Los colombianos vivieron en la noche de este martes un déjà vu. Tal como había ocurrido hace cerca de 10 años, cuando era alcalde de Bogotá, el presidente Gustavo Petro volvió a agitar masas, asomado en un balcón, con un discurso lleno de emotividad y de arengas en favor del pueblo. Pero ahora lo hizo desde un nuevo necesario: la emblemática Casa de Nariño.
Rodeado de la bandera de Colombia y acompañado de su esposa, Verónica Alcocer, y Antonella, su hija menor, el jefe de Estado se dirigió con fervor a los ciudadanos que llegaron a expresarle su apoyo hasta la Plaza de Armas del Palacio presidencial, un escenario usualmente cerrado al público y reservado para eventos especiales, como visitas de presidentes extranjeros o la posesión presidencial del 7 de agosto.
En una movida sin precedentes para un jefe de Estado, Petro abrió las puertas de la Plaza de Armas, que conecta la Casa de Nariño con el Congreso, para permitir la entrada “del pueblo”, al que le pidió “levantarse, a no arrodillarse, a convertirse en una multitud consciente de que tiene en sus manos el futuro, el presente”.
Esta hace parte de la apuesta de Petro por marcar un hito que impulse sus reformas sociales o, como le dijo a SEMANA una fuente de la Casa de Nariño, es una forma de “meterle pueblo a los proyectos” y de ponerle presión al Congreso, que tendrá que ver cómo, mientras tramita las normas, tendrá a la ciudadanía en su patio trasero presionando “el cambio”.
Pero, además, esta aparición de Petro desde el balcón está cargada de simbolismo, el líder aparece en la parte alta, al interior del Palacio, centrando toda la atención, mientras el pueblo se aglutina para seguirlo, algo muy similar, guardadas las proporciones, a lo que hacen los papas en el Vaticano.
Su apelación directa al pueblo en estilo gaitanista no solo le da todos los reflectores a él, sino que le permite dirigirse a los ciudadanos sin ser cuestionado, contrario a lo que ocurre, por ejemplo, en medios de comunicación, donde se siente cómodo al ser confrontado.
Esta imagen no es extraña para Petro; hace 10 años defendió su permanencia en la Alcaldía de Bogotá desde uno de los balcones del Palacio Liévano, sede de la Alcaldía mayor, en compañía de su familia y de varios de sus más cercanos colaboradores, algunos de los cuales hoy en día siguen apoyando varias de sus tesis.
Entre diciembre de 2013 y enero de 2014, el entonces alcalde mayor convocó al menos tres manifestaciones en la Plaza de Bolívar. Y todo indica, según confirman desde Presidencia, que esta vez va a ocurrir lo mismo; el balcón será el nuevo escenario del jefe de Estado para agitar las masas, no para defenderse de algún ente de control, pero sí para presionar “el cambio”.
Viejos conocidos
A pesar de que “la democracia de balcón” es un escenario en el que Petro se desenvuelve con gran naturalidad, no fue inventada por el mandatario. Uno de los primeros en usarla en la región fue el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, quien solía salir al denominado Balcón del Pueblo del Palacio de Miraflores para saludar a miles de simpatizantes que le daban estruendosas ovaciones.
Una de las imágenes que más se recuerda de Chávez se dio a mediados de 2011, tras su regreso de Cuba, donde fue operado y tratado de un cáncer. El exmandatario venezolano salió al balcón acompañado de dos de sus hijas, vestido de militar, con boina roja y ondeando la bandera de Venezuela, en medio de los gritos de sus seguidores, algo muy similar a lo que hizo Petro, rodeado del símbolo patrio y su familia.
También es recordado por usar este mismo escenario el expresidente ecuatoriano Rafael Correa, quien cada vez que sufría algún revés apelaba a llamar a sus seguidores desde el balcón del palacio presidencial en Quito, una estrategia que también usó en su momento la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kichner, hoy en líos judiciales.
Habrá que ver hasta dónde le resiste la estrategia a Petro, pues una cosa es arengar desde la oposición o en medio de una decisión judicial en contra que muchos consideraban injusta y otra es hacerlo desde la jefatura del Estado, una posición desde la que se debe hablar más con resultados que con discursos.