Las discusiones políticas, sociales y culturales en Colombia alrededor del reconocimiento pleno de derechos de las personas LGBT son recientes. Ello resulta relevante a la hora de abordar la realidad de los hombres homosexuales que vivieron su juventud hace cuatro o cinco décadas en un país predominantemente conservador y machista. Ser gay u homosexual, como una categoría identitaria asumida, no era, en el mejor de los casos, una opción ante el estigma y los prejuicios arraigados de tiempos anteriores. Sumado a eso, ante un contexto actual de mayor apertura y visibilidad social, los espacios dispuestos para la socialización de hombres homosexuales se dirigen, casi siempre, hacia subculturas que responden a intereses particulares y que no brindan oportunidades de participación a aquellos que son concebidos como personas mayores.Le puede interesar: Una “cura” sin enfermedadAl día de hoy, para el caso particular de Colombia, la discriminación social se manifiesta en el trato diferencial y en la no igualdad de beneficios en ofertas de salud, trabajo, recreación y deporte para las personas mayores. Lo anterior se agrava en el caso de las personas que rompen las reglas de la heterosexualidad obligatoria. En este sentido, el derecho fundamental a no ser discriminado se vulnera en los servicios de medicina general y especializada ante la revelación o identificación de la homosexualidad; en el no disfrute de una vida sexual placentera, sin vergüenza, miedos, temores, prejuicios, inhibiciones o culpas; y en la no garantía de otros derechos económicos, sociales y culturales, como el derecho a una vivienda digna.Los perfiles y fragmentos de las entrevistas que se presentan a continuación permiten volver la mirada ante experiencias de vida caracterizadas por el silencio, la discriminación, la violencia y la soledad. Sin embargo, cabe precisar que la intención de desarrollarlas no se enmarcó en una concepción ciertamente tradicional de pretender “estudiar experiencias subjetivas de manera objetiva”, sino, más bien, de comprender cómo la interacción entre dos personas –entrevistador y participante/s–, se dirigía a encontrar el sentido y el significado de formas de vida particulares, a partir de las experiencias de discriminación social inscritas en eventos y formas singulares de violencia. La descripción detallada de tales formas de violencia en un pasado reciente y, en otro caso, más lejano, implicó además que cada momento de la entrevista se convirtiera en un escenario transformador para cada participante. Es decir, establecer un contexto conversacional dirigido a una reflexión sobre la edad, la orientación sexual y las condiciones de vida, movilizaría no solamente respuestas verbales y emocionales, también generaría una ocasión favorable para la autocrítica y la construcción de oportunidades.

I - Ernesto: la soledad es fría, pero también es tranquilaTuve la oportunidad de contar con el testimonio de Ernesto gracias a David. Desde el primer momento en que le compartí que necesitaba entrevistar a adultos mayores homosexuales, él me dijo que sin duda alguna tenía que hablar con Ernesto. Así pues, asistí un sábado a la celebración del aniversario del grupo Senior Años Dorados y esperé hasta el final del encuentro; ya David me había señalado quién era él. Fue muy fácil reconocerlo, Ernesto padece de un enfisema pulmonar y, por tal razón, siempre esta acompañado de un tanque de oxígeno. Lo abordé, me presenté, y conversamos sobre nuestras percepciones de la celebración, las personas que allí estaban y nuestro vínculo particular con el Centro de Atención Integral a la Diversidad Sexual. David llegó. En ese preciso momento, invité a Ernesto a participar de la investigación tras haberle contado las características del proceso. Él me respondió que lo llamara para que hiciéramos la entrevista. Acordamos reunirnos un sábado previo al inicio de la reunión del grupo.Me asaltaron ciertas dudas sobre la pertinencia de desarrollar la entrevista con Ernesto. Por un lado, me preocupaba su estado de salud, pues a veces me parecía que tenía muchas dificultades para hablar. En varias ocasiones le faltaba el aire y tenía que ponerse la máscara de oxígeno. En otro sentido, interpreté que el hecho de que me hubiese pedido conversar por teléfono significaba ya de entrada una evasiva. Pese a estas suposiciones, se dio el momento de nuestro encuentro. Llegué puntual. Acomodé el salón principal, que había pedido prestado en el Centro de Atención Integral a la Diversidad Sexual. El demoró veinte minutos, pero me llamó para avisarme que había tenido inconvenientes con el cambio del oxígeno. Al llegar, nos acomodamos. Esperamos a que su ritmo cardiaco le permitiera hablar sin la máscara de oxígeno y comenzamos la entrevista.Ernesto es geólogo y proviene de una familia de siete hermanos. Es pensionado y desde hace más de una década se dedica a leer y a escribir. Vive en la localidad de Teusaquillo con una de sus hermanas. Dijo que tenían una buena relación, que ella lo cuidaba pero que era muy poco lo que compartían. En relación con su orientación sexual, su hermana parece sospecharlo, pero nunca le ha tocado el tema. Describió un estilo de vida monótono. Lee, escucha música clásica y escribe textos que comparte con vecinos y amigos; textos inspirados en temas de actualidad y corrientes filosóficas de autores como Heidegger. Explícitamente se refirió a una etapa de conflicto por la que atravesó cuando reconoció su orientación sexual. Me dijo que llegó a recibir intervención psiquiátrica.Posteriormente, derivado de las preguntas de la entrevista, Ernesto abordó dos temas particulares: primero, sus ideas respecto a la homosexualidad y la vejez; y segundo, su vínculo con las Juventudes Bolivarianas –grupo de reflexión política y académica–. Sus ideas sobre la homosexualidad tomaron como referente la llegada del VIH/SIDA y la concepción de lo gay como una subcultura. Relató su experiencia con el VIH/SIDA y cómo esta enfermedad generó cambios en las dinámicas de relacionamiento entre hombres homosexuales, y la sensación de miedo y desadaptación que le embargó cuando se enteró que lo padecía. Me resultaron muy emotivas sus lágrimas al terminar de contar esta experiencia. Guardé silencio. Me mostré solidario pero yo estaba muy conmovido. La historia que vendría a continuación también estuvo cargada emocionalmente. Ernesto me habló de su estrecha relación de amistad con Gustavo, miembro también de las Juventudes Bolivarianas. Manifestó que Gustavo fue uno de sus más grandes apoyos, quien, además, influyó determinantemente en sus intereses intelectuales. Me dijo que se entretenía tanto con Gustavo, que llegó a perderle el interés a los lugares de homosocialización. Dejó en claro que nunca se habló de homosexualidad. Pero rompió su contacto visual conmigo y empezó a llorar. Me quedé con la idea de que se enamoró de Gustavo. Le brindé un pañuelo y quedé más conmovido que antes.Le puede interesar: El desprecio y la muertePara el cierre de la entrevista, Ernesto se refirió a la crueldad que percibía en el trato que los jóvenes homosexuales le daban a los adultos mayores, y a la importancia que él veía en lograr tener “autoridades gais”. Es decir, la idea de posicionar en cargos de importancia a personas homosexuales, para que estas trabajen por sus semejantes. Yo le di las gracias. Él me entregó un manuscrito de los que suele compartir. Este gesto me invitó a darle un abrazo y a acompañarlo al salón contiguo. Claramente, ya había empezado la reunión del grupo. Salí del lugar de encuentro con una gran carga emocional. Creo, sin lugar a dudas, que esta fue la experiencia más difícil de este proceso.

Joe (quien no quiso revelar su apellido), de 77 años, en la marcha del orgullo gay de Los Ángeles. 10 de junio de 2007. Crédito: Robert Gauthier / Los Angeles Times via Getty Images.II - Ismael: el camino espiritual de la persona homosexualEl segundo participante entrevistado fue Ismael. Un sacerdote adulto mayor de 60 años, quien se reconoció de manera abierta como homosexual, aun cuando en algunos contextos específicos prefiere no hacerlo. El contacto con él surgió gracias a Álvaro y resultó de una coincidencia particular: por razones de trabajo me encontraba en la ciudad de Medellín, desde allí me comuniqué vía telefónica con Álvaro para preguntarle los datos de contacto de Ismael. Luego, le contacté vía telefónica y me indicó que se encontraba en Medellín en un apartamento de su propiedad. Él no tuvo reparos en brindarme la entrevista al día siguiente, considerando que era domingo y que, por otro lado, ambos solo disponíamos de la mañana. La entrevista tuvo que desarrollarse en la sala de estar de su apartamento dada su condición de salud, ya que, recientemente, había sido intervenido quirúrgicamente por una afección relacionada con su próstata.Llegué puntualmente a la hora pactada para nuestro encuentro. Me fijé en su presentación personal. Vestía una bata; según me indicó, le resultaba lo más cómodo para poder cumplir con las instrucciones médicas que le dieron. Terminó de darme la bienvenida y me ofreció sentarme. Me resultó inevitable detener la mirada en los objetos particulares que estaban dispuestos alrededor. En lo primero que me fijé fue en la gran cantidad de artículos e iconografías religiosas, así como en las fotografías enmarcadas tras un encuentro que Ismael tuvo con el papa Juan Pablo II. Posteriormente, aprecié la escultura de un torso masculino color rosa ubicado en una mesa contigua a la silla donde me senté. Él se tomó algunos minutos para adecuar la sala de estar. Ubicó un ventilador para aclimatar el espacio y dispuso su silla de la mejor manera posible para no exponer las heridas de su cirugía.Le puede interesar: Con la culpa a cuestasLe indiqué que me gustaba la vista que tenía de la ciudad desde mi lugar. Mantuvimos una conversación a manera de preámbulo de la entrevista en la que me compartió detalles de su intervención quirúrgica. Me dijo que, en razón de los cuidados que esta le implicaba, había tomado la decisión de contar con el apoyo de su familia. Posteriormente, me presenté y le compartí detalles del proceso de investigación. Abordamos a continuación el formato semiestructurado de entrevista. Ismael respondió con bastante detalle a cada pregunta. Percibí que, para él, uno de los momentos más difíciles de relatar fue la descripción de una cierta tensión entre su vocación religiosa y las experiencias de violencia y discriminación que sufrió de otros miembros de su comunidad. Particularmente, se refirió a cómo estos episodios de violencia se hicieron presentes desde que ingresó al seminario, siendo entonces un adolescente.Ismael me compartió que venía de una familia integrada por cinco hermanos, tres de los cuales (incluyéndolo a él) se reconocieron como homosexuales. Posteriormente, hizo una descripción particular de su actual estilo de vida. En este sentido, me explicó en qué consistía la filosofía de vida eremita –persona que opta por vivir sola sin descartar la posibilidad de verse acompañada–. Por otro lado, me compartió su interés por la escritura, su pasión por el cine que aborda el tema homosexual y el bienestar que percibe tras dedicar buena parte de su tiempo a la oración y a la reflexión espiritual. Particularmente, Ismael afirmó sentirse agradecido por contar con una calidad de vida percibida como bien dada, por un lado, por su estabilidad económica y, por el otro, por la existencia de redes de apoyo en las que se destacaron sus feligreses.Le puede interesar: 10 películas que Arcadia recomienda a los homofóbicosEn ciertos momentos de la entrevista Ismael me solicitó pausar la grabación para ir al baño y tomar sus medicamentos. Llegué a pensar si sería mejor continuar en otra oportunidad con la entrevista. No obstante, al ver que se sentaba de nuevo en la sala con absoluta disposición, desistí de esa idea. Acercándose el cierre de la entrevista, Ismael se dispuso a reconstruir anécdotas relacionadas con sus salidas a lugares de homosocialización y a comparar los cambios sociales que él identificó como positivos. Compartió además su anhelo por poder seguir llevando una vida de oración y meditación. Yo apagué la grabadora, él me ofreció algo de tomar y manifestó su interés por conocer los resultados de la investigación. Finalmente, mientras yo salía del apartamento, llegó un joven a quien Ismael identificó como uno de los feligreses que le apoya en las diligencias y labores domésticas.

Una mujer mayor en Lima, Perú, sostiene una sombrilla con los colores de la bandera gay. Crédito: Fotholica Press / Lightrocket / Getty Images.III - Hernán: la isla que no encaja en ese archipiélagoDavid me había mencionado que conocía a una persona que yo podría entrevistar dado su perfil. Se trataba de Hernán, quien se desempeña como electricista y posee estudios inconclusos en Comunicación Social. Conversé telefónicamente con él, nos pusimos una cita y buscamos un lugar donde poder conversar tranquilamente. Entramos a un café. Le invité a tomar algo, pero ambos llegamos a la conclusión de que el escenario no era propicio para la entrevista dada la música que ambientaba el lugar. Me llegué a preocupar, ya que no veía otra opción. Sugirió que camináramos para buscar un sitio, de tal manera que, a su vez, él pudiera fumar. Terminó su cigarrillo y ya habíamos andado un buen número de cuadras. Fue entonces cuando me preguntó si veía conveniente que hiciéramos la entrevista en su casa. Sin vacilar, acepté su invitación. Llegamos a la puerta de un gran edificio y me condujo a una habitación grande que vi acondicionada como un apartaestudio. Allí Hernán tenía una cocina, un baño y sus pertenencias perfectamente dispuestas con un orden y detalle que me abrumó.Me senté en una silla ubicada al lado de su cama. Él se sentó en frente, se acomodó su audífono e iniciamos la entrevista. El lugar era tranquilo y solo se escuchaban los múltiples y sutiles retoques de su colección de relojes. Inició recordando el tiempo en que convivió con su madre. Me dejó claro que, tras su fallecimiento, su vida tuvo un cambio radical. Luego, comenzó a describir sus primeras aproximaciones con la homosexualidad. Se refirió así a los “ligues” clandestinos que tuvo en varios lugares de la ciudad, muy especialmente, a dos parejas de las que guardaba buenos recuerdos. Precisamente, en relación a una de estas, describió un episodio de violencia homofóbica efectuado por el padre de su compañero. Continuó su relato describiendo lo que él refirió como “la etapa más difícil de su vida”. Me indicó que tuvo que aguantar hambre y verse sometido a precarias condiciones de vida.Le puede interesar: Hermosamente penetrableSu relato dio un giro. Me compartió que, tras verse en esa difícil situación, recibió el apoyo de un matrimonio que le invitó a hacer parte de un grupo católico de apoyo y oración. Ello le cambió la vida. Al día de hoy, Hernán vive y trabaja en el edificio que es propiedad de esta pareja. Se dedica al mantenimiento del edificio y a actividades varias que le son encargadas. Hace alusión a los problemas de salud que le aquejan. Por un lado, refirió una disminución auditiva en su oído izquierdo. Por otro, un problema de cadera que afecta sus desplazamientos. Posteriormente, me relata su actual filosofía de vida, incluyendo, claramente, su postura ante la homosexualidad y la vejez. De la homosexualidad, fue enfático en inscribirla como un ámbito de la vida privada. Con ello, argumentó su postura de no tener que manifestarla a otros. Respecto a la vejez, desarrolló una reflexión vinculada al deterioro de las capacidades físicas y a los retos sociales que estas conllevan.Habló también del impacto del VIH/SIDA, de la “vulgaridad” en la visibilización pública de las personas transgeneristas en las marchas del orgullo gay y de su inconformidad con las dinámicas y características de la participación social de grupos, colectivos y activistas LGBT. Se refirió también a su sexualidad y a la abstinencia que había decidido sobrellevar. Respecto a la vejez, noté en su relato una preocupación particular por el deterioro del cuerpo y por el hecho de ser coherente con las decisiones y actitudes que se manifiestan. Específicamente, me ilustró su desacuerdo con el afán que percibe en otros adultos mayores homosexuales por aparentar la juventud y, por otro lado, con la idea generalizada de que a través del dinero podrán garantizarse una compañía y una vida sexual placentera. Tras estas reflexiones, Hernán se evaluó a sí mismo como una persona que valía mucho la pena.Finalmente, termina su relato describiendo las dinámicas al interior de las subculturas LGBT. Llamó mi atención la manera en que recurrió a la metáfora de las islas y el archipiélago para ilustrarme su punto de vista. De este modo, las “islas” eran otros homosexuales que, reunidos en un mismo espacio, conformaban un “archipiélago”. A través de esta imagen, Hernán hizo énfasis en la individualidad que él percibía en los homosexuales. Por otro lado, se refirió también a las intenciones e intereses sin sentido al interior de las subculturas LGBT. Noté que en el relato tomó como ejemplos los intereses por el cuerpo, la belleza, las prácticas sexuales y la rumba para justificar este punto de vista. Dicho esto, Hernán llegó a la conclusión de que estas eran razones suficientes para entender el por qué él se venía aislando cada vez más. Cerró repitiendo varias veces una pregunta contundente: ¿dónde están los seres humanos?Aquí puede leer todos los textos de Diez*Psicólogo y Politólogo