Cosas del día a día como la crema dental, el jabón, el maquillaje, el papel de baño y hasta las toallas higiénicas contienen aceite de palma. Y no es un elemento nuevo. En Colombia la palmicultura tiene una tradición de 60 años y el país ya tiene unas 500.000 hectáreas de palma de aceite sembradas. Esas cifras consolidan al país como el cuarto productor en el mundo –detrás de Indonesia, Malasia y Tailandia–, y el primero en América. El sector palmero colombiano tiene más de 6.000 productores, de los cuales alrededor de 5.000 son pequeños. Entre ellos se encuentran los 220 asociados que conforman a Palmicultores de Norte (Palnorte). Su gerente, Mauricio Vargas, hace hincapié en la importancia geográfica de Norte de Santander para el sector. “El Catatumbo es una de las mejores zonas del país para sembrar palma. La luminosidad y las lluvias constantes hacen prescindir a los cultivadores de un sistema de riego artificial”, asegura. De Cúcuta a Tibú hay 120 kilómetros de carretera y justo en el kilómetro 95, en la vereda La Serena, está ubicada la planta extractora de Palnorte. La compañía comenzó la construcción de la planta en 2012, cuando apenas contaba con 96 socios pequeños y diez medianos. En junio de 2015 inició la operación a un ritmo de 15 toneladas de palma procesada cada hora y, casi cinco años después, 220 socios constituyeron una junta directiva diversa, sin socios mayoritarios, y además, triplicaron su producción a 45 toneladas cada hora, es decir, 220.000 toneladas cada año. De las 40.000 hectáreas sembradas de palma que hay en Norte de Santander, Palnorte tiene el 25 por ciento, con el cual genera 176 empleos directos y más de 1.000 indirectos en toda la región. Lea también: El molino de los sueños de los agricultores de Asozulia “Como este es un negocio a largo plazo debe estar bien hecho”, dice Vargas. Por esa razón, en Palnorte no hay procesos químicos, sino solo mecánicos. Desde hace dos años, la compañía hace parte del proceso de autenticación del estándar de sostenibilidad (RSPO, por su sigla en inglés), que espera conseguirlo en 2020 para diseñar una estrategia que no amenace a la biodiversidad, además de implementar buenas prácticas laborales y sociales. Un ejemplo significativo, teniendo en cuenta lo anterior, se desarrolló en La Gabarra, corregimiento de Tibú, donde sus habitantes han encontrado en la palma nuevas oportunidades de vida. Con el interés de los campesinos en sembrar esta planta, Palnorte llegó en 2017 y abrió una oficina. No tenían quién se encargara de administrarla y encontraron en Carolina Ruiz la persona ideal. Ella creció en La Gabarra y más adelante se ganó una beca para personas desplazadas por la violencia, estudió agronomía y Palnorte la vinculó a su equipo. Un año después, 520 hectáreas de palma fueron razón suficiente para que el Ministerio de Agricultura entregara un crédito por 8.000 millones de pesos para continuar con la siembra. “El desarrollo sostenible en el Catatumbo es hoy una realidad. Gracias a las inversiones y con el apoyo técnico, la gente cree en el proyecto y se siente acompañada”, concluye Ruiz.