Esteban ha sido mi parcero toda la vida, él y su hermano, Brayan, son unos hombres disciplinados que saben qué quieren y que cada día nos llenan de orgullo a mí y a mi esposa, Carolina. La historia del ciclismo en la familia empezó porque yo, desde muy joven, he sido un ciclista aficionado. A los 18 años, cuando estaba terminando el bachillerato, pude comprarme mi primera bicicleta y desde ese momento no me he bajado del deporte. A Esteban y a Brayan los educamos en este mundo.Los entrenamientos comenzaron cuando él tenía 13 años. Iniciamos con la pata del Vino, así le llamamos al punto en donde empieza el ascenso a este alto que se encuentra saliendo de Bogotá por la calle 80. Cada año íbamos más lejos. El ciclismo es un proceso, cada vez uno hace más horas. Así que a medida que Esteban crecía íbamos más lejos. Cundinamarca tiene unos paisajes privilegiados para esto.Salíamos muy temprano entre semana, hacia las seis de la mañana. Esteban me decía: “Bueno, ¡vamos que ya amaneció!”. Siempre ha amado lo que hace. Generalmente rodábamos por la calle 80 hasta la pata del Alto del Vino, luego hasta la cima y a medida que Esteban era más fuerte, empezamos a bajar seis kilómetros hasta un punto que llamamos la Quebrada y luego seguimos a San Francisco de Sales y finalmente a La Vega. Esto nos marcaba 120 kilómetros desde Villas de Granada, el barrio de Bogotá que siempre elegíamos para vivir por su cercanía a una de las mejores carreteras para entrenar del altiplano.Generalmente a las nueve de la mañana ya estábamos en casa duchados, yo me iba a trabajar en la fábrica de muebles que tenía y Esteban se ponía a hacer sus tareas. Su jornada escolar era la de la tarde, otro aspecto que también planeamos para que pudiera entrenar. Pero en un punto tuve que soltarlo. Una cosa es la iniciación y otra es el deporte de elite, así que lo dejé para que entrenara con los grandes. Lo preparé hasta sus 14 años y medio, luego él entró al Colombia es Pasión y empezó a crecer sin parar.Entonces, a Carolina y a mí nos empezó a cambiar la vida. Hace diez años, pensar en ir a Europa era tan loco como ir a la luna. Hoy, Europa está a diez horas en avión. Cuando era niño, yo era el soporte de mi hijo, ahora las cosas son al revés. Un día Esteban me dijo: “Ya papi, no trabajes más en la fábrica de muebles, haz lo que a ti te gusta”. Entonces tuve la fortuna de empezar a vivir el ciclismo con la Fundación de Esteban Chaves.Brayan y Esteban se fueron de casa, Carolina y yo vivimos en Tenjo, y ellos juntos en el mismo barrio, Villas de Granada, cuando están en Bogotá. Ambos son un ejemplo de disciplina, Brayan (20 años) en el EPM y Esteban en el Orica. Los dos son uno, se apoyan en su profesión y llevan alegría a todas partes. Algo que me llena el corazón porque la vida es eso: alegría.*Padre de Esteban Chaves.