El expresidente César Gaviria, director a nivel mundial de la organización Global Commission on Drug Policy, que reúne a 60 expresidentes del mundo que piden cambios importantes en las políticas contra las drogas, publicó una columna en la que se refiere a la fallida lucha contra las drogas que Estados Unidos a protagonizado durante 50 años y manifiesta su esperanza frente a posibles cambios en la administración Biden. Según él, con una reforma en sus cuatro años de Gobierno, el presidente demócrata podría cambiar el rumbo para su país y para el resto del hemisferio occidental.
Desde 1971, con el presidente Richard Nixon, Estados Unidos comenzó la llamada guerra contra las drogas que se ha mantenido constante a lo largo de los gobiernos subsiguientes. Para el expresidente colombiano, se trata de una política represiva que, cada vez que llegan nuevas elecciones, el mundo espera que cambie. Los carteles de las drogas han peleado a su manera, asesinando y secuestrando, mientras que las autoridades han usado estrategias militares para combatir a dichas organizaciones criminales, gastando miles de millones de dólares.
“¿La administración Biden abandonará por fin el probado y fallido enfoque de sus predecesores?”, se pregunta Gaviria en el texto publicado en Project Syndicate.
Según él, todos los esfuerzos han sido en vano, porque la demanda de drogas ilegales se mantiene y la oferta se adapta a lo que quieren los consumidores. Por eso, para él, es imposible reducir la demanda a través de la coerción.
“Ningún país en el último medio siglo ha sido exitoso en erradicar el mercado ilegal a través de la aplicación de la ley”, sostiene y añade que Colombia es uno de los países que más conoce los costos de las respuestas militares a las drogas, asegurando que durante muchos años Estados Unidos promovió políticas equivocadas con base en la erradicación forzada y la reducción de la demanda por medio de la coerción en el hemisferio occidental. Gaviria resalta que muchos países vecinos se han visto afectados de fondo por la corrupción criminal y el daño colateral de militarizar la seguridad civil.
“De forma preocupante, países en África occidental (parte de una ruta global del tráfico de cocaína) y en la costa de África oriental (parte de una ruta de heroína) están adaptando tácticas similares de controles de drogas. Estas regiones no deben repetir los errores cometidos en Occidente, en donde las consecuencias de las políticas estadounidenses incluyen violencia rampante y negligencia en la salud pública y el estado de derecho”, sentencia el expresidente.
Gaviria sostiene que el mundo debería aprender de la experiencia colombiana que, a diferencia de lo que sucede en las películas y las series de televisión, “no hay héroes solitarios para decapitar a las organizaciones criminales transnacionales”, pues es necesario que los países trabajen entre sí de manera coordinada.
Por una parte, el expresidente asegura que Kamala Harris y Joe Biden traen esperanza en este sentido, pues han manifestado intenciones de acabar con la prohibición federal de la marihuana y a no encarcelar a norteamericanos solo por uso de drogas. Sin embargo, aclara que ninguno de los dos ha cuestionado el uso de las cortes de drogas, que deciden sobre la rehabilitación y libertad condicional de las personas adictas a las drogas ilegales. “¿En qué otra área de la atención médica una persona recibe su tratamiento prescrito por un juez en lugar de un médico?”.
Por ello, Gaviria espera que el nuevo director de la política de drogas de la Casa Blanca, así como el secretario de Estado Antony Blinken y los líderes en salud pública usen la experiencia y evidencia existente para promover políticas que traten la adicción y aborden la naturaleza multifacética del problema.
“Es imperativo encontrar un terreno común para la colaboración y reenfocar la aplicación de la ley en las élites criminales”, sostiene el expresidente, asegurando que se debe permitir a los países en donde se producen drogas ilegales que terminen sus respuestas en materia de política pública. Especialmente, dice que se les debería permitir a estos países enfocar los esfuerzos de la ley sobre las élites criminales y violentas, en vez de hacerlo sobre la erradicación de los cultivos de campesinos que viven del suelo o en arrestar a los consumidores.
Desde su punto de vista, se necesita un acercamiento más pacífico y costo efectivo del control de las drogas, basado en educación, programas de prevención, agricultura voluntaria de sustitución y desarrollo de infraestructura, y asociaciones con comunidades afectadas. Además, piensa que debería contar con un tratamiento comprensivo y de reducción del daño para los consumidores problemáticos y talleres informativos para consumidores ocasionales.
“La administración de Biden dice que se guiará por la ciencia y la evidencia. Hasta ahora, ninguna administración estadounidense ha querido reconocer las señales claras de que la guerra contra las drogas no ha logrado en absoluto ninguno de sus objetivos. Al reformar la política de drogas de Estados Unidos durante los próximos cuatro años, Biden podría trazar un rumbo mucho más prometedor para todos nosotros”, concluye.