Sanín Mena llegó a sus 87 años en cautiverio. Fue secuestrado el 26 de mayo de este año y su cumpleaños es el 24 de julio, pero desde aquella mañana de un viernes de mayo en la que su camioneta fue interceptada por un grupo de personas armadas y encapuchadas, no hay noticias de él.
Han pasado 192 días desde ese, el cuarto secuestro de Sanín, pero el que podría ser el más duro de todos: es un paciente insulinodependiente cuyo cuerpo ya padece las complicaciones de la edad y quien terminó convirtiéndose, sin quererlo, en el secuestrado más longevo de Colombia y del mundo. Esta misma semana Hamás liberó a la que era la rehén más vieja reconocida, Elma Avraham, una abuela israelí de 85 años que salió del secuestro a la clínica por los embates del cautiverio.
La familia de Sanín Mena, que tiene cinco hijos, vive un infierno. “Le tomé la glucometría, le pregunté si iba a desayunar, y él respondió que comía por el camino. Se levantó y se fue. Y papá no volvió”. Quien habla es su hija Zita Mena, quien lo espera en casa desde entonces. No ha llegado prueba de supervivencia y ningún actor les ha reclamado pagar rescate, tampoco hay certeza de quién lo tiene. No se sabe nada. Solo que no está.
Los lugareños comentan que se lo habría llevado el ELN, el mismo grupo que está en un quinto ciclo de diálogos con el Gobierno de Gustavo Petro y que este año ha secuestrado al menos a 30 personas. Es abogado y ganadero y fue raptado en Río de Oro (Cesar), cerca de Ocaña (Norte de Santander), mientras recorría los predios que heredó de su papá, Antonio. Cada semana se encontraba con su amigo Julio Jaime en el mercado, compraba sal y medicamentos para los animales y salía para la finca. No llevaba una vida de lujos, sino dedicada al agro.
La última vez que Julio Jaime vio a su compañero fue la misma semana de mayo en la que lo secuestraron. Desde entonces hace las compras solo. “El problema aquí, en Ocaña, es que el secuestro se volvió el pan de cada día. Sueltan a uno y se están llevando al otro”, lamenta.
El no saber es el peor castigo y por eso Zita buscó respuestas hasta entrar por la fuerza a una reunión del ministro de Defensa, Iván Velásquez, en la Alcaldía de Ocaña, en octubre. Ella le dijo que tenía que saber que en Colombia hay un secuestrado enfermo de 87 años que necesita medicinas y una dieta especial para sobrevivir. Pero no hay respuestas. Solo se conoce que es uno de los 219 casos de secuestros reportados en 2023, pese a que el Gobierno ondea la bandera de la paz total.
El glucómetro de Sanín con el que su hija le midió el azúcar en la mañana de su secuestro está guardado en la casa de la familia Mena, que espera que el anciano regrese para poder cuidar de su salud. La Alcaldía de Ocaña ofreció 20 millones de pesos por información que permita dar con su paradero y los propios Mena distribuyeron imágenes de Sanín buscando quién les confirme que él está bien.
Es un bisabuelo esquivo a las cámaras y por eso tienen pocas fotos suyas, salvo algunas de perfil que lograron tomarle a escondidas porque cuando se daba cuenta de que lo iban a fotografiar se enojaba. “No gaste rollo”, les decía. Cuando Zita ve esas imágenes siente que la Virgen le confirma que está vivo, pero no puede tocarlo, tampoco abrazarlo. “Yo no podría decirte qué es lo que siente la familia de un secuestrado y más de un anciano. Tú lo sientes, lo escuchas, quieres verlo, sentarte junto a él, tocarle sus brazos, pero no puedes”.
A Sanín Mena lo esperan en casa, además de sus cinco hijos, sus seis nietos, tres bisnietos y uno más que viene en camino. Zita Mena quiere dejar de pensar que su padre, el mismo al que le midió el azúcar aquel viernes antes de salir a trabajar, sea el secuestrado más longevo del mundo.