Los mal parqueados en Bogotá siguen siendo un dolor de cabeza. Los conductores de carros y motos, en varios sectores de la capital del país, se apoderan de los andenes a su antojo, como si el espacio público fuera de ellos. Los peatones, que son el principal actor vial de toda sociedad, son los más perjudicados, dado que no tienen por dónde transitar con total tranquilidad.

Además, los mal parqueados también son los encargados de, en muchas ocasiones, generar los trancones en ciertas zonas de la ciudad, al ubicarse a un lado de la vía, reduciendo el espacio para que los vehículos puedan transitar.

Ante este fenómeno que viene sucediendo en la ciudad, la concejal de la Alianza Verde María Fernanda Rojas le pidió a la Secretaría Distrital de Movilidad, usar las cámaras salvavidas en Bogotá para controlar a los mal parqueados.

Cámaras salvavidas, más conocidas como fotomultas. | Foto: Cortesía Ministerio de Transporte

“¿Por qué no se ponen las cámaras de foto multas en esos puntos críticos?”, se preguntó la cabildante, y a renglón seguido hizo la solicitud de manera directa: “pongamos esas cámaras en la Carrera Séptima, en la calle 80, en la calle 26, en la calle 53 en donde el mal parqueo es crítico, o en Quinta Paredes, donde se presentan gran cantidad de camionetas blindadas trancando el ingreso al barrio”.

La concejal señaló que son una gran cantidad de lugares donde persisten los mal parqueados en la ciudad, y por eso le enfatizó a la secretaria Deyanira Ávila, “pongamos las cámaras de foto multas en estos lugares y con eso ayudamos a descongestionar estas vías y a premiar al que sea juicioso y no genere el trancón”.

En Bogotá no hay por dónde caminar, vendedores ambulantes se apoderaron de las calles de la ciudad

Salir de la casa a pie, sobre todo en barrios populares, la mayoría de Bogotá, es prepararse para una experiencia multisensorial. El humo que expelen los asadores de chorizo, que se mezcla con el aroma a grasa suele impregnarse en la ropa y acompañarlo por el resto del recorrido. Un megáfono anunciando la promoción de aguacates y plátanos, le avisa que llega a la esquina en la que le toca hacer maromas para evitar ser arrollado por una bicicleta, ya que en esa parte están ubicados un sin número de vendedores informales que ofrecen todo tipo de productos en el espacio peatonal, no importa si el transeúnte lleva bastón o muletas debe caminar por la ciclorruta.

En Colombia, como en otros países el espacio público, está reglamentado desde hace muchos años, hay incluso decretos presidenciales que aclaran que esas zonas son para el disfrute de toda la comunidad y que se evita a toda costa que brinde beneficios con intereses particulares. El bienestar común debe primar sobre el propio. Pero parece ser que con la crisis socioeconómica que afronta el país y la falta de control para hacer cumplir las normas, unos pocos están sacando provecho de los más débiles.

Vendedores ambulantes Foto León Darío Peláez/ Semana | Foto: Leon Dario Pelaez

Para nadie es un secreto que el fenómeno migratorio, la inflación alta, la falta de oportunidades laborales entre otros factores, han obligado a la gente a salir a las calles y buscar la manera de conseguir el sustento diario y garantizar la comida a sus hogares, incluso la misma Corte Constitucional ha fallado a favor de aquellas personas vulnerables a las que no se les puede negar el derecho al trabajo. El problema arranca cuando nacen los monopolios de vendedores ambulantes, catalogados incluso como mafias.

Alejandro Rivera, director del Instituto para la Economía Social (IPES) confirmó a SEMANA que en medio de la caracterización que adelantan y el trabajo de campo se han identificado a personas que suelen cobrar y organizan los espacios en los barrios. Incluso han dejado al descubierto a quienes tienen varias sucursales de sus negocios. “Nadie que tenga ventas informales y ponga casetas fijas, que esté en la capacidad incluso de generar empleo es catalogado como vulnerable”, dijo el funcionario aclarando que debería ser retirado del espacio que ocupa.

Pero hay quienes prefieren hacerse los de la vista gorda frente a la reglamentación. En la Avenida Cali, con calle 152 hay un próspero negocio de comidas rápidas. En el que ocupan casi media cuadra en la localidad de Suba. Incluso tienen sillas para sus comensales y al menos 5 trabajadores uniformados que atienden hasta los policías que llegan a comer a dicho punto. El problema no es solo que ocupan un espacio que limita la movilidad de la comunidad, sino que además no pagan impuestos y fomentan una competencia desleal frente a aquellos establecimientos comerciales que sí cumplen con los requisitos.

Espacio Público/Vendedores ambulantes | Foto: Esteban Vega

Esa escena se ve en diferentes localidades, las que tienen mayor afectación de invasión de espacio público son: San Cristóbal, Santa fe, Suba, Chapinero, Mártires, Fontibón. Para la concejal Lucia Bastidas, quien ha liderado debates de control político relacionados con el tema, la ocupación del espacio público trae consigo otras problemáticas y riesgos para los vecinos del sector. Por un lado, está el microtráfico que se camufla entre las ventas artesanales en parques o en los mercados de las pulgas en el centro de la ciudad.

“Basta con pasar por el parque Tercer Milenio y ver que eso se convirtió en un basurero en el que venden drogas, pasar por el sector no es seguro para nadie”, dice la cabildante mientras describe las olorosas calles en las que se encuentran artículos de segunda extendidos en el piso de lado a lado.

Otro de los temores que mencionan los ciudadanos al ser consultados es la proliferación de roedores que trae la venta de comida ambulante. SEMANA hizo un recorrido por los lugares en los que hay mayor número de este tipo de negocios informales y pudo constatar que cerca a los puntos de venta hay basureros en los que las ratas salen a pasear, pues los desperdicios que caen al piso o la basura que desechan los propietarios les da un lugar de vivienda cómodo y guaridas seguras.

Más allá de la higiene las autoridades han visto el aumento de pipetas de gas en estos puntos, lo que puede generar tragedias sobre todo en lugares de aglomeración como en el sector de San Victorino y la carrera décima, en los que es común encontrar puestos de ropa, al lado de los de frituras. Los casi 10 metros que tiene de ancho el andén no es suficiente para varios de los vendedores ambulantes que se ubican en la vía por la que transitan los Transmilenio, o calles de vehículos tradicionales.