En la campaña presidencial, Rodolfo Hernández fue la sensación con sus frases coloquiales y sus salidas inesperadas. El ingeniero hablaba sin tapujos y contó en varias oportunidades cómo viviría si le ganaba la carrera a Gustavo Petro. Tenía claro una cosa: no sería en la Casa de Nariño. “Dejo una piecita y me acuesto un rato cuando esté recontracansado. La Casa de Nariño la convertimos en un museo de arte contemporáneo, arte moderno y una sala de arte itinerante de nivel internacional. Eso es lo que vamos a hacer. Abrimos a las 10:00 a. m. y cerramos a las 4:00 p. m.”, le dijo a Vicky Dávila en una entrevista en su momento.
Para cumplir con esa convicción, Hernández había comprado un apartamento en el edificio Vitrium, uno de los más modernos de la capital del país, que en ese momento estaba avaluado en 4.300 millones de pesos y que hoy se calcula en casi 6.000 mil millones. “Ya compré una choza en Bogotá”, dijo en esa entrevista sobre este inmueble. “Lo compré porque creo que los colombianos no tienen por qué pagarme a mí la comida y la vivienda”.
En una entrevista con Soho, Hernández incluso decidió abrir las puertas de lo que sería su casa si ganaba. El triunfo de Gustavo Petro y el penoso cáncer que padeció no lo dejaron disfrutar de esta. La familia del ingeniero lo puso en venta en los últimos meses.
El querido ingeniero era un defensor de la empresa privada y promovía que cada quien, a punta de trabajo, lograra tener sus bienes y crecer prósperamente. Por eso, nunca le puso misterio a hablar de su fortuna, cercana a los 100 millones de dólares. Todo lo contrario, en sus entrevistas, solía narrar cómo su compañía aportaba a la generación de empleo y riqueza para la región. “Pagamos impuestos, 20 millones de pesos diarios, incluyendo sábado, domingo y días de fiesta, 24 de diciembre y todo eso. Fuera del predial y de industria y comercio”, dijo en esa misma entrevista.
El apartamento queda en el edificio Vitrium, uno de los proyectos más exclusivos que se hayan levantado recientemente en la ciudad. Según la página Icono Urbano, se trata de una construcción sobre la carrera séptima con calle 93, frente al Parque El Chicó y que colinda con el Seminario Mayor de Bogotá. Se trata de un conjunto de dos torres residenciales de 13 y 11 pisos, con un total de 36 apartamentos con áreas aproximadas de 395, 363 y 267. El ingeniero tenía uno de los más pequeños.
La muerte de Rodolfo Hernández impactó a Colombia. El líder político había luchado como un león contra un cáncer de colón que le diagnosticaron hace apenas un año. SEMANA contó en su más reciente edición, cuáles fueron sus últimas voluntades y cómo pasó los últimos días, rodeado del amor de su familia.
Hernández tomó decisiones sobre sus bienes y sobre cómo quería que dispusieran de sus restos. Su familia ha cumplido su voluntad al pie de la letra. Los restos del ingeniero permanecen en Los Colorados, su finca en Piedecuesta, Santander, bajo un bonsái que sembró su esposa, Socorro Oliveros. A escasos metros, reposa el cuerpo de Narco José, el perro bulldog francés que murió 20 horas después que su amo y que terminó sepultado envuelto en una camisa de Rodolfo José, uno de los hijos del dirigente político.
La otra mitad está en el corredor de las personalidades del Cementerio Parque Memorial Tierrasanta, en el área metropolitana de Bucaramanga. La adorna una excéntrica lápida en la que se lee: “No robar, no mentir, no traicionar y cero impunidad”, las consignas del exalcalde de la capital santandereana que se convirtieron en una amenaza política para Petro en 2022. Y más abajo, la frase que el millonario ingeniero dejó escrita en vida: “Aquí yace Rodolfo Hernández, quien persiguiendo el trabajo y el dinero, perdió la salud; aquí yace Rodolfo Hernández sin dinero y sin salud”.
Rodolfo Hernández siempre habló de la muerte. No le temía, “pero si puedo esquivarla lo hago”, le dijo a SEMANA el 16 de marzo de 2024. Por eso, desde 2019, siempre advirtió que no viviría los 100 años de Cecilia, su madre, y decidió crear una sola fiducia que concentró el ciento por ciento de su riqueza que, según dijo en plena campaña presidencial, alcanzaba los 100 millones de dólares. Su mayor fortuna estaba representada en casas, apartamentos, edificios y tierras.
SEMANA conoció que el 50 % de la herencia, como es de ley, se la dejó a su esposa, Socorro Oliveros, y el restante estará dividido entre Luis Carlos, Rodolfo José y Mauricio Hernández, sus hijos. Juliana Hernández, su hija, no fue incluida porque ella desapareció hace 20 años sin dejar rastro alguno. Un juez, tras un fallo, la declaró muerta por desaparición. Ella, cuya búsqueda se convirtió en una obsesión fallida del ingeniero, tenía un apartamento, asiento en la junta directiva de la Constructora HG y recibía salario. Ese dinero pasó a manos de sus tres hermanos. Hernández quería vender su lujoso apartamento en Bogotá. No lo ocupaba y Rodolfo José, hijo del ingeniero, lo promocionó varias veces en sus redes sociales. Hoy lo venden amoblado.
En esa oportunidad, que el ingeniero dejó entra a Soho a su hogar en la capital, contó detalles desconocidos de su vida, y en especial de su juventud y de su infancia. “No fui un santo”, narró sobre sus aventuras creciendo.