Donald Trump ganó las elecciones de Estados Unidos y regresará a la Casa Blanca con un gobierno que promete retornar el tono de las relaciones diplomáticas de su país a los mismos bemoles que esta tuvo durante su primera administración: poner a América en el centro y no priorizar la relación con el resto de países del continente, mucho menos con los latinoamericanos.
Colombia tiene una relación histórica con esa nación marcada por más de 200 años de antecedentes durante los que la nación del norte ha sido el principal socio comercial y cooperante de los gobiernos que han pasado por la Casa de Nariño.
Ahora, con Trump en la Casa Blanca, “es muy probable que Latinoamérica continúe siendo un actor marginal dentro de la política estadounidense. Con Petro en el poder sí es relevante quién haya ganado en Estados Unidos, por lo que en este escenario es probable que veamos mayores roces en la relación entre los dos países. Incluso con Joe Biden en la Casa Blanca vimos temas en los que Colombia y Estados Unidos no estuvieron en la misma página”, considera David Castrillón-Kerrigan, profesor e investigador de la Universidad Externado de Colombia.
Si bien la relación entre ambos estados es de carácter bipartidista, analistas reconocen que —durante el gobierno de Gustavo Petro— esta podría ser más tensa por las posiciones dispares que el mandatario colombiano y el presidente electo estadounidense tienen sobre los puntos de la agenda bilateral.
Asuntos como la normalización de relaciones con la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, la aproximación al tema de las drogas y la migración son cuestiones en las que la Casa de Nariño no ha seguido al pie de la letra la línea global que trazó la Casa Blanca en los últimos dos años.
“Posiblemente estos temas se vuelvan más difíciles, deberíamos esperar que estos roces no se queden tras bambalinas, sino que estén en el centro de la agenda. Es posible que un Trump en la Casa Blanca haga exigencias que este gobierno no quiera seguir o que se pongan líneas rojas a temas como la entrada de Colombia a la iniciativa de la Franja y la Ruta. Será una relación más confrontacional y, conociendo a los dos presidentes, es probable que no estén dispuestos a ceder”, apunta Castrillón-Kerrigan.
Migración en la segunda era Trump
La cuestión migratoria es determinante por varios asuntos. El primero de ellos es que en ese país viven al menos 1,6 millones de colombianos, lo que hace que esta sea una de las diásporas de la región con más población en ese territorio, miles de ellos que residen en ese territorio de manera irregular.
Segundo, los flujos migratorios desde el sur hacia el norte han sido una constante de décadas; y, en un tercer lugar, ese país tiene influencia en las determinaciones que tome Colombia para gestionar sus flujos internos como la migración de venezolanos y de ciudadanos africanos que pasan por el tapón del Darién, o quienes utilizan otras rutas como la de San Andrés intentando llegar a territorio norteamericano.
“Aunque su política migratoria se centraría en un enfoque restrictivo y de control, lo cual podría presionar a Colombia a endurecer sus propias medidas de control fronterizo, vale la pena señalar que durante su primera administración los republicanos adoptaron un enfoque pragmático. Entendieron que fortalecer la integración y el desarrollo en países como Colombia, Ecuador y Perú reduciría la movilidad irregular, lo que resultó en el mayor flujo de recursos hacia América Latina y el Caribe, incluyendo fondos concesionales que ayudaron a enfrentar la crisis migratoria. No necesariamente será igual en una nueva administración, pero este pragmatismo podría mantenerse, reconociendo que un apoyo estratégico a los países de origen contribuye a reducir la migración irregular”, apunta Diego Chaves-González, director para LAC del Migration Policy Institute.
El discurso de Trump deja claro los tiempos difíciles que podrían llegar para los migrantes, pues para él la movilidad humana es un fenómeno “ilegal” y no irregular y en repetidos discursos durante su primer mandato habló de construir un muro en la frontera para frenarla.
Sin importar quién sea él o la presidenta que esté en la la Presidencia de Estados Unidos, la Casa Blanca siempre será determinante para la economía colombiana, pues este país espera recibir una cooperación de 208 millones de dólares de parte de Estados Unidos en 2025, una financiación que se redujo notoriamente de los 410 millones de dólares que había recibido de ese país en 2024. La inversión de las empresas estadounidenses en el territorio colombiano está en el orden de los 7.100 millones de pesos, lo que sitúa a esa nación a la cabecera del catálogo de los principales socios comerciales.
En palabras del analista Javier Maza: “Siempre ha sido más cercana la preocupación sobre lo que pasa en Latinoamérica con los presidentes demócratas que con los presidentes republicanos”.
Y que sea un gobierno republicano el que esté en la Casa Blanca también es determinante para decantar las líneas de la lucha contra los cultivos ilícitos, un tema que deberán atender el presidente Trump y el presidente Gustavo Petro, porque en el último año el área sembrada con coca en Colombia aumentó 10 % y la producción potencial de cocaína del país aumentó en 53 %.