En principio, al ver el tamaño de la coalición oficialista, se pensó que el presidente Gustavo Petro podría tener mayorías aplastantes en el Congreso de la República. Una llamada aplanadora que funcionó en el primer semestre de la primera legislatura, en el que se pasó, entre otras cosas, una compleja y ambiciosa reforma tributaria, y un jugoso proyecto de ‘paz total’. Sin embargo, al entrar en materia frente a la agenda programática del mandatario, la distancia entre la Casa de Nariño y los congresistas creció rápidamente.
A pesar del buen comienzo, las polémicas, la incapacidad de concertar del Gobierno y el desgaste por el nivel de confrontación en las sesiones, el Congreso de la República se encuentra completamente paralizado.
Se sabía al inicio de la segunda legislatura, que empezó el pasado 20 de julio, que iba a ser un semestre complejo en términos legislativos por las elecciones regionales, que se llevaron a cabo el 29 de octubre. Los congresistas, ocupados en ganar terreno en sus respectivas regiones, no asistían a las sesiones y mostraban poco interés en permanecer en Bogotá para avanzar en proyectos.
Además, se suma a eso que ninguno de los principales objetivos de la Casa de Nariño para la primera legislatura logró ser aprobado. Es decir, se continuó el segundo debate de la reforma a la salud, se radicó nuevamente la reforma laboral y la reforma pensional también debía continuar trámite en la plenaria del Senado de la República.
Todo esto se junta con la no aprobación de la ley de sometimiento y humanización carcelaria, necesarias para los objetivos de ‘paz total’. Además, se les suman las iniciativas sectoriales, aquellas que radican desde el Pacto Histórico y los proyectos que se planeaba priorizar este semestre, como la importante reforma a la educación superior y a los servicios públicos. La primera se encuentra radicada sin iniciar el trámite y la segunda ni siquiera se ha terminado de elaborar.
La agenda, que venía cargada de proyectos polémicos y con retraso de un semestre, se aplazó casi en su totalidad por otro semestre, porque el Gobierno se la está jugando por la reforma a la salud, seguramente la iniciativa con las implicaciones más complejas y mayor nivel de disenso.
Se logró aprobar el Presupuesto General de la Nación para 2024 y se entró de lleno en el segundo debate de la reforma, en Cámara de Representantes. Mientras tanto, en el Senado de la República también se dispersó el trabajo por elecciones. Se pensó que después de elecciones se iba a destrabar el Congreso, pero sigue imperando la inasistencia, las salidas en bloque de los debates y la falta de espacios para consensuar con el Gobierno.
A finales de noviembre, el Gobierno tiene poco qué mostrar. La reforma a la salud, el único debate que se surte en su intensidad y frecuencia, solo tiene aprobado el 60 % de los artículos. Los que restan son los más complejos, que tratan de aseguramiento, eliminación de las EPS y giro de recursos por parte de la Adres. Por esto se avanza poco a poco, con mayorías frágiles y con un cuórum que se desbarata si se detecta falta de garantías por parte de la mesa directiva.
El país no se beneficia del trancón legislativo, porque los proyectos de iniciativa parlamentaria también se encuentran estancados. Muy pocos, como la legalización del cannabis y la eliminación de las marcas de gobierno, se han podido discutir, lo cual baja de forma destacada la productividad de la rama legislativa.
El primer semestre de la legislatura acaba sesiones ordinarias el próximo 16 de diciembre, en menos de un mes, y el Gobierno nacional perdió tiempo crucial para materializar su promesa de cambio. Hasta el momento, el complejo paquete de proyectos le ha costado al país el funcionamiento del Congreso, que cada vez tiene menos interés en debatir reformas que no tienen oportunidad de consenso.
El trancón en la agenda del Gobierno crece, dado que deberá posponer las apuestas del semestre, junto con las reformas sociales y demás proyectos que hacen parte de sus propuestas en campaña. ¿Podrá el presidente Gustavo Petro cumplirles a sus electores con un Congreso paralizado?