La mitad de las cenizas de Rodolfo Hernández, el outsider que por menos de 800.000 votos casi le arrebata la Casa de Nariño a Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de 2022, permanece en Los Colorados, su finca en Piedecuesta, Santander, bajo un bonsái que sembró su esposa, Socorro Oliveros. A escasos metros, reposa el cuerpo de Narco José, el perro bulldog francés que murió 20 horas después que su amo y que terminó sepultado envuelto en una camisa de Rodolfo José, uno de los hijos del dirigente político.
La otra mitad está en el corredor de las personalidades del Cementerio Parque Memorial Tierrasanta, en el área metropolitana de Bucaramanga. La adorna una excéntrica lápida en la que se lee: “No robar, no mentir, no traicionar y cero impunidad”, las consignas del exalcalde de la capital santandereana que se convirtieron en una amenaza política para Petro en 2022. Y más abajo, la frase que el millonario ingeniero dejó escrita en vida: “Aquí yace Rodolfo Hernández, quien persiguiendo el trabajo y el dinero, perdió la salud; aquí yace Rodolfo Hernández sin dinero y sin salud”.
Y sí, Hernández terminó sin salud. Un año atrás, en plena campaña a la Gobernación de Santander, le diagnosticaron un cáncer de colon que en menos de tres meses le hizo metástasis en el hígado. Quedó con el 40 por ciento de ese órgano tras una extensa cirugía en el Hospital Internacional de Colombia. Pero el posoperatorio le pasó factura. Las venas se estallaban y generaban hemorragias internas. Como si fuera poco, el riñón, los pulmones y el corazón terminaron pagando un costo alto por el cáncer. Permaneció dos meses en la unidad de cuidados intensivos.
La última vez que el excandidato presidencial habló fue hace semana y media atrás, desde la UCI. Preguntó por su afamada constructora en Bucaramanga y su partido político. “¿Ya les pagaron a los empleados?”, interrogó insistentemente. Hizo llamadas, entre ellas, al arquitecto de su empresa. Sin embargo, sus conversaciones no eran como las recuerda el país. Del político directo que hablaba sin filtros quedaba poco. En ocasiones, no conectaba sus ideas.
El domingo primero de septiembre, a la una de la tarde, la familia del santandereano recibió una llamada del hospital. El corazón, uno de los órganos que mejor se comportó en el cuerpo de Rodolfo en los últimos días, empezó a fallar. Estaba intubado, sedado, sin movimientos en el cuerpo. Gustavo Patiño, el sacerdote que lo había confesado semanas atrás, le dio los santos óleos. El ingeniero, quien parecía tensionado, se calmó en su lecho.
Cecilia Suárez, la madre de Rodolfo, quien tiene 99 años, fue notificada de la noticia. Le contaron algunos datos generales del estado de salud de su hijo y solo exigió que la mantuvieran informada. “No me oculten nada”, pidió.
Desde su casa, la mujer le grabó un emotivo video: “Mijito, quiero que se recupere, Dios lo bendiga, me lo guarde, recuerde que yo lo quiero mucho”. El lunes 2 de septiembre, a las 11:30 de la mañana, Rodolfo Hernández escuchó el video porque estaba sedado. Camilo Larios, el director de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, el partido que fundó Hernández, se lo puso cerca del oído. Minutos después, como si hubiera sentido un descanso, su tensión empezó a bajarse, parecía que se desconectaba de la vida. Rodolfo, sin duda, quería oír a su madre para partir.
Rodolfo José, Luis Carlos y Mauricio, sus tres hijos, agarraron fuertemente las manos de su padre, mientras su tensión se desplomaba. Y en un abrir y cerrar de ojos, el ingeniero falleció a la 1:02 de la tarde de este lunes. No hizo movimiento o gesto alguno, “fue un sueño profundo del que no se levantó”, describió un integrante de la familia.
Rodolfo Hernández siempre habló de la muerte. No le temía, “pero si puedo esquivarla lo hago”, le dijo a SEMANA el 16 de marzo de 2024. Por eso, desde 2019, siempre advirtió que no viviría los 100 años de Cecilia, su madre, y decidió crear una sola fiducia que concentró el ciento por ciento de su riqueza que, según dijo en plena campaña presidencial, alcanzaba los 100 millones de dólares. Su mayor fortuna estaba representada en casas, apartamentos, edificios y tierras.
SEMANA conoció que el 50 por ciento de la herencia, como es de ley, se la dejó a su esposa, Socorro Oliveros, y el restante estará dividido entre Luis Carlos, Rodolfo José y Mauricio Hernández, sus hijos. Juliana Hernández, su hija, no fue incluida porque ella desapareció hace 20 años sin dejar rastro alguno. Un juez, tras un fallo, la declaró muerta por desaparición. Ella, cuya búsqueda se convirtió en una obsesión fallida del ingeniero, tenía un apartamento, asiento en la junta directiva de la Constructora HG y recibía salario. Ese dinero pasó a manos de sus tres hermanos.
Rodolfo Hernández metió su fortuna a la fiducia y andaba con una tarjeta débito en la que le consignaban los dividendos de su empresa. Esa fiducia solo podrá disolverse si las cuatro partes están de acuerdo.
La constructora HG tiene una junta directiva representada por los tres hijos como socios, hay un gerente y Socorro Oliveros, encargada del área administrativa. Desde que Hernández fue alcalde de Bucaramanga, él se hizo a un lado de la empresa. Y siempre sostuvo que a la empresa le fue mejor porque su mujer es más organizada y hace rendir el dinero.
Y es que Rodolfo Hernández prestaba un servicio completo en HG: construcción, financiación y la inmobiliaria. Él, por ejemplo, construía las viviendas y financiaba con plata propia. Hernández no alcanzó ver cristalizado su gran sueño: un edificio llamado Santurbán, en honor al páramo. Está ubicado en el sector de estrato alto conocido como Pan de Azúcar y su diseño es de altísima arquitectura. El ingeniero decía que sería el mejor proyecto en el oriente colombiano, pero la muerte no le permitió cortar la cinta de la obra que está avanzada en el 30 por ciento.
SEMANA conoció que Rodolfo Hernández no había logrado vender su lujoso apartamento de 400 metros cuadrados, ubicado en la carrera Séptima con calle 93, exclusivo sector de Bogotá, que compró para vivir en caso de convertirse en presidente de Colombia. No lo ocupaba y Rodolfo José, hijo del ingeniero, lo promocionó varias veces en sus redes sociales. El excandidato presidencial pedía casi 6.000 millones de pesos. Desde ese lugar se observa el Parque Museo Chicó. Dos camionetas Porsche quedarán en manos de sus hijos.
Los Colorados, su finca en Piedecuesta, Santander, también se la heredó a su familia. La casa principal, donde reposan sus cenizas y donde recibió los resultados presidenciales en junio de 2022, quedó a nombre de Socorro Oliveros. Y en el terreno, les construyó tres grandes casas a sus hijos para que compartieran en familia. Como Rodolfo era amante del diseño arquitectónico de alta gama, a Luis Carlos le diseñó la vivienda de forma circular; a Rodolfo José, rectangular y a Mauricio, de forma triangular.
Otra de las herencias que dejó Rodolfo Hernández fue la Liga de Gobernantes Anticorrupción, un partido político que se alzó con más de 10 millones de votos en la campaña presidencial de 2022. En la junta directiva está su hijo Rodolfo José; Manuel Guarín, un abogado cercano a la constructora; Ceidy Chávez, la asistente personal del ingeniero desde hace 15 años, además del abogado Víctor Domínguez, entre otros. SEMANA conoció que la casa política jugará de cara a las elecciones de 2026 a la presidencia y el Congreso.
De hecho, se estima que figuras políticas cercanas al ingeniero como el senador Jota Pe Hernández –quien no está cómodo en la Alianza Verde– puedan formar parte de la Liga de Gobernantes. Ambos hablaron en tres oportunidades el último año y el tema central fue la política. Igual podría ocurrir con la congresista Marelen Castillo, la fórmula vicepresidencial de Rodolfo Hernández, quien terminó distanciada de él. Por ahora, no se descarta que el partido se oxigene sin dejar a un lado la filosofía política de este outsider.