El sacerdote Arturo Uría, una de las dos personas a quien Óscar Iván Zuluaga, le abrió su corazón y le confesó el respaldo a su campaña presidencial en 2014, está casi escondido y evita cualquier acercamiento con la prensa.
SEMANA lo ha llamado en varias oportunidades, pero él se resiste a entregar detalles de la “restricción mental”, la figura moral a la que él acudió para pedirle al excandidato presidencial que guardara silencio, se blindara y protegiera a la familia, un consejo que resulta controvertido por el interés que despierta Odebrecht para la justicia y el país en general y la necesidad que existe del esclarecimiento de la verdad del ingreso de dineros de corrupción a las campañas presidenciales. ¿En qué consiste la figura católica? ¿Qué busca? Y, ¿hasta dónde cruza la línea delgada de la impunidad y la justicia?.
En una de las conversaciones que Daniel García Arizabaleta, exintegrante del Centro Democrático, le grabó a Óscar Iván Zuluaga, el exministro de Hacienda, visiblemente conmovido, le contó que habló con el sacerdote Uría, un religioso peruano que trajo a Colombia por primera vez los retiros religiosos de Emaús, y le informó que él se había convertido en la tercera persona en conocer la verdad sobre Odebrecht y su campaña presidencial.
Zuluaga, un hombre piadoso, consagrado a la Virgen María y los temas religiosos, le aconsejó a García Arizabaleta que visitara y charlara con el sacerdote.
“Le dije: ‘padre, yo lo sabía, esto ocurrió así, yo quiero que me diga qué debo hacer, desde la luz, yo soy un hombre de fe, católico’, y me dijo algo sabio, y por eso quería que usted hablara con él. Me dijo: ‘uno tiene que protegerse a sí mismo ante la maldad de los demás. A usted nada lo obliga a no protegerse y proteger a su familia’. Incluso me dijo: ‘Eso está en la fe, habla de la restricción mental, usted no tiene por qué inmolarse’“, se escucha a Zuluaga en los audios revelados por esta revista.
SEMANA conoció que la restricción mental no es un tema del Opus Dei, como se ha querido informar. De hecho, el sacerdote Arturo Uría no hace parte de esa institución jerárquica de la Iglesia Católica en Colombia.
Monseñor Alejandro Díaz, vicario episcopal de San Pablo, de la Arquidiócesis de Bogotá, y uno de los hombres que más sabe de moral en la Iglesia Católica en el país, explicó a SEMANA que la restricción mental es la capacidad que tiene el hombre a comunicar su verdad a quien considere. “Son teorías que hacen parte del patrimonio y reflexión moral de la Iglesia Católica, pero no tienen nada que ver con el Opus Dei”, aclaró.
Díaz es respetuoso con lo que cada sacerdote orienta, pero cree que la restricción mental no es una figura a la que acudan usualmente los religiosos a la hora de la confesión porque su alcance es complejo. Y si lo hacen, tiene que ser en casos puntuales donde, incluso, se ponga en riesgo su vida y se genere un problema mayor.
Para los contradictores de Óscar Iván Zuluaga, no está en duda que el sacerdote Arturo Uría tenga derecho a guardar silencio frente a semejante confesión del excandidato presidencial.
Al fin y al cabo, los sacerdotes y los médicos están blindados jurídicamente y pueden acudir al sigilo profesional para callar los pecados de sus fieles o las historias clínicas de sus pacientes.
Sin embargo, ¿por qué el sacerdote peruano le aconsejó al excandidato presidencial callar cuando era un tema nacional y, de paso, burlar a las autoridades que durante años han tratado de esclarecer el escándalo de Odebrecht? ¿No era mejor acudir al camino de la verdad que tanto defiende la Iglesia católica?
La respuesta solo la tiene el sacerdote Uría, quien no está obligado por la ley colombiana a abrir su boca.
Sin embargo, este episodio abre la puerta a un debate que, durante años, algunos sectores políticos han dado en países de América Latina sobre la importancia del rompimiento del secreto de la confesión entre los religiosos.
En Australia una ley ya obliga a los sacerdotes a romper el secreto profesional si llegan a conocer un caso de abuso sexual. La motivación surgió porque algunos curas, salpicados por pederastia, se escondían de la justicia bajo el secreto de la confesión.
En Colombia el tema no es tan sencillo y tendría que pasar por el Congreso. Y menos, cuando el Papa Francisco, desde el Vaticano, ha sido claro en que no ve con buenos ojos que se levante el veto para los religiosos, así sea en excepciones.
Para entender el concepto moral del silencio del padre Arturo Uría, otro sacerdote consultado por SEMANA y quien pidió reserva de su identidad, dijo que él, en ocasiones, ha tenido que aplicar la restricción moral en creyentes de la Iglesia Católica que llegan hasta los confesionarios y le revelan que son infieles sentimentalmente.
“En esa situación, uno podría recomendar, según la circunstancia, no contarle nada a la señora porque puede desencadenar un problema mayor. Lo mejor es el arrepentimiento y no incurrir de nuevo en el pecado. La idea es evitar males mayores. Ahí se aplica”, concluyó.