El ‘Santiagazo’ sacudió al presidente Iván Duque. Ocurrió el pasado viernes 18 de octubre en la capital de Chile y marcó el inicio de un profundo estallido social del que ese país aún no se recupera. Las imágenes fueron impactantes. Nadie esperaba que, de un momento a otro, la nación que hasta entonces había sido vista como el ejemplo a seguir en América Latina estallara en llamas. 22 muertos, 2.200 heridos, 6.662 detenidos, destrozos estimados en 4.500 millones de dólares (unos 13 billones de pesos colombianos) y un presidente tambaleándose y pidiendo perdón ante unos manifestantes que hicieron pedazos el metro y lo que se encontraron a su paso. Sebastián Piñera no tuvo otra salida que dar el brazo a torcer y abrir la puerta para redactar una nueva Constitución.

Con ese preocupante espejo a 6.481 kilómetros de distancia, transmitido en vivo y en directo por televisión, el presidente Duque tomó una decisión esa noche: activó todas las alarmas en la Casa de Nariño para evitar a toda costa que Colombia siga el mismo camino.

Hacía apenas dos semanas, el 5 de octubre, el mandatario había terminado su agenda con una notificación de un paro organizado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). "Contra Duque, sus reformas laboral y pensional. Por el cumplimiento de los acuerdos y el derecho a la protesta”. De esa forma, ese sábado a las 8:47 p.m., la CUT había anunciado una convocatoria nacional con fecha establecida: el 21 de noviembre.

La noche del ‘Santiagazo’ llegó para cambiarlo todo. No solo en Chile. También en Colombia. A partir de ese momento, el 21 de noviembre adquirió otra dimensión para la jornada de la CUT. La “primavera chilena” le puso presión a los sindicatos y al propio presidente y su gabinete. Sin ese factor de por medio, hasta ese momento todo parecía ser una manifestación más. Una protesta similar para un Gobierno que en sus primeros nueve meses de gestión tuvo que sortear casi 100 días de paro de forma consecutiva. Primero fueron los estudiantes y profesores, luego vinieron los indígenas con su minga en el Cauca. La oposición lo había advertido: la crítica a Duque sería desde las plazas públicas, con agitación social.

Por eso, a 48 horas del ‘Día D’, en la Casa de Nariño se vive una gran tensión. Nadie habla de otra cosa. Tampoco nadie oculta el nerviosismo ante un paro que podría marcar un antes y un después en la gestión de un presidente que no ha logrado conectarse ni con el Congreso ni con la opinión pública. El Capitolio acaba de mandarle un mensaje contudente al lograr, en un hecho sin precedentes, la salida de su ministro de Defensa. Y, como si eso fuese poco, 7 de cada 10 colombianos desaprueban su gestión, según la última medición de Gallup.

Bajo ese panorama, ¿cómo se viven en el Gobierno los días previos al 21 de noviembre? En el último consejo de ministros, realizado el lunes, el plato fuerte fue uno solo: hablar del paro. Ese día, el análisis se centró en las razones que han esgrimido todos los sindicatos y las organizaciones sociales para salir a marchar. Aunque Duque no ha suspendido su agenda normal de Gobierno y ha viajado a otras regiones del país, su cabeza desde hace un mes está “en modo paro”, dicen fuentes cercanas al mandatario.

En los últimos días, sus colaboradores decidieron crear un grupo de WhatsApp para organizar la estrategia política de cara a lo que ocurrirá el jueves. A través de ese canal circulan principalmente documentos llenos de cifras y declaraciones oficiales con los que se intenta desmentir lo que vienen advirtiendo los manifestantes: la reforma laboral y la pensional podrían lesionar los derechos de los trabajadores.

“El gran desafío que tenemos es que esta convocatoria no termine siendo un intento de golpe de Estado, ni tampoco un plan de largo plazo para incendiar al país. Por esa razón, el presidente está personalmente al frente de todo”, dice una persona del primer círculo del mandatario.

Duque pidió hacer un inventario de dos cosas. En primer lugar, solicitó armar un listado con todo lo que se viene diciendo en las redes sociales, principalmente por parte de líderes de la oposición con alcance e influencia, como Gustavo Petro o Jorge Enrique Robledo. Punto por punto, Duque pidió dar respuestas inmediatas ante esas versiones que han calado entre la gente. De unos días para acá, el presidente ha subido el habitual tono diplomático y conciliador de sus interveneciones y ha calificado como “noticias falsas” que esté pensando en acabar Colpensiones; en aumentar la edad de pensión; en disminuir el salario mínimo; en acabar las horas extras; en decretar más impuestos para la clase media; en privatizar Ecopetrol o ISA.

“No podemos dejar que el odio sea el que termine calcinando calles, este país necesita darle prioridad a construir antes que destruir”, ha dicho Duque.

En segundo lugar, en los últimos días, el mandatario les exigió a sus ministros salir a dar la pelea y resaltar la gestión que se ha hecho en estos 15 meses. No es la primera vez que ha hecho este reclamo, a veces con un evidente tono de molestia porque los funcionarios técnicos no comunican. En este rol, buena parte de la vocería ha recaído en la ministra de Trabajo, Alicia Arango, quien por todos los medios ha dicho que una eventual reforma laboral o pensional solo saldrá adelante en una mesa de concertación con todos los sectores.

Jornadas muy extenuantes

El fin de semana, el equipo de Palacio tuvo días maratónicos. Por un lado, Duque activó personalmente un Puesto de Mando Unificado (PMU), acompañado de la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, y el nuevo ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, para monitorear el paro y tomar decisiones en caso de que se desaten hechos de violencia. La reunión con los ministros y la cúpula militar duró hasta casi las 10:00 p.m. La gran conclusión fue que el riesgo de vandalismo está latente. Además, la posibilidad de una infiltración de manifestantes internacionales, llegados de Venezuela, también se escucha en el discurso oficial. Nada está descartado. La inteligencia militar está atenta y se expedirá un decreto que dará vía libre al toque de queda, en caso de ser necesario.

“Ya se han expulsado a 18 ciudadanos extranjeros para evitar desmanes. Nosotros protestamos contra el entonces presidente Santos sin hacer daño, ojalá no infiltren la protesta. Estamos proponiendo que se haga un cordón humanitario para blindar los bienes públicos y privados. Este Gobierno está fomentando el diálogo social y el paro nos ha servido para hacer más pedagogía e impulsar un diálogo continuado”, asegura el representante a la Cámara Edward Rodríguez, del Centro Democrático.

Con ese propósito que plantea Rodríguez, Duque no solo estuvo al tanto del PMU el sábado, sino que decidió desempolvar una estrategia de comunicación para llegarle a más ciudadanos. El formato ya lo había usado cuando cumplió sus primeros 100 días. Por eso, pidió armar rápidamente un programa de televisión por Canal Institucional. Y así fue. Al otro día, el pasado domingo, desde las 6:00 p.m., el presidente moderó el espacio ‘Conéctate con Duque’. En redes sociales, la instrucción fue clara: todas las cuentas institucionales se volcaron a Twitter para posicionar de tendencia este espacio que busca “conectar al presidente con la gente”, como dice un funcionario en la Casa de Nariño.

En una transmisión que duró más de dos horas y que fue retransmitida por diferentes canales regionales, Duque entrevistó personalmente a varios de sus ministros: Trabajo, Educación, Agricultura, Interior, Transporte, al director de Planeación Nacional, al director de Colpensiones, etc. Todos negaron al unísono lo que dicen los sindicatos.

En medio del programa, en una frase, Duque resumió lo que piensa del paro: “La protesta social pacífica es un derecho de los colombianos y es un deber del Estado, de los gobernantes locales, garantizar su ejercicio; pero también es un deber de todos rechazar censurar, acusar, develar y sancionar ejemplarmente a quienes pretenden apelar a la violencia, al vandalismo y al pillaje, para atentar contra los derechos de los colombianos”.

Tras la moción de censura contra el ministro de Defensa y el paro en ciernes, algunos al interior de Gobierno pensaron que era el momento oportuno para hacer cambios en el gabinete y reorganizar las fichas para intentar calmar la creciente presión social y, de paso, tender puentes con el Congreso. Pero nada de eso ocurrió y el Gobierno llega a este impredecible 21 de noviembre con poco músculo político y con una ciudadanía indignada porque se le ocultó la trágica muerte de al menos ocho niños en el bombardeo del Caquetá.

El esfuerzo, por ahora, está focalizado en la comunicación. Los asesores del presidente lo han llevado a todos los medios de comunicación posibles para que hable y responda por un solo tema: el paro. Pese a eso, lo que cuentan en Palacio es que la tarea no ha sido sencilla: “Ha sido muy difícil enfrentar esas mentiras”.

Este martes, de hecho, Duque vuelve a la carga. A las 6:00 p.m., en un ejercicio inédito, hará un Facebook Live. El mero anuncio de la protesta del 21 ya causó un remezón en la estrategia de diálogo del gobierno, llevando a que el propio presidente acuda ahora a nuevos formatos digitales para hablar de manera directa con los ciudadanos, principalmente los jóvenes. “Al presidente le han dicho que debe oír y actuar rápidamente. Si Duque logra que haya una protesta sin que esto derive en mayores problemas, va a reafirmar un liderazgo y la fortaleza de las instituciones”, cuenta uno de sus asesores.

Pero si eso no ocurre, podría darse el escenario que más temen por estos días en la Casa de Nariño y es que lo del 21 de noviembre sea apenas el inicio de lo que ellos consideran una agresiva campaña “desestabilizadora” que persiga desorientar el curso normal de un Gobierno que ni siquiera ha llegado a la mitad de su periodo.

El efecto real solo se sabrá el jueves al final de la jornada. Mientras tanto, las redes sociales están encendidas. Se ven militares patrullando las calles y la policía hace allanamientos. Todos los partidos políticos hacen sus apuestas sobre lo que puede llegar a ocurrir. Por ahora, Duque se alista para afrontar su prueba de fuego más difícil. En su mente está nítida la imagen del ‘Santiagazo‘, la que lo sacudió en la noche del 18 de octubre.