El escritor payanés Víctor Paz Otero ha hecho uno de los recorridos más increíbles por la historia de Colombia, escritor de varios libros, contando la historia novelada de los próceres de la historia, es un experto en ese asunto.
SEMANA quiso confirmar con él si Alirio Barrera y Simón Bolívar son los dos únicos personajes de la historia de Colombia que han entrado al Congreso a caballo. El escritor calificó el hecho de pintoresco e hizo una reflexión sobre el poder y la cercanía con los animales.
SEMANA: ¿Qué otros episodios de un congresista entrando a caballo al Congreso ha habido en la historia?
VÍCTOR OTERO: Hay tiempos en Colombia en los que no hubo información, no hubo documentación, no hubo fotografías, ni ejercicio del Congreso, etcétera. Hay algunas anécdotas, por ejemplo, que una vez Simón Bolívar subió por el atrio de una iglesia a Caballo, pero no sé si la iglesia era iglesia o estaba dedicada a otras funciones.
Hay una anécdota y hay unos relatos que parecen tener sentido, por ejemplo, José María Melo, el presidente golpista que le dio un golpe a José María Obando, dejaba entrar a su despacho a dos vacas y era un fanático de sus caballos; es decir, para él lo más importante era el cuidado de sus caballos y los adornada con una cantidad de elementos un poco exóticos, etcétera. Y cuentan varios historiadores que él tenía una relación fetichista con sus animales, sobre todo con unas vacas, y que las dejaba entrar al despacho presidencial. Yo no sé si eso es parte de una ficción del historiador que narra. Pero se cuenta, y lo han contado varios en las biografías de Melo, sobre todo esa fascinación y esa relación fetichista que tenía con sus animales, que parece que eran más cercanos a su alma que al alma de sus semejantes.
En el caso de este senador del Centro Democrático, se nos muestra como insólito y como novedoso, realmente no hay muchos ejemplos de eso, ¿no? Y eso hay que relacionarlo con la supuesta licencia que concedió Roy Barreras como presidente del Senado de permitir que los senadores lleven a sus mascotas a las sesiones del Senado, cosa que parece positiva, además, porque últimamente se ha despertado una gran conciencia ecológica y una conciencia de protección a todas las especies vivientes.
Lo que se inscribe en que estamos alimentando una conciencia ecológica en nuestra relación, más sensible y más humanizante con los propios animales. Pero no sé cuáles son las intenciones de este señor de creer que su mascota puede ser un caballo, puede serlo, pero no para entrarlo al Congreso. Un acto irónico, exótico, un poco grotesco y sin razón de ser.
Un poco irrelevante que se vuelva noticia porque es exótico; ahora, la prensa, los medios de comunicación privilegian mucho lo exótico, lo que se sale de una supuesta normalidad, pero no, yo no le doy mayor importancia.
SEMANA: ¿Esto le recuerda al episodio de la vaca en el balcón del palacio presidencial del Otoño del Patriarca?
V.O.: La novela de García Márquez es sobre un dictador, lo que quiere enfatizar es que los dictadores se atribuían este tipo de licencias para privilegiar lo exótico y lo grotesco; este hecho me recuerda a una vieja historia, Calígula nombró a su caballo cónsul en el Senado Romano y el Senado Romano aceptó de alguna manera, porque esa es la función del poder hacer que otros acepten una voluntad, así sea loca. Uno podría relacionar entonces el Caballo del senador Barrera con Calígula.
Y seguro que en la historia universal del disparate debe haber anécdotas similares; en última instancia, esos hechos son anodinos, irrelevantes, no son hechos históricos, sino hechos folclóricos; seguramente ya la gente no se acuerda ni fueron consignados como noticia.
SEMANA: Como lo dijo el senador Barrera, ¿Simón Bolívar y él son los únicos que entraron a caballo al Congreso?
V.O.: Hay una anécdota que ha sido recreada por muchos historiadores y es cuando Bolívar, regresando del Perú, hace su entrada y hubo una especie de recibimiento. En ese momento él habría subido por el atrio de una iglesia con su caballo. Y creo que en esa iglesia estaba esperando un sector del Congreso. Entonces creo que sí existió ese hecho en el que Bolívar entró a una especie de sesión solemne del Congreso que estaba funcionando en una iglesia, no propiamente a un edificio del Senado. La reunión tenía que ver con senadores que estaban esperando con cierta ansiedad la llegada de Bolívar a Bogotá después de tantos años de ausencia. La anécdota sí sucedió, entonces el senador Barrera sí tiene, entre comillas, legitimidad para decir que él y Bolívar fueron los que hicieron esto.
SEMANA: Y en materia presidencial, ¿qué gobernantes del país han tenido cercanía con los animales o con sus mascotas?
V.O.: En general son hechos que no se han contado, porque no se les da la relevancia ni la significación, pero en general hemos visto una relación muy afectuosa de muchos presidentes nuestros con sus mascotas. Se recuerda especialmente la relación que tenía Alfonso López Michelsen con una perrita dálmata, que tal vez se llamaba Lara. Otro que tenía muchos perros, pero nunca los llevaba a Palacio, fue mi paisano Guillermo León Valencia, que fue fanático y frenético de los animales y mantenía, al menos en sus fincas, una cantidad enorme de perros, por sus aficiones de cazador. Y si nos vamos a otras partes vemos que, por ejemplo, las mascotas privilegiadas por los presidentes norteamericanos han sido los perros. Casi todos han tenido y es muy curioso.
SEMANA: ¿Por qué cree usted que se da esta afición?
V.O.: Es un acto interesante. Cuando un presidente, que se supone que ejerce un poder que los aleja del común de las personas, tiene esa relación de amistad y cariño con los animales, es un gesto humano que se valora positivamente.
El hecho de que un presidente demuestre simpatía por seres vivientes como los animales es un gesto que habla de su humanidad, de su simpatía con lo vivo y es un mensaje subliminal e implícito en los gestos de un ser humano que está ejerciendo el poder. Esto es importante, porque normalmente el poder se asocia con lo deshumanizante, que aleja de las percepciones sencillas de la vida cotidiana de los demás seres. El poder sitúa a los hombres a cierta distancia sobre lo cotidiano y el gesto de que haya mascotas es un mensaje de simpatía. Se valora positivamente que un presidente sea amante de los animales y negativamente que no lo sea. Presidentes que van a corridas de toros, por ejemplo, en una época se veía positivo, pero hoy en día que vaya a este tipo de espectáculos o a una gallera a ver rituales de crueldad animal sería valorado negativamente.