Cuando descendió del avión recibió la noticia. Venía de un largo viaje con escalas en Estocolmo, Washington y Moscú, a donde fue invitado por el médico de Brezhnev. Se había ganado, por segunda vez, el Premio Nacional de Ciencias Alejandro Angel Escobar. Se escondió tras el seudónimo "Protein, Proteos, Prometeo", sin duda alguna no escogido al azar, como cabeza de un equipo multidisciplinario muy peculiar, 5 mujeres: Consuelo Olmos, Martha Lucía Torres, Diana Lozada, Nelly Fajardo y Mónica Santamaría, las "esclavitas" como cariñosamente las llama Manuel Elkin Patarroyo.Es un hombre joven, 35 años, extrovertido, alegre, con una historia marcada por el éxito. Nació, como se dice, con estrella.Huelga escolar en Girardot Jamás pensó, cuando cogía ranas y montaba en burro en su natal Ataco (Tolima), que un día sería un científico de primera línea, reconocido internacionalmente. Eran los años de la violencia. Su familia se vio obligada a salir de Ataco y se radicó en Girardot. La vida cambió para Manuel Elkin. Ya no podía pasar días enteros vagando por los potreros con su gallada, no podía seguir huyendo de los bancos de la escuela. La vida de la ciudad, aunque pequeña, coartó el ejercicio de su libertad y cambió las largas horas de aire libre y de despreocupada existencia. Se refugió en la lectura y muy pronto figuró como el mejor alumno del colegio. La semilla de la investigación estaba sembrada. Y así lo supo cuando sintió que su deseo de saber era como un virus que se reproducía y cobró sentido una frase de su padre: "Mijo, el poder está en la información, no en el dinero". Leía cuanta cosa encontraba buena, y mala, sin parar, porque es un hipomaniaco, inquieto, espontáneo, activo hasta el cansancio. En él se conjugan la capacidad analítica de su padre y la actividad a prueba de bala de su madre.Ya en bachillerato, organizó la única huelga escolar que registra la historia de Girardot y, naturalmente, salió "como pepa e' guama". Golpeó inútilmente las puertas de los colegios más prestigiosos de Bogotá, hasta que el "José Max León", que no tenía nada que perder con "Paticas", como cariñosamente lo llaman sus amigos, lo recibió después de someterlo a una difícil prueba de habilidades matemáticas.Iba poco a clases, porque resolvió alternarlas con estudios de filosofía en la Universidad Nacional que, entonces, aceptaba alumnos con 4o. de bachillerato. Se matriculó después en la facultad de Medicina. Fue la época de la FUN, de Camilo Torres. No fue ajeno a las veleidades de izquierda; fundó un grupo que se llamó "Torreón 121" que, tras programas culturales, ocultaba actividades políticas. Participaba en manifestaciones y en huelgas, pero nunca llegó a tirar piedra. La acción, entonces, la buscaba en otras cosas, especialmente y aunque parezca paradójico, en la investigación.Lavr tubos de ensayo: la clave Cursaba tercer semestre de medicina cuando un profesor, Mario Ruiz, sorprendido por el interés de "Paticas", lo presentó al investigador norteamericano Ronald McEnzie que trabajaba en la Universidad. Brillante individuo, había descubierto el virus que produce la fiebre hemorrágica en Bolivia y figuraba como autoridad en la materia. Fue el "ábrete sésamo" de la carrera de "Paticas". Sabía que McEnzie necesitaba un ayudante y le dijo: "Hagamos un trato: le lavo los tubos y usted me enseña virología"McEnzie vio tanto entusiasmo en el "sardino" que le dio las llaves del laboratorio. "Paticas" llegaba al alba y dejaba relucientes los tubos y cuanto aparato encontraba para lavar. Hasta que, poco a poco, le fue dando trabajos independientes. La fiebre de "Paticas" era tal que toda la plata que recibía de la familia se la gastaba en taxis para ir y venir como un yo-yo, del laboratorio en la Universidad al hospital donde hacía las prácticas.Una caja llena de ratones A los ocho meses de "no perderle una" a McEnzie, éste le levantó una beca para hacer un curso de verano en el departamento de Virología de la Universidad de Yale. Tenía apenas 20 años. Fue un viaje traumático. Apenas si machacaba cuatro palabras en inglés y no atinaba a pedir sino "spaghetti" pero a punta de spaghetti aprendió inglés y Virología. Volvió a Bogotá y siguió trabajando con McEnzie, quien empezó a pagarle $ 1.500 mensuales que se iban en taxis y fotocopias. Al año siguiente volvió a Yale tras la pista de la inmunología, "me había dado cuenta de que todas las reacciones de los virus eran reconocibles con métodos inmunológicos" Un nuevo verano y "Paticas" aterrizó por segunda vez en Yale. Un día cualquiera vio venir a una vieja que cargaba una caja llena de ratones. Entre gruñidos, la vieja, huraña, de malas pulgas, paso por la puerta que "Paticas" le abría; luego por otra. Asperamente le preguntó su nombre y lo invito a seguir. Empezo a interrogarlo. El nombre de McEnzie mencionado por "Paticas" le iluminó los ojos. Tomaron café. El no sabía quién era la vieja, pero no se atrevía a preguntar. De pronto le dijo el nombre: Delfina Clarke. Una eminencia en Virología citada en todos los libros especializados y de quien McEnzie había sido discípulo dilecto "Una mujer introvertida que tenía pésimas relaciones con la gente y que vivía en una soledad monstruosas" La caja de ratones los hizo grandes amigos, inseparables compañeros de almuerzo. El calor humano de "Paticas" había roto el hielo.Trabajaba esporádicamente con ella y al conocer su interés por la inmunología, la Clarke lo llevó prácticamente a Nueva York, a la universidad Rockefeller, donde trabajaba el inmunólogo Cunkel quien, cinco años después ganó con su grupo de investigadores el Premio Nóbel de Medicina por haber averiguado la estructura y función de los anticuerpos.Un verano más y "Paticas" quedó vinculado a la Universidad Rockefeller, una de las más prestigiosas en medicina. Sólo cuenta con 100 alumnos y 251 profesores y ha aportado 19 de los 75 Premios Nóbel otorgados desde que se instituyó. "Paticas" es uno de los 251 profesores titulares.El primer Batatazo Cuando aún cursaba quinto año de medicina mandó un trabajo de investigación sobre las formas como se defiende el aparato urinario de las infecciones y se ganó el Premio Nacional de Urología. Cuando el jurado descubrió que el ganador no se había graduado aún, demandó el premio pero el profesor Pablo Gómez Martínez, miembro del jurado y quien lo había ayudado con muestras para la investigación, hizo valer el premio. Al año siguiente se anotó otro "hit": Ganó el Premio de Medicina Interna con un trabajo en el que demostraba cómo es posible, mediante análisis de glóbulos blancos y de sus reacciones, determinar qué personas pueden desarrollar leucemia. En 1979 envió al Premio Angel Escobar un trabajo sobre identificación de marcadores de susceptibilidad a la tuberculosis, la fiebre reumática y la lepra.Ahora, dos años después, vuelve a ganarlo con una investigación en la que a través del mieloma plástico, que es un cáncer de las células que producen los anticuerpos, se descubrieron marcadores genéticos de los anticuerpos de la población colombiana. Es un trabajo de química y genética, competitivo a nivel internacional, y primero en su género en América Latina."Paticas" es fácilmente candidato a cerebro fugado, pero no ha querido irse del país, a pesar de numerosas y jugosas ofertas, porque piensa que "es necesario realizar esfuerzos aquí, donde no hay recursos y hay que mendigar recursos para investigar: donde hay todo un grupo de evolución que se está gestando. Hay que trabajar para eliminar las taras de nuestra raza". Es un tipo que se codea con los Premios Nóbel, pertenece a ese pequeño grupo de privilegiados, pero es sencillo y afirma que el mérito es más de su metabolismo, de su tiroides, que de otra cosa. Es como una caja de música, contradice la imagen del sabio enfundado en bata blanca, retraído y neurótico, aséptico, indiferente, ajeno a lo cotidiano. "Paticas" es un científico fuera de serie que también sale de rumba los viernes por las noches.--