles, lo que permitió aprovechar el buen momento de precios que se registró durante buena parte de esa vigencia. Este panorama contrasta con lo que ha pasado en Venezuela, economía que depende del crudo como principal generador de divisas. Allí la producción ha venido cayendo desde prácticamente los 3 millones de barriles por día a cerca de un millón. Lea también: De los atentados, al robo de crudo Lo que muchos expertos están esperando es que en algún momento de los próximos años, o inclusive meses, Colombia alcance a Venezuela en niveles de producción de hidrocarburos. Eso era impensable hace años. Todo indica que los atentados a la infraestructura petrolera no serán un obstáculo para que ese hito se dé. En consecuencia, la discusión sobre este tema pasa más por lo ambiental que por lo económico.