“Era un objetivo del Ejército. No nos reunimos con ellos, pero sí desde Bogotá se hizo todo el trabajo de oración. Es una lucha entre el bien y el mal, como dice Juan Pablo de los Efesios, capítulo del 6 al 10 en adelante: “Es una lucha espiritual, no es una lucha contra carne y hueso. Es una lucha espiritual”. Hay mucha gente que no cree en esto”, así cuenta el director de la Policía, el general Henry Sanabria la caída del máximo comandante de las Farc.
La muerte de Alfonso Cano en una operación del Ejército, la madrugada del viernes 4 de noviembre de 2011, en Páez (Belalcázar), en el Cauca, es el golpe más grande que han sufrido las Farc en toda su historia. En marzo del año 2008, tras la muerte por causas naturales del fundador de las Farc, Pedro Antonio Marín, alias ‘Manuel Marulanda’ o ‘Tirofijo’, ‘Cano’ se conviritió en el jefe máximo de esta guerrilla. Durante años, las autoridades intentaron dar con él.
Algo similar sucedió con el Mono Jojoy, uno de los más temibles comandantes de las Farc. Al final, el 8 de febrero de 2006, la operación Sodoma lo dio de baja. Sobre él, el general Henry Sanabria contó detalles que hasta el momento no se conocían de ese trabajo en su entrevista con la directora de SEMANA, Vicky Dávila.
“Si uno va al Vaticano, allá encuentra un museo donde se hace ver no solamente la presencia de las almas del purgatorio, que son las buenas, sino también la acción demoníaca a través de sus entidades malignas. Eso existe y, gracias a la valentía de muchos sacerdotes, hemos logrado contrarrestar ese mal en la Policía. Por ejemplo, la operación contra el Mono Jojoy. Eso fue exorcismo”, dijo.
Los detalles de cómo sucedió este proceso son impresionantes. “La Policía hizo varias operaciones contra él y no pasaba nada. Un sacerdote dijo: “Mire, es que ustedes no le están pidiendo a Dios. Si ustedes no ponen sus actos en manos de Dios, eso no va a funcionar”. Entonces realizamos las sagradas eucaristías con ese propósito y, desde Bogotá, se hizo el exorcismo”, relató el general.
El director de la Policía cuenta lo que sucedió con un pasaje bíblico, cuando el capitán romano les dice a los ancianos: “Díganle a nuestro señor que cure a mi siervo”, Jesús le respondió “vamos”. Y el capitán le contestó: “No, no es necesario que vayas. Con una palabra que tú digas bastará para sanarme”. Según él, ahí se crean los exorcismos a distancia. “Entonces Nuestro Señor desde ahí ordena y queda curado”, agrega.
Esta fue la vía para encontrar en donde estuviera al Mono Jojoy. “Desde Bogotá se dijo: “Bueno, entonces vamos a hacer una operación”. Los policías que participaron en eso hicieron una oración con ellos. El sacerdote bendijo las armas del Estado con las cuales iba a ser objeto de persecución y funcionó. Claro, porque es la acción de Dios”.
En ese momento, el director de la Policía era el general Óscar Naranjo, quien siempre estuvo al tanto. Claro. “En unas interceptaciones, que se las mostramos a mi general Naranjo, hablaba una bruja. La bruja decía: “Mire, el de las naranjas y el de los pajaritos no han caído. Los otros ya cayeron, los tienen pintaditos. El otro, el de los barquitos, ya cayó. Pero los otros no han caído”.
Para Sanabria era claro que se refería al general Naranjo. Le mostraron el audio. “A la bruja la capturamos porque formaba parte de una estructura de las Farc, con la cual ella también hablaba. Se hacía referencia a eso. Entonces nos preguntamos: “¿Por qué mi general Naranjo no cayó y el de la Fuerza Aérea tampoco?”. La respuesta fue: “Porque rezan, o alguien reza por ellos”. Efectivamente, la mamá de mi general Naranjo reza el santo rosario todos los días. Lo mismo la mamá de mi general Vargas”, dijo.
El general habló con SEMANA de muchos momentos impactantes que ha vivido en servicio y en los cuales Dios lo ha protegido.
“Detrás de toda acción maligna, hay una acción demoniaca”, así explica el general Henry Sanabria lo que ha tenido que enfrentar en múltiples oportunidades en su trabajo. ¿Es el diablo?, le preguntó la directora de SEMANA, Vicky Dávila. El director de la Policía apenas contestó: “Digamos que sí”.
Hablar de eso le genera respeto. “Es un tema bien complejo. Con el solo hecho de mencionarlo ya el maligno se pone bravo”.
“La existencia del diablo es cierta. Lo he visto, lo he percibido, para muchos es una fábula y otros no creen. Y eso está bien porque, digamos, el diablo lo dice, él se niega a sí mismo”, agrega.
La realidad es que el general lo ha visto en muchas situaciones de su trabajo. Contó, por ejemplo, un momento impactante que vivió hace poco. “En las pasadas protestas, unas 2.000 o 3.000 personas pasaron al frente de siete policías que estaban solamente con chaqueta, casco y escudo. Llegué a apoyarlos junto con un mayor, una patrullera y un patrullero. Es decir, éramos diez. Cuando los muchachos de la primera línea pasaron por el frente, eran unos 34, los alcancé a contar esa vez. Saqué mi crucifijo y lo puse encima”. relató.
En ese momento, “ellos levantaron todo y se fueron. Los policías me miraron. No se atrevieron a preguntarme qué había pasado. El miedo que tenían varios de ellos, sobre todo las mujeres, fue mayúsculo. Era mucha gente y ya habían atacado a otros que estaban en un centro comercial, a unos 300 metros. Por radio nos decían: “Nos coparon”. Y sí, efectivamente, los coparon, tenían armaduras, gases, pero estos no tenían nada, solo los escudos y por eso los apoyé. Llegué al sitio y levanté mi crucifijo porque tengo una fe enorme. Mi fe es muy grande”.
El general habló con SEMANA de cómo en la Policía los exorcismos son un arma de guerra. “Una vez, en Medellín, estábamos en la persecución de unos delincuentes. A uno de ellos lo apuñalaron y lo arrojaron del carro. Preferimos ayudarlo que seguirlos persiguiendo. Le tomamos el pulso y ya estaba muerto”, narró.
Lo que sucedió después fue impactante. “Cuando estábamos esperando la unidad de levantamiento y de inspección del cadáver, el cuerpo empezó a arrastrarse. Eso fue sobrenatural. Un agente, de esos antiguos de Medellín, me dijo: “No, mi teniente, espere y verá”. Entonces empezó a buscarle por todo el cuerpo. Efectivamente tenía enrollado un amuleto, se lo cortó y ahí murió. Ese tema existe desde hace muchos años y data de miles de años atrás. Aquí en la Policía lo hemos hecho, por supuesto, con el acompañamiento del obispado castrense. Gracias a Dios tenemos un obispado castrense, como otros cuerpos de Policía, que nos ayuda en ese trabajo de lucha contra el mal”, dijo.
El general habló con SEMANA para la portada de la última edición de la revista.
Lea la entrevista completa.
Vicky Dávila: General, veo que en su oficina lo acompañan un crucifijo y muchas vírgenes. Algunos lo han criticado por ser tan religioso, pero eso a usted no le importa.
Henry Sanabria: No. Firmeza en la fe. Según el artículo 19 de la Constitución, todos somos libres de profesar nuestra fe de manera libre. Incluso, la Corte Constitucional se ha pronunciado fuertemente sobre eso, aduciendo que los servidores públicos también tienen la posibilidad de profesarla de manera pública o privada.
V.D.: Cuando lo atacan por eso, ¿qué pasa?
H.S.: Me encanta.
V.D.: ¿Por qué?
H.S.: Por tres razones: la primera, porque llegan más seguidores; la segunda, porque más personas sienten ganas de leer la Biblia y, tercero, porque me santifica.
V.D.: ¿Lo santifica?
H.S.: Claro.
V.D.: ¿Por qué?
H.S.: En San Mateo 5, en las bienaventuranzas de Nuestro Señor, se dice: “Bienaventurados todos los que están perseguidos por causa de mi nombre, porque cuando sean calumniados y criticados habrá un premio para ellos en el cielo”.
V.D.: Veo muchas imágenes de la Virgen en su oficina. ¿Qué significado tiene la Virgen para usted?
H.S.: La santísima Virgen María es la madre del Salvador. Ella estuvo siempre acompañando a su hijo, Nuestro Señor Jesucristo. De hecho, el tipo de sangre de Nuestro Señor es AB+, que es el mismo de la Santísima Madre, la bienaventurada, la que nos escucha a todos y, por medio de ella, llegamos a Nuestro Señor. Ella es la patrona de las Fuerzas Armadas de Colombia.
V.D.: Han dicho que usted no se mueve de Bogotá si no lleva a la Virgen. ¿Eso es verdad?
H.S.: No es verdad. Pero a donde llego, está.
V.D.: ¿La lleva en el avión?
H.S.: No, en el avión no, pero la cargo conmigo. Tengo aquí una imagen de la Santísima Madre (se toca el bolsillo). Lo que sí es cierto es que, a donde llego, los policías ponen la imagen de la Santísima Virgen María. Pero no se da una orden. Es iniciativa de ellos.
V.D.: En un momento volvemos a hablar de esto, que me parece muy interesante. En Caquetá asesinaron a un policía y secuestraron a otros 78. Para usted, ¿eso fue un secuestro, un cerco humanitario, como dijo el ministro Alfonso Prada, o una retención?
H.S.: Por supuesto, un secuestro extorsivo, como lo establece el Código Penal. La Fiscalía está tratando de establecer si hubo presencia de un grupo armado ilegal, porque eso cambiaría la connotación y podría ser una toma de rehenes. Lo del cerco humanitario fue una expresión utilizada con el propósito de garantizar la vida de los policías. Fue una exigencia que los secuestradores le hicieron al ministro del Interior, quien valientemente estuvo en el sitio. Él, en varias oportunidades, tuvo en riesgo no solamente su libertad, sino su vida.
V.D.: Es decir, no fue un cerco humanitario.
H.S.: No. Cuando los policías fueron atacados, hubo una asonada y posteriormente, al ser privados de su libertad, fueron secuestrados.
V.D.: Cuando el ministro Prada explicó públicamente por qué había hablado de un cerco humanitario, dijo que las personas que tenían a los policías solo quisieron protegerles la vida. Pero los uniformados aseguraron que siempre los amenazaron con matarlos.
H.S.: Sí, había una intención de agredirlos. Varios fueron golpeados. Tuvimos seis policías con lesiones en la cara. A algunos les quitaron las prendas, intentaron desnudarlos. Lo que ocurrió fue una situación grave.
V.D.: General, cambiar el lenguaje es muy inconveniente. Lo que es secuestro es secuestro.
H.S.: Así es. En este caso, el ministro del Interior jugó con eso ante un pedido y una exigencia frente a la libertad. Le dijeron: “Cambie eso del secuestro o no los liberamos”. Fue una decisión del señor ministro que apoyamos. Le dije: “Mire, señor ministro, eso va a tener un costo, pero hay que hacerlo para la libertad de los policías”.
V.D.: ¿O sea, usted le dijo: “Cambie la palabra, estoy de acuerdo”?
H.S.: Sí. Yo le dije: “Señor ministro, lo que haya que hacer para liberarlos. Tenemos listos los comandos para ir a rescatarlos, pero si usted logra la liberación de los policías con esa expresión, hagámoslo que eso tendrá explicación”.
V.D.: ¿Cómo explicarle a la gente que eso no es arrodillarse y someterse ante los delincuentes?
H.S.: Siempre es fácil criticar desde un escritorio, desde un vehículo escuchando las noticias, pero estando en el sitio es otra cosa. Ante miles de personas, rodeando a un grupo de policías, hay una situación en la que se ponen en riesgo muchas cosas. El ministro del Interior, valientemente, entró allá porque ellos exigían la presencia del presidente. Su vida corrió riesgo, su libertad, y allá en el lugar solo los que estuvieron saben qué pasó. De ahí en adelante lo que se diga es especulación.
V.D.: El presidente reconoció, en una entrevista, que sí estuvo en riesgo la libertad de los ministros. Cuéntenos ese episodio.
H.S.: En medio de las exequias del subintendente Monroy Prieto hubo unas llamadas de los policías que estaban en el sitio, acompañando al ministro del Interior y al ministro de Transporte. Se nos dijo: “Aquí lo que están diciendo afuera del centro comunal es que van a secuestrar a los ministros para presionar la llegada del presidente. Tenemos que prepararnos porque parece que se los van a llevar. De hecho, están diciendo que traigan vehículos. Ya alertamos al ministro del Interior y creo que la situación es compleja”.
Entonces, inmediatamente, el presidente ordenó el alistamiento de nuestras fuerzas especiales y del Ejército. Estuvieron listas para ir hasta allá, pero el ministro dijo: “Yo manejo la situación acá, denos un espacio de tiempo, creo que tengo el control de la situación”. Y así fue. A la hora nos llamó y nos dijo: “La situación ya está calmada”.
Hubo un momento difícil. Lo que pasó fue que los que protestaban llegaron, en medio de la reunión, con un cadáver. Nos lo pusieron en medio de la junta. Ese muchacho murió por la inhalación de unos gases tóxicos cuando se destruyeron unos contenedores. Atribuían la muerte al Estado. Eso caldeó los ánimos y por eso se habló, en un momento dado, de secuestro.
V.D.: ¿Del secuestro de los ministros?
H.S.: De los ministros, claro.
V.D.: ¿Por qué los militares que estaban allí no defendieron a los policías?
H.S.: Fue una situación compleja. Los militares estaban en una base al frente de la empresa. Eran unos 30 soldados al mando de un mayor. Cuando se presentaron los hechos, al ver la cantidad de personas con armas contundentes y cortantes que estaban agrediendo a los policías, tenían dos opciones: disparar o replegarse. La más conveniente fue la de replegarse.
V.D.: ¿Es decir, usted estuvo de acuerdo?
H.S.: Claro. Si hubiesen disparado, podría haber 10 o 20 muertos inicialmente. Pero una reacción en masa hubiera sido una situación más grave con réplicas en otras partes del país. Los militares optaron por quedarse en protección de la base. La empresa Emerald quedó en manos de la Policía, nada más.
V.D.: ¿Para qué llevan a unos policías desarmados a una zona tan peligrosa?
H.S.: El tema era apoyar a una unidad militar que tenía armas letales, es decir, llevar armas letales no era lo pedido porque había suficiente personal, eran como 400 personas.
V.D.: Pero al final tampoco sirvieron las armas de los militares…
H.S.: Exactamente.
V.D.: ¿Tienen razón aquellos que dicen que llevaron a los policías como carne de cañón de los criminales?
H.S.: No. Fuimos a proteger a un grupo de soldados que estaba cubriendo un punto estratégico.
V.D.: ¿Pero proteger cómo? ¿Sin armas?
H.S.: Con armas menos letales, porque los militares tenían sus fusiles y decían: “Si nos atacan, ¿cómo vamos a responder?”. Nos pidieron refuerzos con armas menos letales.
V.D.: El presidente Petro dijo que les había dado la orden a los militares de no actuar.
H.S.: En el momento de los hechos no recibimos ninguna instrucción ni a favor ni en contra. Actuamos de acuerdo con los protocolos que tenemos institucionalmente. Frente a esa orden militar no la conozco.
V.D.: Voy a aprovechar para preguntarle lo que dicen algunos sectores. Dicen que usted está entregando a los policías. ¿Eso es verdad?
H.S.: Cuando asumimos el reto de ser policías, tenemos esa posición de riesgo. Cuando entré a la institución, nos enfrentábamos al terrorismo, al narcotráfico, a la guerrilla y la situación no ha cambiado mucho. Por ejemplo, en el Bajo Cauca antioqueño, frente a 1.000 policías formados, les dije: “Dé un paso atrás quien no quiera ir”. Todos avanzaron hacia adelante. Dijimos: “Vamos a enfrentar un riesgo muy grande porque no sabemos qué va a pasar en esta vía, explosivos, francotiradores…”.
V.D.: ¿Pero cree que alguien se iba a echar para atrás?
H.S.: La fácil era quedarse quietos.
V.D.: Pero si el director de la Policía les pregunta a los uniformados quién se echa para atrás, ninguno lo va a hacer.
H.S.: Se hubieran podido quedar quietos, pero avanzaron hacia adelante.
V.D.: ¿No cree que al policía se le ha querido quitar valor?
H.S.: Depende de donde esté. Hay municipios donde al policía lo valoran, lo quieren y lo respetan. Somos los que hacemos cumplir la ley y mucha gente no se satisface. En esa integración de esfuerzos de las autoridades siempre habrá alguien que se moleste.
Los delincuentes rechazan a los policías o el que haya tenido una mala experiencia con un policía. Y eso no es solo de ahora. Cuando era subteniente, le dije a una subgerente de un banco: “Lo que necesite, a sus órdenes”, y me dijo: “No quiero nada con la Policía”. Eso fue en 1990.
V.D.: ¿Siente que el presidente Petro quiere a la Policía?
H.S.: Por supuesto. El presidente se soporta mucho en la Policía.
V.D.: Pero también ha sido muy crítico de la institución. Así fue en la campaña.
H.S.: Claro. Cuando fue alcalde tenía sus posiciones fuertes frente al cumplimiento de la ley. Siempre lo escuchaba hablando del cumplimiento de la Constitución y la ley, y nos exige eso.
V.D.: Pero hay gente que dice que el presidente no quiere tanto a la Policía.
H.S.: No. Yo siento el aprecio por parte del presidente y del Gobierno.
V.D.: Uno habla con policías como periodista y algunos están desmoralizados, ¿ha percibido eso como director?
H.S.: No. La verdad no he sentido eso. El tema es siempre el temor a actuar, pero no es de ahora. Siempre ha sido así.
V.D.: El presidente Petro había prometido que, en el primer día de su gobierno, el Esmad se acabaría. Pero eso no ocurrió.
H.S.: Toda nación necesita un grupo especial que contrarreste motines, disturbios, eso es normal. Cuando no teníamos el Esmad, estaba la Fuerza Disponible y los resultados no eran los mejores porque no estaba entrenada, equipada, capacitada, ni psicóloga, ni físicamente. Ahora tenemos un grupo de 5.000 hombres y mujeres que les puede caer una granada al lado y saben qué hacer.
V.D.: ¿Por qué el presidente cambió de opinión frente al Esmad?
H.S.: Por la realidad, por supuesto. Él lo sabe. El presidente me lo dijo: la idea es que el Esmad sea la última opción y así se está haciendo. Primero enviamos a un grupo de fuerza disponible. En el 90 por ciento no es efectivo. Luego entra esa unidad de diálogo y mantenimiento del orden.
V.D.: General, cambiando de tema, ¿cómo es el tema de los exorcismos en la Policía?
H.S.: Es un tema bien complejo. Con el solo hecho de mencionarlo ya el maligno se pone bravo.
La existencia del diablo es cierta. Lo he visto, lo he percibido, para muchos es una fábula y otros no creen. Y eso está bien porque, digamos, el diablo lo dice, él se niega a sí mismo.
Pero veo la presencia de él en muchas situaciones. Déjeme contarle algo. En las pasadas protestas, unas 2.000 o 3.000 personas pasaron al frente de siete policías que estaban solamente con chaqueta, casco y escudo. Llegué a apoyarlos junto con un mayor, una patrullera y un patrullero. Es decir, éramos diez. Cuando los muchachos de la primera línea pasaron por el frente, eran unos 34, los alcancé a contar esa vez. Saqué mi crucifijo y lo puse encima.
V.D.: ¿Por qué sacó el crucifijo?
H.S.: Porque detrás de toda acción violenta hay una presencia del mal.
V.D.: ¿El mal es el diablo?
H.S.: Podemos decir que sí. Detrás de toda acción maligna hay una acción demoníaca, sí, pero la libertad del hombre lo lleva a hacer el bien o el mal.
V.D.: Cuando sacó ese crucifijo, ¿qué pasó?
H.S.: Ellos levantaron todo y se fueron. Los policías me miraron. No se atrevieron a preguntarme qué había pasado. El miedo que tenían varios de ellos, sobre todo las mujeres, fue mayúsculo.
Era mucha gente y ya habían atacado a otros que estaban en un centro comercial, a unos 300 metros. Por radio nos decían: “Nos coparon”. Y sí, efectivamente, los coparon, tenían armaduras, gases, pero estos no tenían nada, solo los escudos y por eso los apoyé. Llegué al sitio y levanté mi crucifijo porque tengo una fe enorme. Mi fe es muy grande.
V.D.: Pero hábleme de los exorcismos en la Policía para perseguir a los grandes delincuentes.
H.S.: Una vez, en Medellín, estábamos en la persecución de unos delincuentes. A uno de ellos lo apuñalaron y lo arrojaron del carro. Preferimos ayudarlo que seguirlos persiguiendo. Le tomamos el pulso y ya estaba muerto.
Cuando estábamos esperando la unidad de levantamiento y de inspección del cadáver, el cuerpo empezó a arrastrarse. Eso fue sobrenatural. Un agente, de esos antiguos de Medellín, me dijo: “No, mi teniente, espere y verá”. Entonces empezó a buscarle por todo el cuerpo. Efectivamente tenía enrollado un amuleto, se lo cortó y ahí murió. Ese tema existe desde hace muchos años y data de miles de años atrás. Aquí en la Policía lo hemos hecho, por supuesto, con el acompañamiento del obispado castrense. Gracias a Dios tenemos un obispado castrense, como otros cuerpos de Policía, que nos ayuda en ese trabajo de lucha contra el mal.
V.D.: Entiendo que no ha sido el único general que ha estado de acuerdo con practicar exorcismos en la Policía para las grandes operaciones.
H.S.: Sí, aunque no se metieron tanto como yo. He estado en los exorcismos desde 2007. ¿Qué es el exorcismo? Es un ministerio de la Iglesia que significa básicamente el actuar contra la acción del diablo en su poder extraordinario. Posesión, opresión, lo que entenderíamos como obsesión demoníaca, la infestación demoníaca o la acción directamente contra el cuerpo que afecta a la persona de alguna manera y que es visible y que se llama vejación. Hay personas a las que les aparecen rasguños en la noche y moretones. No duelen. Se lo han soñado y al otro día amanecen con eso.
V.D.: O sea que eso existe.
H.S.: Existe. Si uno va al Vaticano, allá encuentra un museo donde se hace ver no solamente la presencia de las almas del purgatorio, que son las buenas, sino también la acción demoníaca a través de sus entidades malignas. Eso existe y, gracias a la valentía de muchos sacerdotes, hemos logrado contrarrestar ese mal en la Policía. Por ejemplo, la operación contra el Mono Jojoy. Eso fue exorcismo.
V.D.: ¿Cómo fue? Por favor cuénteme…
H.S.: La Policía hizo varias operaciones contra él y no pasaba nada. Un sacerdote dijo: “Mire, es que ustedes no le están pidiendo a Dios. Si ustedes no ponen sus actos en manos de Dios, eso no va a funcionar”. Entonces realizamos las sagradas eucaristías con ese propósito y, desde Bogotá, se hizo el exorcismo. Es decir, cuando el capitán romano les dice a los ancianos: “Díganle a nuestro señor que cure a mi siervo”, Jesús le respondió “vamos”. Y el capitán le contestó: “No, no es necesario que vayas. Con una palabra que tú digas bastará para sanarme”. Ahí se crean los exorcismos a distancia. Entonces Nuestro Señor desde ahí ordena y queda curado.
V.D.: ¿Y así cae el Mono Jojoy?
H.S.: Aquí desde Bogotá se dijo: “Bueno, entonces vamos a hacer una operación”. Los policías que participaron en eso hicieron una oración con ellos. El sacerdote bendijo las armas del Estado con las cuales iba a ser objeto de persecución y funcionó. Claro, porque es la acción de Dios.
V.D.: ¿El director era el general Naranjo?
H.S.: Sí, estaba mi general Naranjo.
V.D.: ¿Él sabía que estaban haciendo un exorcismo para dar de baja al Mono Jojoy?
H.S.: Claro. En unas interceptaciones, que se las mostramos a mi general Naranjo, hablaba una bruja. La bruja decía: “Mire, el de las naranjas y el de los pajaritos no han caído. Los otros ya cayeron, los tienen pintaditos. El otro, el de los barquitos, ya cayó. Pero los otros no han caído”.
¿A quién se refería? A mi general Naranjo. Le mostramos ese audio a él. A la bruja la capturamos porque formaba parte de una estructura de las Farc, con la cual ella también hablaba. Se hacía referencia a eso.
Entonces nos preguntamos: “¿Por qué mi general Naranjo no cayó y el de la Fuerza Aérea tampoco?”. La respuesta fue: “Porque rezan, o alguien reza por ellos”. Efectivamente, la mamá de mi general Naranjo reza el santo rosario todos los días. Lo mismo la mamá de mi general Vargas.
V.D.: ¿El general Vargas también hacía estos exorcismos?
H.S.: Él conoció eso. Precisamente era el general de las operaciones cuando pasó lo del Mono Jojoy. Al principio, por supuesto, todos son incrédulos. Pero ya cuando se les muestra… Por ejemplo, al director de Inteligencia alguien le dijo: “Mire, allá en la Dipol están haciendo unas cosas en el auditorio, para que usted se dé cuenta. Eso como que es malo”. Entonces me mandó a llamar y me dijo: “¿Usted qué es lo que está haciendo en el auditorio?”. Yo le contesté: “No soy yo, mi general. Quien lo está haciendo es el sacerdote”. Me dijo: “¿Pero qué es? ¿Exorcismo?”. Le dije: “Pues algo parecido a los exorcismos, que es la liberación”. Entonces sacó un libro y me dijo: “Mire, esto se lo traje de Roma”. Me lo entregó y decía Exorcismos. Yo lo ojeé y me dijo: “Me lo leí de Roma hacia acá, sé lo que están haciendo. Síganlo haciendo”. Le devolví el libro porque el diablo existe y nuestro señor lo ataca, por supuesto.
V.D.: ¿En qué otro operativo grande se han usado los exorcismos?
H.S.: En todos los casos contra el estado mayor de las Farc. Todo fue con exorcismo.
V.D.: ¿Contra Raúl Reyes?
H.S.: Por supuesto.
V.D.: ¿Cómo fue?
H.S.: Como estaba al otro lado, en Ecuador, y se movía hacia la frontera con Colombia, teníamos que tener el punto exacto. El sacerdote tomó la foto de Raúl Reyes e hizo una oración y rompió su acción maligna, y eso lo hizo visible. Ellos se protegen con este tipo de entidades malignas. Lo que no funcionaba empezó a funcionar y apareció la X (la ubicación exacta) donde estaba Reyes en ese momento.
V.D.: ¿Y qué pasó con Alfonso Cano?
H.S.: También funcionó el exorcismo.
V.D.: ¿Todos estos grandes cabecillas de las Farc utilizaban la brujería para protegerse?
H.S.: Sí, claro. Todos los delincuentes. Todos la usan.
V.D.: ¿Lo que hacen con los exorcismos es acabar con la protección maligna que tienen los criminales?
H.S.: Romper con eso, sí. En un caso de las Autodefensas Gaitanistas, se abatió a un blanco de ellos. Le disparaban y no caía. Entonces acordaron rezar el padrenuestro mientras disparaban.
V.D.: ¿Rezar el padrenuestro y disparar al mismo tiempo?
H.S.: Sí, claro. Antes de salir a esas operaciones se bendicen las armas y se les dice: “Disparen, pero recen”. En este caso, el intendente disparó rezando y lo abatió.
V.D.: ¿Usted por qué no fue sacerdote y terminó como general de la Policía?
H.S.: Por culpa de mi esposa. Cuando la vi me enamoré.
V.D.: Y ahí perdió el año.
H.S.: Sí, ahí estamos por gracia de Dios.
V.D.: ¿Cuánto lleva casado?
H.S.: Vamos para 30 años.
V.D.: ¿Hubiera podido ser sacerdote o no?
H.S.: No tenía vocación. Estuve aquí en el Centro Don Bosco, un colegio hermoso donde nos enseñaron muchos valores y virtudes. Muy buenos ciudadanos. De hecho, decían: “Sanabria va a ser el sacerdote del 11B y fulano de tal del 11A”. Pero no.
V.D.: Usted no fue sacerdote por el ‘gustico’, como dice Uribe.
H.S.: Sí, como dice la primera carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 7: “Si les gusta, cásense”.
V.D.: Y le tocó casarse porque le gustaba mucho.
H.S.: Sí, las piernas de mi señora eran muy bonitas y dije: “Ella va a ser mi esposa”.
V.D.: Pero no me contó lo de Alfonso Cano.
H.S.: Era un objetivo del Ejército. No nos reunimos con ellos, pero sí desde Bogotá se hizo todo el trabajo de oración. Es una lucha entre el bien y el mal, como dice Juan Pablo de los Efesios, capítulo del 6 al 10 en adelante: “Es una lucha espiritual, no es una lucha contra carne y hueso. Es una lucha espiritual”. Hay mucha gente que no cree en esto.
V.D.: ¿Y qué les dice a los que no creen?
H.S.: Los invito a que vayan solos a un cementerio a las tres de la mañana, en medio de la oscuridad.
V.D.: Usted me hace dar nervios…
H.S.: Se lo juro, doctora Vicky, que ellos no van a ir. O sea, no tienen esa valentía de ir porque el alma sabe qué va a enfrentar a las tres de la mañana en un cementerio.
V.D.: ¿Qué enfrenta?
H.S.: Una presencia de almas muy fuerte.
V.D.: ¿Pero buenas o malas?
H.S.: De todo. En los medios han salido muchos casos en los que niños y niñas de colegios han quedado en situaciones terribles por ponerse a jugar con cosas.
V.D.: Lo que llaman la ouija.
H.S.: Claro, la ouija. Esa ouija y eso otro que está saliendo que es hablar directamente a través de una tabla, eso también es muy peligroso.
V.D.: No se puede hacer.
H.S.: Sí se puede, pero si lo hacen es terrible. Ahí liberan una acción maligna muy fuerte. En la escuela nos pasó. Mis compañeras jugaron con eso. Lastimosamente, muchas fueron atacadas en sus hogares.
V.D.: Cuénteme la historia de aquel día cuando a usted, a las tres de la mañana, se le presentó el diablo en su casa.
H.S.: En la Escuela de Cadetes ocurrió una situación compleja. Una cadete médico empezó a llorar, pero con una midriasis profunda. Es decir, con los ojos negros, y empezó a hablar en otro idioma. Otra la sacudió. Cuando gritaron, salió expulsada contra la pared como si alguien la hubiera empujado. Tipo película. Entonces llamaron al sacerdote, él me llamó a mí y dijo: “No estoy en Bogotá, ayúdeme”.
Eran las diez de la noche y a esa hora no podía ir. Dijo: “Vaya mañana”. Entonces nos fuimos con el padre Silverio, que es general. Atendimos a los cadetes, todos hablaban asustados del caso. Eran como 300. El comandante de la compañía dijo: “Todos a misa”. Cuando llegué estaba una cadete inclinada y la sostenían dos muchachos. Y gritaba y preguntaba qué le pasaba.
Fue una cosa espectacular. Eso ayudó a que mucha gente creyera. Luego hicimos una oración y la muchacha otra vez quedó en su lugar, otra no podía abrir los ojos. Llamé a otro sacerdote y le conté: “Mire, me está pasando esto”. Dijo: “Tenga cuidado. Usted está enfrentando al diablo y es un ser muy poderoso. O sea, si usted tiene el don de la liberación, hágale. Pero si no, no se meta porque ese la cobra. No sea que le golpee diciéndole ‘no se meta conmigo’”. Efectivamente, al otro día me acosté. Y a las tres de la mañana, en la ventana, sentí tres golpes.
V.D.: ¿En la ventana de la casa?
H.S.: Del apartamento fiscal. Claro, dije: “No tengo miedo, vamos para adelante”. Y ese mismo día hice otra acción de liberación, porque el maligno nos tiene miedo a nosotros.
V.D. Pero usted tiene entonces ese don de la liberación.
H.S.: No sé, no sé, Vicky. Pero aquí en la oficina ha habido casos de gente que no se haya y yo he dicho “hagamos una oración”. En una oportunidad, alguien me empezó a hablar muy feo. Un sargento mayor retirado me criticaba y yo, con esa mansedumbre que me caracteriza, hasta que llegó un momento en el que le dije mentalmente: “¿Quién habla?”. Y él se cayó, y volvió y se levantó con los ojos negros y me dijo: “Usted ya sabe”.
V.D.: ¿Cómo así?
H.S.: Entonces cogí el crucifijo. Por eso tengo tantas imágenes y se lo puse de frente y empezó a hacer manifestaciones malignas.
V.D.: ¿Y usted estaba solo con él?
H.S.: Sí, solo.
V.D.: ¿Y hacía ruidos con la voz?
H.S.: Sí claro. Eso fue espectacular.
V.D.: ¿Y qué pasó? ¿Cuánto duró? ¿Cómo fue eso?
H.S.: Puse el crucifijo nuevamente en el escritorio y se me agachó y siguió alegando y se sintió un poco mal. No se dio cuenta de lo que pasó, pero se sentía mal. Le dije: “Lo mejor es que se vaya”. Y se fue y así me ha pasado varias veces.
V.D.: Tómeme las manos…
H.S.: No, aquí no va a pasar nada.
V.D. ¿Por qué no va a pasar nada?
H.S.: Porque no estamos en oración.
V.D.: Oremos.
H.S.: No, pero ahorita no se puede.
V.D.: ¿Por qué?
H.S.: Tiene que ser algo reservado.
V.D.: ¿Tenemos que estar solos?
H.S.: Sí, claro. Nuestro Señor dice: “Cierra tus ojos, entra en tu cuarto y ora al padre”. Tiene que ser muy reservada. Por el mismo riesgo que hay. De hecho, cuando se hacen exorcismos y liberaciones, piden que las personas no creyentes se salgan.
V.D.: ¿Me cree si le digo que me está haciendo el corazón así: bum, bum, bum?
H.S.: Sí, claro.
V.D.: De nervios, porque es una historia tenebrosa.
H.S.: Sí, le cuento: al coronel Mauricio Rodríguez, que me acompaña, lo iba a atacar un demonio. Y con un crucifijo lo paramos, se estrelló contra las bancas. Era una presencia demoníaca. Otra cosa que quiero decirle es que hay personas que mueren sin confesión y que se condenan y se convierten en espíritus malignos. Son demonios de la corte maligna, que son entidades muy fuertes.
V.D.: ¿Contra Pablo Escobar y el cartel de Cali hubo exorcismo?
H.S.: Claro, también.
V.D.: ¿Y funcionó?
H.S.: En ese momento yo estaba en Medellín, pero no era tan creyente.
V.D.: ¿Pero se hizo?
H.S.: Sí, porque él (Pablo Escobar) utilizaba mucho eso.
V.D.: La brujería.
H.S.: Muchísimo. Entonces el obispo entró a mediar en eso.
V.D.: ¿Iván Marquez, Otoniel o los jefes del ELN acuden a la brujería?
H.S.: Es altamente probable que sí. Cuando vamos a los allanamientos, encontramos rituales, monumentos y altares demoníacos.
V.D.: ¿Esa gente que se dedica al mal está poseída por el diablo?
H.S.: Es altamente probable.
V.D.: ¿Cuántas veces va a misa en la semana?
H.S.: Todos los días, en la mañana.
V.D.: ¿Cuánto dura esa misa?
H.S.: Cuarenta minutos.
V.D.: ¿Reza el rosario?
H.S.: Sí, también, todos los días.
V.D.: ¿Solo o con quién?
H.S.: Normalmente solo.
V.D.: General, ¿cómo se vuelve usted una persona tan creyente?
H.S.: Cuando un sacerdote me dijo que lo acompañara a rezar por una persona. Yo pensaba que era cogerse las manos. Esa persona se me deslizó como una gelatina y entre siete no podíamos sostenerla. Nos arrojaba lejos y nos gritaba. Por vergüenza no le pregunté al sacerdote qué era eso. Entonces me puse a leer y a aprender más. En 2009 ya empecé fuerte, buscando entender muchas cosas. De 2009 para acá, Nuestro Señor es el que todo me lo da.
V.D.: ¿A usted no le da vergüenza contar estas historias?
H.S.: No, para nada. El Señor dice: “El que se avergüence de mí, yo también me avergonzaré delante de los ángeles de esa persona”. Entonces, es por puro amor a Dios Nuestro Señor.
V.D.: Que los demás digan lo que quieran de usted.
H.S.: Sí, mientras más me critiquen, me santifican. No sufro. A mí me gusta que me ataquen y más si es por la fe. Me encanta.
V.D.: General, ¿es cierto o falso que ya no están sacando a policías de la institución por corrupción, sino por infidelidad?
H.S.: Ojalá se pudiera, pero no se puede. Porque una persona que es infiel no es prenda de garantía.
V.D.: Infiel con su mujer.
H.S.: Sí, claro. Una persona con virtudes y valores es prenda de garantía. Una persona que efectivamente sí le tiene respeto a Dios, uno sabe que es incorruptible. De resto, la tentación llega. Le ofrecen dinero y cae, pero si está con Dios ni siquiera llega la tentación.
V.D.: Perdóneme la pregunta: ¿ha sido infiel?
H.S.: No, para nada. Nunca.
V.D.: ¿Y cómo ha hecho para no caer?
H.S.: Nuestro Señor dice: en una victoria tiene que haber batalla, tiene que haber caídos y heridos. En una batalla espiritual tiene que haber tentaciones y se deben superar las tentaciones, como Nuestro Señor nos enseñó: “No nos dejes caer en la tentación”. Es eso. Que vengan todas, pero no caer en la tentación.
V.D.: ¿Pero le coquetean?
H.S.: No, ya no. Porque saben…
V.D.: Que usted es firme.
H.S.: Los que me conocen saben que no caigo en eso. De pronto una persona que no me conoce y empieza a hacer coqueteos, pero obviamente no.
V.D.: ¿Y usted qué hace en esos casos?
H.S.: Digo: “Gracias a Dios, felizmente casado por la Santa Madre Iglesia. Que Nuestro Señor la bendiga y la cuide”, ya con eso saben que no caigo.
V.D.: ¿Y qué piensa del policía que es infiel?
H.S.: El que es infiel en lo poco, es infiel en lo mucho.
V.D.: ¿Tramposo?
H.S.: Sí, no es de confiar. No es una causal de retiro de la Policía, como en los años setenta y ochenta. En ese entonces, era una falta gravísima serle infiel a la señora, ahora ya no lo es. Conozco a varias personas que le son infieles a su mujer. No me meto en su vida privada, pero si traspasa los umbrales de lo privado a lo público, tenemos que actuar. Ahora, por ejemplo, un coronel que esté acechando a unas mujeres.
V.D.: Lo botan…
H.S.: Eso es acoso sexual, artículo 210-A del Código Penal, es decir, toca tomar acciones. Pero si son situaciones en donde la mujer no se siente afectada o no lo da a conocer, pues no nos enteramos.
Se sabe que es coqueto, pero no traspasa los umbrales, pues sigue porque no hay una causal de retiro. Pero normalmente esas personas infieles terminan haciendo cosas malas. Me decía el señor ministro: “Este coronel, ¿por qué se va? ¿Se metió con esta patrullera?”. Yo le contesté: “No, señor ministro, no tanto porque se metió con la patrullera, sino porque la patrullera se quedó con un poco de plata y él se dio cuenta y no hizo nada”. Entonces ahí ya la cosa cambia.
V.D.: En el Día de la Mujer, usted publicó este mensaje: “El encanto de la mujer alegra su esposo y si es sensata lo hace prosperar. Una mujer discreta es un regalo del Señor, una persona educada no tiene precio. Una mujer modesta es el mayor encanto. Nada vale tanto como una persona reservada”. Algunas mujeres se sintieron ofendidas.
H.S.: Y muchas agradecieron. Es un mensaje tomado de la sagrada escritura.
V.D.: ¿No es una ofensa?
H.S.: No, por supuesto que no. Es decir, se rinde homenaje a la mujer.
V.D.: Quienes se ofendieron consideraron que el director de la Policía estaba diciendo que las mujeres calladitas se ven más bonitas.
H.S.: Claro, y que sumisas. Una mujer discreta alegra el corazón del hombre.
V.D.: ¿Qué es una mujer discreta?
H.S.: Es una mujer que, al lado del hombre, calla en los momentos que hay que callar y habla cuando tiene que hablar.
V.D.: ¿Y el hombre también tiene que ser discreto o solo la mujer?
H.S.: Los hombres también tenemos que ser discretos.
V.D.: Han dicho que usted es machista…
H.S.: No sé si ser machista sea querer profundamente a la mujer. En Francia, una vez, me pasó algo curioso. En el metro me paré y le dije a una mujer: “Por favor, siéntese”. Ella me trató mal, me humilló, me dijo en su idioma: “¿Qué le pasa?”. Entonces empecé a pensar: ¿les cedo o no el puesto a las mujeres? Seguí haciéndolo. De pronto una señora mayor de edad me agradecía, pero había jóvenes que se ponían furiosas. Lo tomaban como un coqueteo. Eso no choca contra lo que yo pienso, o sea, no es ser machista, sino que a la mujer hay que protegerla, amarla, quererla. De hecho, Nuestro Señor no quiso llegar como Adán, sino a través del vientre materno.
V.D.: ¿Usted sí cree en eso que dice la Biblia de que las mujeres salimos de la costilla de Adán? Ahí sí como que la embarraron en la Biblia.
H.S.: Vicky, si usted le pregunta a un sacerdote exorcista, porque a los que no son les pregunté y no me dieron respuesta, antes de la creación de Adán y Eva hubo algo que se pareció al hombre y algo a la mujer: Luzbel. Satanás hoy en día se pone bravo cuando se dice: creemos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Durante muchos años se ha manejado ese tema de que la mujer nació del hombre. Puede ser algo que simplemente quiere significar que están muy unidos los dos.
V.D.: ¿Sabe por qué le digo que es un cuento raro? Porque a todos los hombres del mundo los ha parido una mujer.
H.S.: Sí, claro, por supuesto.
V.D.: Cada vez que menciona la fuerza del mal, Luzbel, el diablo, usted echa una bendición en esta entrevista. ¿Por qué?
H.S.: Eso me lo enseñó un exorcista. Cuando usted dice “Dios y Patria”, se hace presente Dios. Pero cuando usted dice una grosería o se menciona el nombre del maligno, ahí se hace presente también el diablo. Ante esa presencia, hay que echar la bendición.
V.D.: ¿Y cómo le parece que en Colombia han propuesto eliminar la frase “Dios y Patria” en la Policía?
H.S.: Sí, claro, siempre se ataca a Dios. Por eso, en los Hechos de los Apóstoles, capítulo 5, Gamaliel dijo: “Ancianos, escribas, fariseos, tengan cuidado, porque si insultan a esos tipos, es cosa de hombres, eso pasa, pero si es cosa de Dios, tengan cuidado, no vaya y sea que, sin darse cuenta, se estén enfrentando a Dios”.
V.D.: ¿Aquellos que quieren quitar el “Dios y Patria” de la Policía se están enfrentando a Dios?
H.S.: Claro, por supuesto, eso es querer quitar a Dios del camino. Dios no se pone bravo ni triste. Él es el poderoso, el dueño de todo. Pero si hay alguien que hace el trabajo del mal, es decir, el que se enfrenta a Dios, este lo ataca. Acuérdese del adagio de los abuelos que decía: “Mal paga el diablo a quien bien le sirve”. Eso es real. Por el hecho de aliarse con él, no va a significar que él lo va a apoyar. Le va a dar más duro.
V.D.: ¿Quién hace los exorcismos en la Policía?
H.S.: Los sacerdotes autorizados por los obispos.
V.D.: ¿Y nos puede contar quiénes son?
H.S.: Son muy perseguidos. De hecho, los mejores exorcistas de Colombia están fuera del país.
V.D.: ¿Nos puede decir los nombres?
H.S.: No, porque son muy atacados, van a ser perseguidos.
V.D.: ¿Cuáles son los requisitos para ser exorcista?
H.S.: Eso es un don. Nuestro Señor da carismas. Él lo regala a quien quiere. Los dones son un premio al ejercicio de la virtud. Muchos empiezan con carisma. Hay mucha gente con presencia maligna y no lo sabe. Tienen dolores de cabeza, les duele el vientre, la espalda, tienen una presencia maligna y no lo saben. Hay mucha gente que muere incluso teniendo esa presencia maligna y nunca se dio cuenta.
V.D.: Como director de la Policía, además de combatir a los criminales, ¿usted lucha contra las fuerzas malignas?
H.S.: San Agustín decía: “Trabaja y ora”. Es decir, nosotros vamos con la fuerza de Dios, eso es absolutamente claro.
V.D.: Y grupos como el ELN, las disidencias de las Farc, el Clan del Golfo, ¿son la fuerza del diablo?
H.S.: Ellos son la fuerza del mal, chocamos esas dos fuerzas, obviamente siempre es más poderosa la fuerza del bien. El mal siempre será derrotado.
Nuestro Señor lo dice en San Juan 15: “Sin mí nada puedes hacer”. Cuando nos reunimos a planear las operaciones me dicen: “¿Qué hacemos frente a esta situación?”. Yo digo: “Pues obviamente la captura. Pero si hay que abatir, los abatimos, no tengo problema”.
Entonces me miran y me dicen: “¿Usted hablando de matar gente?”. Yo respondo: “Claro, recuerde a David y Goliat. David se enfrenta al gigante Goliat y le dice: “Me vienes a mí a tratar como un perro, yo no soy un perro y con unas piedras voy contra ti, en el nombre del Señor de los Ejércitos, a los que tú has desafiado”.
Es decir, eso siempre ha existido, la lucha contra el mal. De hecho, en el catecismo de la Iglesia, se habla de la muerte por parte de las autoridades. En el libro del Éxodo, capítulo 21, se dice: “El que mate a otro que esté hurtando es legítimo”. Somos religiosos, amantes de Dios, pero en el cumplimiento de la Constitución y la ley.
V.D.: Para usted, ¿qué es el aborto?
H.S.: Es matar a una personita que se está formando. Y el artículo 91 del Código Civil dice que hay que proteger la vida del que está por nacer. Ese es un texto hermoso.
V.D.: En Colombia se despenalizó el aborto bajo la premisa de que hay que respetar los derechos de las mujeres a decidir qué hacer con su cuerpo.
H.S.: Ahí chocan dos situaciones bien complejas. Por un lado, lo que dicen los hombres y lo que dice Dios. Si uno se enfrenta siempre a Dios, las cosas van a terminar mal.
A mí se me han presentado mujeres, algunas policías, que han abortado y me dicen: “Necesito hablar con usted”. Se han puesto a llorar y me han dicho que hace diez años o hace cinco años abortaron y, aunque se confesaron 30 veces, siguen mal. Antes, solo los obispos podían perdonar el pecado del aborto, pero el papa Francisco dijo: “Hay tantos casos de aborto que les doy la autoridad a todos los sacerdotes para que perdonen ese pecado”.
V.D.: Entonces, ¿el aborto es un pecado?
H.S.: Es un pecado muy grave. Es matar, violar el quinto mandamiento.
V.D.: ¿Es un pecado mortal?
H.S.: Exactamente, atenta contra la vida. La Iglesia promueve la protección de la vida, como lo hace el Código Civil con el que está por nacer.
V.D.: ¿Y la mujer que aborta? ¿Qué hay en ella? ¿Está ejerciendo un derecho?
H.S.: Es un derecho, por supuesto, de acuerdo con la Corte Constitucional. Desde el punto de vista teológico, hay otra lectura. Yo digo: ¿por qué la Iglesia no lo dice abiertamente? Y yo lo digo abiertamente en la institución: ¿cuál es el problema de abortar? Todos venimos con el pecado original, salvo la Santísima Madre. Entonces el pecado original lo lleva a uno a ser malo desde el vientre materno. El bautismo rompe ese pecado. Un bebecito que muere dentro del vientre materno, al no ser bautizado, no nace al mundo espiritual.
V.D.: ¿Y eso qué significa?
H.S.: El libro del Eclesiastés, capítulo 11, lo dice: “Así el abortado se pierda en la oscuridad, donde su nombre nunca se recuerde, habrá tenido más descanso que este hombre”. El que aborta se pierde en el limbo, porque no está ni en el cielo ni en el infierno, está en una situación compleja. Por sí mismo no ha hecho nada malo, pero no ha sido bautizado.
V.D.: ¿Ahí qué se puede hacer?
H.S.: Lo que se busca por parte de la Iglesia es bautizar a los no nacidos para rescatarlos del limbo. Me lo explicó un exorcista: él ha visto cómo, cuando se bautiza a un abortado, unos suben y otros descienden. ¿Quiénes ascienden? Los que perdonan a sus padres. ¿Quiénes descienden? Los que mantienen ese odio, porque se genera un odio cuando se aborta, un odio muy fuerte.
V.D: Como director de la Policía, ¿qué piensa de las libertades sexuales y de la comunidad LGBTIQ?
H.S.: El artículo 16 de la Constitución habla del libre desarrollo de la personalidad y eso es absolutamente claro. Se les protege porque hay personas que intentan agredir a esa comunidad. De hecho, alguna vez dije: no se metan con ellos, no les hagan burla, no los molesten y me confundieron. Pensaron que yo formaba parte de esa comunidad porque los defendí radicalmente.
V.D.: ¿Le han dicho eso?
H.S.: Ese día me dijeron eso. De hecho, uno de los integrantes de esa comunidad subió a mi oficina, se me presentó y empezó a hablarme raro. Le dije: “Un momentico, lo que acabé de decir es para protegerlos, pero no significa… ¿cómo así que viene a coquetearme? ¿A cuento de qué?”. Fue una situación bien incómoda.
V.D.: ¿Usted es de los que piensan que Dios quiere por igual a heterosexuales y a miembros de la comunidad LGBTIQ?
H.S.: Por supuesto, es igualito, no hay distinción de Nuestro Señor hacia ellos. Alguna vez reuní a un grupo de mi unidad, fue hace varios años, y les dije: “Mire, hay que tener cuidado porque la Policía Nacional, de las cuatro fuerzas, es la que más personas tiene con VIH y ese virus lleva a la muerte”. De esas 15 personas que reuní, se murieron 12, las otras viven y están bien y son muy buenos trabajadores.
V.D.: ¿Y por qué hay tanto VIH en la Policía?
H.S.: Lastimosamente, como somos tantos, hay una comunidad LGBTIQ grande en la institución. No hay de pronto esa educación que les permita a ellos ser cuidadosos en lo que hacen.
V.D.: ¿Cuál es el porcentaje?
H.S.: Más o menos del 100 por ciento de casos de todas las fuerzas, el 47 por ciento es de la Policía. De acuerdo con lo que han querido decir, estamos hablando de unos 12.000 policías aproximadamente.
V.D.: Es bastante.
H.S.: Sí, por eso tenemos que estar ahí ayudándolos, protegiendolos.
V.D.: ¿Está de acuerdo con el uso del condón?
H.S.: Personalmente no, porque es un método abortivo, sobre todo para los casados por la Iglesia. Una de las promesas matrimoniales es: “¿Aceptaréis los hijos que Dios te mandará?” y uno dice: “Sí, acepto”.
V.D.: ¿Cuántos hijos tiene usted?
H.S.: Solamente dos hijas. Hubiera querido tener 100.
V.D.: ¿Cómo hace con 12.000 policías con VIH positivo? ¿Les dice: usen condón, protéjanse? ¿Cómo hace con su opinión personal?
H.S.: En su momento, cuando reunía a la gente de mi equipo, les decía: “Hay que tener cuidado, porque los invitan a fiestas, las llamaban ‘la fiesta verde’, una cosa así. Eso se presta para la ingesta de licor, para muchas cosas. Mi recomendación es no asistir a ese tipo de situaciones, cuidense mucho”. Pero ya en esto de los programas específicos de protección sexual, se encarga la Dirección de Sanidad.
V.D.: ¿Usted no?
H.S.: No, yo no.
V.D.: Y los programas consisten en decirles que usen condón.
H.S.: No, la verdad no sé qué programas tendrán (risas).
V.D.: Ahora sí hablemos del Clan del Golfo. Esta organización criminal nunca cumplió con el cese al fuego bilateral, ¿verdad?
H.S.: El Clan del Golfo ha realizado una serie de acciones intimidatorias contra la población civil. En ese sentido, el presidente ha tomado una decisión. ¿Eso qué significa? Que efectivamente no lo cumplió.
V.D.: Nunca...
H.S.: En mi criterio creería que no.
V.D.: Y el ELN se bajó del cese al fuego. Y aunque está negociando, sigue cometiendo acciones terroristas.
H.S.: Por eso el cese al fuego es una medida que se toma para evitar confrontaciones.
V.D.: ¿Y qué pasa con las disidencias? ¿Están cumpliendo el cese al fuego o no?
H.S.: Hay una confrontación entre disidencias, ELN y Clan del Golfo. Hemos tenido su presencia en algunos cascos urbanos y eso debe debe ser contrarrestado con acción militar y policial por ser un delito. Eso no significa que estemos haciendo acciones ofensivas contra ellos, simplemente estamos reaccionando ante la tipificación de delitos, que eso es lo que a la Policía le corresponde. Cuando esas disidencias intimidan a la población civil, ahí tenemos que actuar nosotros.
V.D.: ¿Qué ha pasado con Iván Márquez? ¿Dónde está?
H.S.: Mantenemos nuestras actividades de recolección de información y de producción de inteligencia en Venezuela.
V.D.: Sigue en Venezuela…
H.S.: Allá. Nosotros lo mantenemos como información.
V.D.: ¿Y cómo está?
H.S.: Físicamente se ha recuperado de las lesiones que tuvo en el atentado, pero el detrimento de su salud es evidente, sobre todo su salud mental.
V.D.: Está mal de la cabeza.
H.S.: Sí, tiene momentos en donde decae, y otros donde está bien.
V.D.: ¿No siempre está lúcido?
H.S.: No, no siempre.
V.D.: ¿Qué lesiones tiene?
H.S.: A lo largo de varios años él ha sufrido muchos atentados con explosivos. Eso le ha afectado su parte física. En la última acción, en la que resultó herido por una explosión, parte de su rostro se vio impactado, al igual que sus extremidades. Ese elemento que se le incrustó en el cerebro le afectó muchísimo esa parte mental. Es lo que más le afectó.
V.D.: Entonces sigue protegido en Venezuela. Maduro debería enviarlo a Colombia, ya que es tan amigo de este Gobierno.
H.S.: Pues estadísticamente tenemos una presencia de integrantes de las Farc y el ELN en Venezuela. Nuestra inteligencia y recolección de información los ubican en partes rurales, principalmente, pero también en zonas urbanas. Uno de los pedidos que hacemos en estos intercambios de información con Venezuela es la ayuda para ubicar a estas personas. Lo que se quiere es ponerlas en un plano donde podamos someterlas a la justicia.
V.D.: ¿Usted sabe que se están adelantando unas indagaciones internas en el Ejército con miras a investigar si la fuerza pública de Colombia participó en un operativo para dar de baja a Jesús Santrich en Venezuela?
H.S.: Vicky, hasta ahora me entero. No sabía de eso.
V.D.: ¿Y le suenan lógicas esas indagaciones?
H.S.: Eso fue una acción entre grupos armados en territorio extranjero.
V.D.: ¿La Policía no participó en nada de eso?
H.S.: No. No es parte de nuestra misionalidad. Después de la frontera, nosotros no tenemos acción, ni los militares tampoco. Por eso no me parece que sea algo que concuerde con la realidad jurídica del país.
V.D.: Y también suena muy raro que investiguen a generales, así sean en retiro, por la muerte de un bandido como Santrich.
H.S.: Sí. Realmente lo que se recolectó en su momento fue que se trató de acciones entre grupos armados ilegales en el otro territorio, y no participaron las Fuerzas Armadas Colombianas.
V.D.: Algunos han querido culpar a la Policía por los ‘petrovideos’. ¿Sabe quién los grabó?
H.S.: Esa pregunta me la han hecho muchas veces. Las investigaciones que se adelantan no apuntan a una acción de algún miembro de la Policía. Lo que sí se ha podido establecer es que eso no fue hecho con una capacidad tecnológica especial, sino un hacker logró tener acceso a la clave del servidor e ingresó. Es decir, no fue con una tecnología. Fue algo que un hacker, con conocimientos básicos, pudo haber hecho.
V.D.: ¿No fue un grupo criminal con mucha inteligencia o la inteligencia del Estado quien grabó los ‘petrovideos’?
H.S.: No. Lo que se ha logrado establecer es que esos videos estaban archivos en un computador con un servidor.
V.D.: Y alguien se los robó...
H.S.: Y alguien mandó un virus para poder tener acceso a las claves cuando se digitaran. De hecho, cuando cambiaron las claves, fue una medida de seguridad acertada. El 99 por ciento de las probabilidades es que fue así, un hacker.
V.D.: No fue la Policía.
H.S.: No.
V.D.: No fue el Ejército.
H.S.: No.
V.D.: No fue la Dirección Nacional de Inteligencia.
H.S.: No. Un hacker.
V.D.: Un hacker, increíble...
H.S.: Sí, y es muy común el fishing. La persona cae. Le mandan un correo diciéndole: “Vamos a embargarlo, abra el enlace, la Dian firma”, y ahí queda contaminado. Es muy fácil de caer.
V.D.: La idea de que la Policía no está haciendo lo que le toca o lo que hacía antes, ¿es verdad o mentira?
H.S.: No es verdad.
V.D.: ¿Por qué?
H.S.: Este año hemos capturado a cerca de 50.000 personas. Si se compara con el mismo periodo del año pasado, son 200 personas menos, en temas de incautación de droga, pero seguimos incautando estupefacientes.
Hemos detectado cargamentos que se iban a distribuir en las ciudades, eso era muy raro verlo, estamos muy activos, el que no produzca se tiene que ir de la institución, eso es absolutamente claro. Dimos esa alerta en uno de los puertos. El coronel que estaba ahí no cumplió, lo sacamos y ya hay incautaciones allí. Hay una proclividad a hacer las cosas. No hay ninguna disminución en la capacidad ni en la moralidad.
V.D.: ¿La gente puede estar tranquila de que ustedes sí van a defender a los colombianos?
H.S.: Sí, por supuesto. Eso es absolutamente claro, en el marco de la Constitución y la ley. Y eso también implica el uso de la fuerza que, a veces, no se entiende. A veces los policías son tímidos, no de ahora, sino desde hace unos diez años. Han tenido ese miedo de actuar y que los juzguen. Tenemos la justicia penal militar, que debe interactuar y decir: “Efectivamente fue un procedimiento correcto, sigamos para adelante”. El único temor es ese. Los policías saben qué pueden hacer.
V.D.: No haber erradicado ni una sola mata de coca en enero es una pésima noticia para los colombianos.
H.S.: No teníamos los erradicadores y tocaba contratarlos.
V.D.: Pero eso nunca había pasado.
H.S.: En los cambios de Gobierno normalmente, pasa eso.
V.D.: Pero nunca había ocurrido que no se erradicara ni una mata de coca. ¿De quién dependía eso?
H.S.: Es un contrato que hacemos nosotros a través de la Dirección Antinarcóticos. Ese recurso se provee directamente desde el Ministerio de Defensa.
V.D.: ¿Pero no había plata?
H.S.: Había una parte, no nos alcanzaba para todo. Lo que había lo contratamos. Se esperó a que tuviéramos el total y dije: “No, con lo que tengamos hagámosle”.
V.D.: ¿Pero digo lo correcto si afirmo: en enero no se erradicó ni una mata de coca porque la Policía no tenía plata disponible?
H.S.: Sí. No teníamos la contratación. En ese momento, la oportunidad de contratar infortunadamente no fue la que queríamos, por eso se empezó todo desde febrero.
V.D.: Pero en febrero se erradicó muy poquito.
H.S.: Sí, de hecho llevamos cerca de 2.000 hectáreas apenas.
V.D.: Usted, que conoce cómo actúa el narcotráfico, sabe que esa es una pésima noticia y lo que vamos a tener es más violencia.
H.S.: Sí, claro. La erradicación tiene que ser íntegra, con destrucción de laboratorios, incautación de insumos sólidos y líquidos.
V.D.: El fiscal Francisco Barbosa ha advertido a los comandantes que, por omisión, pueden ser investigados.
H.S. Sí, pero no hay omisión de ningún tipo. La actuación se ve. No hemos parado ni un solo segundo en la lucha contra la criminalidad.
V.D.: ¿Qué les quiere decir a sus policías?
H.S.: Esta es la mejor parte para mostrar una policía activa y motivada. En ninguna parte del territorio, los policías sienten que han sido objeto de constreñimiento para que no actúen. Por el contrario, hay una bandera elevada diciendo: “Aquí estamos y vamos a seguir actuando”. Y no solamente contra los grandes grupos criminales, sino contra los grupos delincuenciales que afectan la seguridad ciudadana. La actuación debe ser fuerte.
V.D.: ¿Qué le dice al diablo?
H.S.: Que el señor lo reprenda.
V.D.: Y que usted va a ser más fuerte.
H.S.: Sí, claro, todos los días. Siento la presencia de Dios en cada actuación que hago. Cuando voy a los sitios y me dicen “espere”, yo les digo: “Voy de primero porque voy con Dios”. Y voy de frente porque sé que no va a pasar nada.
V.D.: ¿Y qué les dice a sus críticos que aseguran que usted está manejando la Policía con el crucifijo y la Biblia?
H.S.: Les digo gracias, que Dios nos ampare, porque gracias a esas críticas y a esos ataques Nuestro Señor me ve con mejores ojos.
V.D.: ¿Y quiere decirle algo al presidente Petro?
H.S.: Que estamos firmes en el cumplimiento de la Constitución y de la ley.
V.D.: ¿Qué piensa de las críticas al ministro de Defensa, Iván Velásquez, en el sentido de que no quiere a la fuerza pública y no la protege como debería?
H.S.: Hemos salido a territorio con él. Estuvo en San Vicente del Caguán, en Los Pozos, rodeado de mucha gente, con firmeza de carácter, y un conocimiento impresionante de lo público. Con una microgerencia que nos impresiona porque, a pesar de tantas actuaciones que orbitan en su cargo, tiene tiempo para cada una de las cuatro fuerzas.
V.D.: ¿Está de acuerdo con que la Policía salga del Ministerio de Defensa?
H.S.: No. Hay una sentencia de la Corte, la C453 de 1994, que dice que la Policía debe mantenerse bajo los mismos lineamientos frente a las demás Fuerzas Armadas.
V.D.: Sería entonces un error hacer ese cambio.
H.S.: Sí, sería un error. En este momento enfrentamos las mismas amenazas y desafíos que en 1994. No ha cambiado en nada. Entonces debemos mantenernos bajo ese mismo lineamiento para ser más rápidos, ágiles y efectivos.
V.D.: En Policarpa (Nariño), los policías fueron quienes grabaron, desde la estación, a las disidencias paseando por las calles. ¿Eso no fue una humillación demasiado grande?
H.S.: Me decía un patrullero que estuvo ahí: “Yo estaba que disparaba porque tenía cinco al frente, la ponía en rafaga y eran cinco muertos”. “¿Y por qué no lo hizo?”, le pregunté. Me dijo: “Porque me hubieran respondido con más y no sé cuál de esos impactos hubiera afectado la vida a una persona que nada tenía que ver con eso”.
V.D.: Pero si no hubiera cese al fuego bilateral, ¿lo hubiera pensado igual?
H.S.: Con o sin cese, él hubiera actuado igual.
V.D.: ¿No le parece muy grave que las disidencias de las Farc se hayan metido a los colegios de Antioquia?
H.S.: Eso no envía un buen mensaje. Es un constreñimiento.
V.D.: Dios le pague por regalarnos estos minutos. Sé que esta entrevista va a dar mucho de qué hablar. ¿Es consciente?
H.S.: Sí, claro, por supuesto. De eso se trata.
V.D.: Esto se podría titular: ‘El general contra el diablo’, sin lugar a dudas.
H.S.: Sí, claro, es la verdad. Vuelvo y les repito: vayan a un cementerio, al del sur, a las tres de la mañana, donde hacen tantos actos satánicos.
V.D.: Por eso es que a usted no le gusta Halloween.
H.S.: No, y yo antes disfrazaba a mis hijas.
V.D.: ¿Las disfrazaba?
H.S.: Sí, porque no sabía de eso.
V.D.: Pero hoy no.
H.S.: No, por supuesto.
V.D.: Cuando uno se disfraza el 31 de octubre, ¿está rindiéndole culto al diablo? ¿Así uno se disfrace de princesa?
H.S.: Así se disfrace del Santo Padre. Hágalo al día siguiente. El primero de noviembre. Le cuento que, siendo capitán, un 31 de octubre secuestraron a un niño. Fui y estuve allá en Zipaquirá y capturamos a los tipos en un Renault. Yo les dije: “¿Por qué secuestran a este niño si no tiene plata?”. Me dijeron: “Es que hoy es 31 de octubre”. Y yo les dije: “¿Qué tiene que ver eso?”. Y ellos me respondieron: “Hoy tenemos que celebrar el cumpleaños de nuestro Dios”. “¿Por qué ese niño?”, les pregunté. Y ellos contestaron: “Porque ese niño no está bautizado”. Había un satanismo puro. ¿Para qué lo iban a secuestrar? Para hacer un rito satánico ese día. Hoy en día, esos grupos demoníacos tienen sus propias mujeres. En sus ritos satánicos las embarazan y ese niño es el que matan ese día. Ya no secuestran.
V.D.: Los sacrifican.
H.S.: Sí, eso se da aquí y en cualquier parte del mundo. De hecho, en los años noventa, nosotros creamos en la Policía un grupo que se llama Humanitas para contrarrestar el secuestro de niños el 31 de octubre.
V.D.: General, usted me deja más preocupada.
H.S.: Al contrario, motivada para conocer más de Dios, doctora Vicky.
V.D.: General, gracias por acompañarnos y cruces a todos los que lo critiquen.
H.S.: No. Bendito sea, que Dios Nuestro Señor alabe su nombre a través de ellos.
V.D.: ¿Cuántas veces comulga al mes?
H.S.: Todos los días.
V.D.: ¿Todos los días?
H.S.: Claro.
V.D.: ¿Y cada cuánto se confiesa?
H.S.: Cada ocho días
V.D.: ¿Y usted qué confiesa si es un hombre tan sano?
H.S.: No. Nuestro Señor dice, en San Mateo 5, que quien hable mal de otro será reo de muerte. Y a veces digo: “Oiga, ese coronel por qué no cumplió, hay que botarlo”.
V.D.: Eso ya es malo y va y pide perdón.
H.S.: Digo: “Señor, qué pena, me fui de palabra, no dije groserías, pero sí deseé que esa persona se vaya de la institución, aplicando la ley, por supuesto, pero afecta a su familia”.
V.D.: ¿No dice ni una mala palabra?
H.S.: ¿Una grosería? No. Hay una que está en el diccionario que puede significar tres cosas: ser un tipo idiota, imbécil o valiente. Y empieza por H.
V.D.: Hijue****
H.S.: No (risas).
V.D.: No entendí la palabra, general. No me puedo ir sin saberla.
H.S.: H. U. E. V. Ó. N.
V.D.: Huevón.
H.S.: Sí señora. A veces lo digo, este sí es mucho hue***.
V.D.: Y luego va y se arrodilla y pide perdón.
H.S.: Sí señora.
V.D.: Entonces, me estoy condenando, general.
H.S.: Toca confesarse, doctora Vicky.
V.D.: Yo me confieso, pero no cada ocho días.
H.S.: La Santa Madre Iglesia manda que sea una vez al año o cuando se está en peligro de muerte o en pecado mortal. Pero el problema es que uno peca mortalmente sin darse cuenta.
V.D.: ¿Cuál es la oración más poderosa, general?
H.S.: El padrenuestro. Nos lo enseñó Nuestro Señor Jesucristo. Y lo he notado también en los exorcismos. Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros... ahí se quedan, hasta ahí pueden hablar. Ahí es donde se dan cuenta que tienen presencia maligna y sufren.
V.D.: O sea, ¿el que está poseído por el demonio no puede pronunciar el padrenuestro?
H.S.: En un acto de exorcismo. Por fuera, el diablo se esconde, se niega a sí mismo. Pero en un acto de exorcismo, si se hace visible, entonces ahí es donde se manifiesta.
V.D.: ¿En las redes sociales está el diablo?
H.S.: Claro, está presente en todo.
V.D.: ¿Se la pasa tuiteando?
H.S.: Es el príncipe de este mundo.
V.D.: Se la debe pasar tuiteando, general, porque lo único que uno ve en Twitter es gente endemoniada diciendo cosas horribles.
H.S.: Sí, claro.
V.D.: ¿Y uno cómo hace para apartar a los demonios que se ven en Twitter?
H.S.: Con la oración. Hay mucha gente que no cree en Dios.
V.D.: Es como una moda, ¿no?
H.S.: Sí, claro.
V.D.: Porque no importa qué religión profesa.
H.S.: Sí.
V.D.: Pero cuando usted tiene temor a Dios, cualquiera que sea su idea de Dios, tiene límites. Si usted no cree en Dios, esos límites son los que usted mismo se impone.
H.S.: Sí, no hay líneas rojas y todo vale. Con el temor a Dios, que es un don del Espíritu Santo, sí hay límites.
V.D.: ¿En la política está el diablo?
H.S.: En la politiquería diría que sí. La política es sana. De hecho, nosotros somos políticos, no somos deliberantes.
V.D.: Sana, pero está muy enferma por estos días y desde hace mucho tiempo
H.S.: Claro. Cuando hay un choque de intereses sin límites, todo vale.
V.D.: Además, en la política juegan el poder, el dinero y la ambición. ¿No me diga que esos no son los platos predilectos del diablo?
H.S.: Claro, poder, tener y placer, las tentaciones del desierto de Nuestro Señor.