El académico, escritor e investigador Gustavo Duncan, lanza su nuevo libro ¿Para dónde va Colombia? Un ensayo sobre el fin de la era Uribe y el país que asoma. Se trata de un ensayo que analiza lo que fue el protagonismo del expresidente Álvaro Uribe en las dos primeras décadas del siglo XXI y el triunfo del presidente Gustavo Petro.
En conversación con SEMANA, el profesor universitario contó detalles de su libro, habló sobre el nuevo rol del expresidente Uribe, opinó sobre la oposición al Gobierno y evaluó los casi tres meses de mandato del presidente Petro.
SEMANA: su título dice que hay un “fin de la era Uribe”. ¿Qué significa eso?
Gustavo Duncan (G. D.): fueron veinte años en los que Álvaro Uribe marcó la agenda de la política en Colombia, bien sea como Gobierno u oposición. Además, es el principio de una era porque Uribe representó una ruptura con los gobiernos anteriores. Fue la época en la que los partidos políticos hicieron implosión y la clase política comenzó a organizarse de forma muy diferente. A través de colectividades y alianzas con los distintos grupos políticos existentes de todo tipo, que pueden ser partidos grandes o pequeños. Aprovecharon la presencia de paramilitares, economía y rentas ilegales. Eso se articuló alrededor del Gobierno para poder sacar adelante las reformas y la gobernabilidad. Así fue el cambio de la política colombiana con Uribe. Además, Uribe no solo fue un presidente, sino que también fue una figura de un liderazgo particular y agresivo en momentos de guerra. Ciertos métodos populistas se utilizaron, como el hecho de deslegitimar al opositor e incluso crear una idea de país bueno contra el terrorismo y que el gran problema era ese. También provocó cambios institucionales, como fue en su momento la reelección.
SEMANA: ¿cuál fue el declive?
G. D.: esa era se extendió hasta el gobierno de Juan Manuel Santos, Uribe lo elige. Luego Santos se distancia y construye el Acuerdo de Paz, con el expresidente como oposición al proceso de la paz con las extintas Farc. Finalmente, Uribe gana el referendo y luego elige a Iván Duque. En ese momento era Uribe ganador, pero, al mismo tiempo, sufriendo un gran desgaste y además es el soporte de un gobierno que resultó siendo muy impopular. Al margen de la ejecución del expresidente Duque, creo que hay consenso de que, en términos políticos, le fue bastante mal. Le terminó entregando el Gobierno a la oposición y tampoco fue capaz de tener un candidato presidencial mínimamente viable.
SEMANA: ¿cuál cree usted que fue el mayor legado del expresidente Uribe?
G. D.: hubo muchos avances. Es decir, Uribe es quien gana la guerra contra las Farc, quien lidera el país para tomar todas las decisiones necesarias para derrotar estratégicamente a la guerrilla. Las derrota estratégicamente, el argumento de Uribe que decía que había que unir al país en contra del terrorismo era cierto y fue efectivo. Realmente logra llevar a la derrota a las Farc. Al mismo tiempo, eso se hizo con una serie de transacciones con una nueva clase política que estaba dispersándose en unos partidos que no eran capaces de ejercer ningún tipo de control. Tampoco se puede culpar a Uribe, eso venía de antes, ya se veían diluidos.
SEMANA: ¿qué cree que le pasó a Uribe en las elecciones que acaban de pasar?
G. D.: cuando se dan las elecciones al Congreso y las elecciones interpartidistas, quedó claro que el derrotado era Uribe. Su candidato ni siquiera fue capaz de estar en las consultas y no se veía viable. Uribe pierde y Gustavo Petro gana, en términos de que el Pacto Histórico logra una mayor representación en el Congreso. Al mismo tiempo, queda claro que la clase política sigue siendo la mayoría y Petro quiere tener mayorías para gobernar. Para eso, tiene que negociar con esas mismas colectividades políticas. Es una realidad de la política colombiana con la que sorteó Uribe y con la que está sorteando Petro al día de hoy. De hecho, Petro gobierna mayoritariamente en el Congreso no con el Pacto Histórico, está negociando con el establecimiento político. En la primera vuelta, el gran derrotado es la clase política, que ya no es capaz de venderle un discurso al país. También el gran derrotado fue Sergio Fajardo, que no fue capaz de venderle al país una alternativa liberal de centro.
SEMANA: ¿por qué en Colombia nunca triunfa un candidato moderado del centro socialdemócrata?
G. D.: la gran pregunta no es por qué no cuaja en Colombia, sino por qué no cuajó en 2022, porque con Mockus estuvo a punto de ganar y con Fajardo también. La historia de Colombia estuvo a punto de cambiar, pero una serie de decisiones muy individuales y desempeño a último momento fueron las que hicieron que no cuajaran. En 2022, por alguna razón, el país estaba hastiado de la moderación, el país quería un cambio real. Una opción que sacudiera la realidad política, por eso votó en las presidenciales por estos dos extremos, por personajes como Petro y Rodolfo Hernández.
Me sorprendió más aún Rodolfo Hernández, porque el actual presidente sí había hecho una gran carrera política desde el 8 de agosto de 2018. Lo de Petro fue producto de un gran trabajo, de fabricación de una gran coalición, de la apertura de puentes hacia otros sectores. En cambio, lo de Rodolfo Hernández fue una obra mediática en redes impresionante, era difícil imaginarse que iba a lograrlo. Creo que el fracaso del centro fue que, en un momento en el que el país quería un discurso contundente, duro y vigoroso, pensó que las ideas moderadas también tenían que hacerse a través de un discurso moderado. La defensa de la democracia liberal se puede hacer por medio de un discurso vigoroso, que se exigía para poder neutralizar a Petro y a su contrincante. Fajardo, y en general el centro, vio más rival a Petro y lo quiso neutralizar, pero no se fijó que a quien debía cuestionar era al gobierno de Duque, que era el agotamiento de la clase política y de Uribe.
SEMANA: tal como lo plantea en el libro, ¿cuál fue ese gran error de Duque que llevó a la caída del uribismo?
G. D.: el país tuvo mucha expectativa de cara a ese gobierno y finalmente no se cumple. Tenemos un gobierno que no es tan radical, pero la sensación para mí es el distanciamiento de Duque con la sociedad. Duque no fue un político que hubiera interpretado a la sociedad y no fue capaz de enviar los mensajes que la sociedad requería en determinado momento. Es lejanía del discurso frente a las necesidades de la población. En un momento dado, Duque fue visto como alguien en una burbuja distante a la realidad y el propio Duque terminó reclamando que no le agradecían lo que había hecho, que fue un gran administrador y que el pueblo no le comprendió. En política no funciona así, los grandes políticos son grandes políticos porque se sintonizan con el pueblo. Si quieren hacer transformaciones políticas, tienen que convencer a la sociedad de que esas transformaciones son necesarias. En eso estuvo la gran falla de Duque, al margen del caso de Uribe, que era natural después de tanto tiempo.
SEMANA: ¿cómo valora el arranque del Gobierno?
G. D.: para poder comprender el inicio del Gobierno, es necesario remitirse a las elecciones al Congreso. Cuando Petro fue elegido presidente, no existió una oposición de opinión. No existe un gran líder de opinión que cuestione lo que va a hacer el Gobierno, no lo hay. María Fernanda Cabal ha intentado de jugar ese papel, pero su alcance es muy limitado. Paradójicamente, se da otra situación. Pese que la clase política fue derrotada en las elecciones presidenciales, aún conservan las mayorías en el Congreso. Petro, de momento, para poder conservar la gobernabilidad, necesita negociar con el establecimiento político. De alguna manera, el establecimiento político funciona como la gran oposición al petrismo puro y a todas estas ideas de cambio bastante radicales que se propusieron durante la campaña. El establecimiento político está con Petro el día de hoy, pero pide que los cambios se hagan con responsabilidad y sin destruir ciertas instituciones. Creo que un discurso muy importante en el día de la oposición fue el de Roy Barreras, dado que trazó las líneas de desempeño de la clase política. Prácticamente le dijo al presidente que estaban con él y que tienen la mayoría para llevar a cabo las reformas, pero estas no pueden ser reformas que lleven a una fractura en el país y una destrucción de ciertos logros y avances.
Esa es la tensión que se ha vivido estos primeros meses. Uno lo ve con los ministros, ve uno el lenguaje algo contradictorio en el gabinete. Un sector llamando a la moderación y cierta racionalidad, sobre todo en términos económicos. Otro sector está en la interpretación del país ideal que imagina Petro.
SEMANA: a pesar de no tener líder, la oposición logró una gran convocatoria para marchar en contra del Gobierno y se podría repetir...
G. D.: yo no vería a la oposición tan fuerte, la verdad. Yo no veo a la oposición con esa capacidad todavía. De hecho, la popularidad de Petro sigue siendo alta y las marchas que puede hacer la oposición, si se le compara con las del movimiento social, no son más grandes. Hay un desbalance a favor del movimiento social. Eso no quiere decir que no se pueda organizar una marcha de la oposición a Petro. Eso podría pasar si el desempeño económico del país llega a ser deficiente.
SEMANA: parece que Álvaro Uribe recobra algo de su vigor, muchos creen que es la voz de la oposición. ¿Podría resurgir después de su declive?
G. D.: en política colombiana no hay cadáveres. Hay algo muy interesante sobre lo que ha hecho Uribe, a diferencia de los opositores más radicales dentro del Centro Democrático, es que no ha sido una persona que particularmente haya roto puentes con el Gobierno. Incluso ha habido reuniones entre Petro y Uribe. La impresión que queda es que Uribe sabe muy bien que no puede atravesarse como una mula en el camino del Gobierno, porque llevaría a esa ruptura entre radicales que elevaría el riesgo de rupturas institucionales. Lo que Uribe está planteando es una oposición leal, normal y pareciera estar a la espera de que se decantara el Gobierno para ver qué situación y estado de ánimo tiene el país. De momento, no va a ser una oposición radical porque la situación no se da para llevarlo a esos extremos. En eso Uribe ha sido prudente.