No todo el país está encerrado por la cuarentena. Y no todas las familias están en sus hogares en espera de una vacuna o pendientes de que el Gobierno permita salir a trabajar. En efecto, millones de campesinos y empresarios del campo salen cada madrugada a sus rutinas agrícolas diarias. En algunos municipios productores de alimentos ya está el virus. Sin embargo, las autoridades centran su atención en las grandes ciudades en donde el contagio se extiende con más rapidez.
Pero muchos temen que con la apertura gradual de algunas actividades económicas y de los sistemas de transporte regional, la pandemia llegue masivamente a los cascos urbanos de esos municipios productores. En tal caso, varios factores incidirán en el número de afectados. Si en las ciudades grandes no hay tapabocas, alcohol, unidades de cuidados intensivos (UCI), médicos ni dinero suficiente para atender la emergencia, cómo será la situación de estas poblaciones donde hay un porcentaje más alto de adultos mayores y de personas vulnerables. Según un mapa del Ministerio de Salud, en el departamento del Meta, una de las regiones más productivas del país, hay solo 67 UCI entre Villavicencio y Granada. Una región de 85.000 kilómetros cuadrados, dos veces el tamaño de Suiza. Así va el campo Miles de cultivadores lo piensan dos veces a la hora de preparar el terreno para una nueva siembra en el segundo semestre del año. Lo hacen ante dificultades como los bajos precios, trabas para acceder al crédito a pequeños cultivadores, exceso en producción de productos perecederos y baja demanda en algunos alimentos. “Me preocupa que los cultivadores no puedan cosechar y movilizar sus productos a los centros de venta. Si no logramos sacar la producción, corremos el riesgo que no vuelvan a cultivar y tener problemas de abastecimiento en el futuro”, dijo a Dinero el ministro de Agricultura, Rodolfo Zea. Ante eso, la política pública incluye un plan para poner en el mercado cerca de 4,4 millones de toneladas de alimentos perecederos que saldrán a oferta entre mayo y junio. El Ministerio promocionará esa gran oferta en plataformas electrónicas al tiempo que subsidiará su transporte. “Estamos afinando la logística para comenzar en los próximos días”, dijo el ministro. En las últimas semanas estalló una polémica sobre problemas en la asignación de cupos de crédito para pequeños, medianos y grandes cultivadores. Al respecto, el funcionario indicó que hicieron el proceso con transparencia y que la Fiscalía tiene la última palabra. Sin embargo, está claro que los más pequeños encuentran dificultades de acceso al capital debido a que ya no tienen cómo respaldar los préstamos.
El año pasado el agro colombiano produjo 56,5 millones de toneladas de alimentos. Esa cifra puede disminuir en este y el año entrante como consecuencia del desánimo o agotamiento financiero de los cultivadores. El presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Jorge Enrique Bedoya, explicó a Dinero que los hogares colombianos privilegiaron en el último mes el consumo de alimentos, en detrimento de otros gastos. Eso le dio una ventaja al sector. Pero no están consumiendo todo tipo de alimentos: los perecederos son los más afectados, mientras que granos, panela y huevo son los alimentos ‘refugio‘ por estos días.
La SAC menciona varios grupos poblacionales que tienen distintos intereses de consumo. El primero es el de la informalidad. Esta población, que incluye a muchos venezolanos, escasamente compra arroz y harina. A otro gran grupo lo integran millones de trabajadores de la construcción, manufactura, artistas e independientes. Y un tercer sector abarca a los empleados públicos y privados, que en su mayoría mantienen un salario pero con gran incertidumbre de los que pueda pasar a corto plazo con las empresas y negocios. “Todos cuidan cada peso y a la hora de comprar van con la mentalidad preformateada: consumir lo esencial, que pueden ser granos, enlatados y huevos”, dijo Bedoya. Hoy mandan tanto el precio como los alimentos que resisten más tiempo sin dañarse. Mucha gente ni siquiera piensa en alimentarse mejor para mejorar defensas naturales ante un contagio. A esto se suma el cierre de los canales institucionales, como los restaurantes (corrientazo), asaderos de pollos y cafeterías de colegios y universidades. “Hay empresas avícolas que solo le venden a asaderos, ellos están en una situación muy complicada en estos días”, dijo la SAC. Todo es una cadena: si el obrero o ama de casa no va a la fama, el frigorífico no recibe animales por lo que el sector pecuario se queda con mayores costos de mantenimiento y cero flujo de caja. Las ventas de carne de cerdo y aves cayeron 40%, lo que afecta más a los porcinos, debido a su ciclo más largo. La producción de pollos se puede ajustar en los 42 días que les toma crecer.
La producción de papa, cebolla, frutas, lechuga y otros perecederos se ha convertido en un problema por la poca demanda y los precios bajos. El dólar, por encima de $4.000, proyecta otro nubarrón sobre el sector. Algunos insumos importados como el maíz y la soya impactarán los precios de producción de pollos y cerdos, pues representan 75% de la canasta de costos. En papa la situación también es oscura. Camilo Prieto es un papicultor de Ubaté y miembro del consejo de Fedepapa. Cuenta que hay exceso de oferta, lo que llevó a que el precio por carga cayera de $120.000 a entre $70.000 y $80.000. El bulto de abono pasó en el último mes de $96.000 a $115.000, la urea, materia prima de este insumo, viene de Rusia y China. A todo esto se suma el alto costo de la mano de obra y la casi inexistente mecanización en el proceso de cosecha. Además, no es fácil acceder al crédito. Según Prieto, el Banco Agrario pide fiador y garantías muy altas. “Estoy reportado en Datacrédito y todo el mundo sabe lo que es conseguir un fiador en estos días”, aseguró. En el caso del arroz, los precios están altos comparados con 2017 y 2018. Esto se debe, según el presidente de Fedearroz, Rafael Hernández, a un ajuste en la sobreoferta de años anteriores. “Estamos volviendo al precio de 2016, por eso parece alto”, aseguró el directivo. Agregó que en agosto y septiembre vendrá la cosecha más grande del año. Según el recuento sectorial de Bedoya, “en banano hay pedido internacional y varias empresas del sector han hecho importantes donaciones a grupos vulnerables. En flores, las ventas han caído dramáticamente, aunque hay alguna expectativa por el día de la madre. En el caso del aguacate se prevé que sigan las ventas a mercados como el chino en el segundo semestre. Mientras que en tilapia se han cancelado muchos pedidos, tras lo sucedido en Nueva York con la epidemia”.
El desayuno de los colombianos también presenta un balance mixto. El huevo tiene grandes ventas, así como el cacao, que al tiempo se ve afectado por cancelación de pedidos internacionales. La producción de leche sigue afectada por la informalidad y la alta oferta. Colegios, queseros y universidades han reducido sus pedidos. “Ahora vendrán más lluvias por lo que habrá más pastos y mayores excedentes”, dijo la SAC. Eso sin contar los efectos de la leche, papa, cereales y otros productos importados de Canadá, Estados Unidos y Europa. El café todavía tiene un precio internacional aceptable favorecido por el dólar al alza. En los próximos días el reto consistirá en organizar a 130.000 recolectores. El Ministerio planea que las fincas se organicen por días para evitar grandes movilizaciones de personal y minimizar los contagios. Incluso, autorizó que jóvenes de 16 y 17 años trabajen en las fincas con el permiso de sus padres. El consumo de alimentos está muy alineado con las dinámicas de la economía. Si en el próximo mes se reactivan progresivamente sectores como construcción y manufactura, cerca de 4 millones de trabajadores, el panorama de venta de alimentos podría cambiar. El problema central estará en la capacidad de los agricultores para mantener la producción. Hasta febrero venía muy bien, pero podría caer en el segundo semestre por falta de liquidez, control de precios y estimulación del consumo. Hay mucho en juego sobre la mesa.