Dos meses después de su muerte, cuando el país parece olvidar a Piedad Córdoba, la suerte de la Finca Hotel Agroecológica Ari Ari, una de las propiedades más excéntricas de la exsenadora del Pacto Histórico, es incierta.
SEMANA llegó hasta las profundidades del Meta, donde está ubicado el predio que tiene en la mira la Corte Suprema de Justicia porque las extensiones de sabana, al parecer, fueron adquiridas con dineros provenientes de los negocios entre la excongresista y Álex Saab, el testaferro de Nicolás Maduro. Con su fallecimiento, la controvertida exsenadora se llevó el secreto a la tumba, mientras su familia, además de Luis Pérez Olaya, el hombre que le arrebató su corazón hace más de 12 años, sigue conservando la propiedad.
Tiene 144 hectáreas y está ubicada sobre un filo en la vereda La Tigrera de Puerto Lleras, a dos horas desde Villavicencio, en una región dominada por las Farc de Iván Mordisco y donde rara vez se observa un militar o un policía en la carretera. Hoy en la zona se respira una aparente calma chicha, pero todos saben que la guerrilla no se ha ido.
Desde Puerto Lleras hasta la vereda hay 20 minutos por carretera pavimentada. Y, antes de llegar al humilde caserío de La Tigrera, un guadual en el costado izquierdo sirve como señal para ingresar hasta la propiedad de Córdoba. Nadie puede arribar sin coordenadas a la finca de la “doctora”, como la conocen.
El desvío es por una carretera destapada y polvorienta por el insaciable verano, un tramo de 5 kilómetros aproximadamente que Piedad Córdoba quiso pavimentar, pero no lo consiguió porque la muerte se le adelantó. Escasamente, reparó el acceso varias veces con material de río. Arrendó por horas el servicio de retroexcavadoras para que alisaran temporalmente la ruta por donde ella ingresaba con sus cuatro camionetas blindadas y escoltada hasta los dientes los fines de semana, cuando se encerraba en su finca y recibía comensales. Todos, con vehículos de alta gama y vidrios polarizados, relata la comunidad.
Minutos después de cruzar broches improvisados para evitar el paso de ganado de ceba de un lado a otro, aparece al fondo Ari Ari, el complejo turístico antes bautizado como Balcones. Es lo más imponente de la vereda, quizás de la región, paraje excéntrico en medio de grandes extensiones de pasto y algunos árboles aptos para los 38 grados centígrados. A primera vista se ven amplias casas con techos de zinc rojo, adornadas con palmeras botella de 20 y 30 metros que bailotean por el fuerte viento de la zona.
Doscientos metros atrás, dos estructuras en cemento a lado y lado de la carretera confirman que el portón imponente con el que Piedad Córdoba quería dar la bienvenida a su finca quedó en veremos. La obra está inconclusa. El hierro oxidado se resiste a desaparecer. También una placa huella con entrada y salida en piedra y cemento. A la izquierda de la hacienda, 50 metros antes de llegar al lugar principal, permanecen en pie las marraneras, uno de los atractivos de la finca agroturística. Animales que se crían y se venden como negocio y son una entrada económica para la finca. O para el sustento cuando llegaba la exsenadora y llevaba comensales.
Metros más adelante, un cultivo de heliconias de diversos colores, palmas arecas rojas y un jardín tupido de hojas moradas embellecen los alrededores de la finca. Todas se plantaron por recomendación de Córdoba.La entrada principal es imponente. Un portón en madera fina, con dos palmas de gran tamaño a lado y lado, y cubierto por tejas de barro, confirman el ingreso a Ari Ari. La entrada está cerrada y asegurada con candado.
El negocio no tiene letrero. Piedad –dicen los vecinos– falleció con la ilusión de inaugurar su establecimiento al público. Ni siquiera alcanzó a obtener el registro único de turismo que le permitiría operar.En Facebook lo promocionan desde 2020 como “el secreto mejor guardado del Meta (...). La verdadera y mejor opción de descanso agroecológico”. Anuncian que pronto abrirán sus puertas. No obstante, no ocurrirá. El número telefónico de contacto sigue vigente. Pertenece a Natalia Castro, la hija periodista de Piedad, quien le manejó sus redes sociales.
“Buen día, el hotel no se ha abierto. Que esté muy bien”, respondió una de las herederas a una de las llamadas y colgó el teléfono. La joven no da información de la hacienda. Córdoba hubiera querido abrir las puertas desde hace cuatro años, pero la pandemia por el covid-19 retrasó su sueño.
“Es un lugar hermoso”, le contó en su momento a SEMANA. En la finca, el día que la visitó SEMANA, se escuchaban vallenatos al fondo. La cocinera preparaba el almuerzo para dos trabajadores y ella. También para Luis Pérez Olaya, el novio de Piedad Córdoba, el hombre con el que vivió los últimos 15 años y al que llamaba “compañero”.
Es colombiano, graduado en Agroecología en La Habana, Cuba. Un llanero, exmilitante de la Unión Patriótica, estudiado en Rusia, a quien la Negra –como le decían– poco expuso a la vida pública.
La sorpresiva muerte de la dirigente antioqueña frustró los proyectos de la hacienda e inundó todo de incertidumbre. Aunque no es oficial, en el caserío es un secreto a voces que la suerte de Ari Ari es incierta y, posiblemente, termine en manos de la Justicia, que tendría que dirimir su futuro.
De un lado están los cuatro hijos de Piedad Córdoba, que, seguramente, pedirán su porción de la finca como herencia porque pertenecía a su madre. Del otro, Luis, quien ha trabajado al frente de la organización del predio. “No hemos hablado nada de la finca, no se ha tomado ninguna decisión”, le dijo Natalia Castro a SEMANA. Un tercero sería la Justicia en caso de que confirme si el dinero provino de los supuestos negocios con Álex Saab.
Sostener 144 hectáreas demanda recursos económicos y la exsenadora de izquierda era quien en mayor parte los inyectaba. Las gallinas –la hacienda produce huevos, que se venden en la vereda La Unión, de Puerto Lleras, y el casco urbano de ese municipio–, los marranos, los pavos reales, los caballos –uno de los atractivos de Piedad antes de postrarse en una silla de ruedas– y las vacas brahman y holstein requieren dinero.
Hoy trabajan cinco personas –dos de las cuales están de vacaciones–, pero faltarían otras dos para ponerla a funcionar debidamente, le dijo a SEMANA un lugareño que vive cerca del complejo turístico. Sin Piedad, el escenario cambió. Los proyectos se congelaron, entre ellos la construcción de una piscina que serviría como atractivo. Quedó la excavación y la estructura en cemento.
Las baldosas no alcanzaron a instalarse. Córdoba tiene historia en La Tigrera. En el caserío, donde la ganadería es el primer renglón de la economía, la conocen como la figura más importante que ha habitado la vereda. En el billar, por ejemplo, sintieron su muerte.
Ella, según le narraron a SEMANA varios moradores, frecuentaba las canchas de tejo. Y en medio de sus jugadas pedía aguardiente para los asistentes. Todos, hombres, mujeres y ancianos, clasificaban. Bailaba salsa, pedía música y la complacían. Sus escoltas no la dejaban sola, pero siempre tenían cierta dosis de tranquilidad. En la zona mandaban las Farc, un grupo armado que ella conocía como la palma de su mano.
A la exsenadora la recuerdan por repartir licor y por salir, en más de una oportunidad, pasada de tragos del establecimiento en madera, a orillas de la carretera. También por generar trabajo. En una oportunidad, la sacaron casi alzada de la taberna, recuerda entre risas uno de los pobladores de La Tigrera.
Hace cinco años, cuando construyó la casa y el hotel de la finca agroturística, contrató a más de 20 empleados que trabajaron de sábado a sábado para terminar pronto la obra. Los fines de semana, algunos de ellos salían al expendio de licor. Otros bajaban a comprar bebidas para Piedad. Ella exigía Aguardiente Antioqueño. La terminación del proyecto de la casa principal de Ari Ari, las vías pavimentadas en el interior de la hacienda, el hotel, entre otras obras, fueron por lo alto. Aunque no abrió las puertas del negocio, quiso celebrar.
Piedad, quien acostumbró a sus amigos a sus excéntricas faenas de comida y bebida, trasladó gente de Bogotá, Villavicencio y Puerto Lleras al evento. Fue privado, pero invitó a los trabajadores y a los moradores de La Tigrera y los mezcló con algunas personalidades del país. Una novilla y un cerdo terminaron sacrificados para alimentar a los invitados.
Aun así, en La Tigrera dicen que no ayudó en proyectos para la vereda. Recuerdan, por ejemplo, cuatro lámparas para una improvisada cancha de fútbol al lado de la escuela, pero un rayo quemó tres y los niños quedaron casi a oscuras.
La finca
El escenario principal de la finca Ari Ari está rodeado de placa huella en cemento decorada con piedra de mármol en la mitad. A los lados hay faroles de energía en hilera y jardines decorados minuciosamente.
La casa principal tiene un techo cubierto en madera fina, las puertas cuentan con diseño y los cuadros ornamentales guardan el toque afrocolombiano: figuras de mujeres negras adornadas con colores. Los pisos tienen estilo propio. Los cuartos, cada uno identificado con los nombres de los municipios del Meta, están dotados de aires acondicionados, camas Luis XV, candelabros y lavamanos pintados con figuras del Llano, como coloridas guacamayas.
En los pasillos de las habitaciones hay cuadros en los que reina el amarillo, rojo, verde, azul y negro, según lo confirman las imágenes que en 2020 divulgó a través de sus redes sociales la Alcaldía de Puerto Lleras, que anunció a Ari Ari como uno de los principales atractivos del pueblo cuando ni siquiera tenía sus puertas abiertas. Quisieron promocionar la cabalgata, el senderismo, el avistamiento de aves, el auditorio dotado para conferencias y el ordeño de ganado.
Los amigos más cercanos a Piedad no entienden cómo terminó la Negra en La Tigrera, dedicando gran parte de sus últimos años a la sabana llanera y queriendo impulsar un proyecto agroturístico en una zona donde el turismo no es el principal renglón de la economía. Ella era una mujer de lujos, excentricidades y buena vida.
En efecto, cuando no estaba en su cómodo y elegante apartamento en la avenida 26, en Bogotá, permanecía en su casa en Medellín, a escasos metros de su familia materna.
“Odiaba las fincas, los mosquitos, le gustaba vivir bien. Era una mujer de buena vida, con aire acondicionado. De hecho, estuvo más del 40 por ciento de su vida en un carro blindado, en buenos restaurantes, todo se lo hacían. Ella jamás fue de fincas”, le contó a SEMANA uno de sus más cercanos amigos.
Entonces, ¿por qué terminó Piedad en Puerto Lleras? Las 144 hectáreas, inicialmente un “charrasquero”, como lo describen los moradores, eran de Jorge Velasco, el jefe de una familia de escasos recursos económicos. Y ella terminó comprando la tierra hace 12 años, comentan en La Tigrera.
En la época, la hectárea valía 7 millones de pesos y hoy oscila entre 15 y 20 aproximadamente, es decir, la adquirió por cerca de 1.000 millones de pesos y actualmente vale el doble. El predio lo escogió Luis Pérez Olaya, el novio de Piedad.
Cuando se cerró el negocio, Córdoba apareció en la vereda por primera vez. “Todos nos sorprendimos, no entendimos qué hacía por acá. Era imposible no conocerla”, dijo un morador. Semanas después hizo campaña para la presidencia.
¿De dónde sacó el dinero? Piedad les respondió a algunos de sus conocidos que la compró tras la indemnización recibida luego de su salida del Congreso por la destitución del exprocurador Alejandro Ordóñez. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia rastreaba los bienes porque consideró que podrían, eventualmente, provenir de Álex Saab.
En un documento oficial en poder SEMANA, de autoría de la magistrada Cristina Lombana, quien investigó a Córdoba, y en el que se enumeran los compromisos que asumió Andrés Vásquez, exasesor de la exsenadora, se relaciona Ari Ari. Lo mismo que el predio Cacica Toto, un grupo de cabañas en Córdoba, a orillas de Coveñas. En un video de 2020, divulgado en YouTube, aparecen los cómodos hospedajes a orillas del mar. Curiosamente, como contacto principal está el número telefónico de Natalia Córdoba, la hija de Piedad.
Aunque se desconoce cuál será el futuro de la Finca Agroecológica Ari Ari, se estableció que la relación entre los hijos de la Negra y su expareja sentimental va más allá del vínculo afectivo.
Por ejemplo, Luis Pérez Olaya, Natalia María Castro y Camilo Andrés Castro Córdoba, ambos hijos de la fallecida congresista, son los principales representantes de la Corporación Causa Justa, una entidad sin ánimo de lucro que funciona como sede en el apartamento de la exsenadora en Bogotá, según la dirección que aparece en la página web.
Si de algo está segura la Justicia es de que Piedad escondió con sigilo el origen de su fortuna tanto en Colombia como en el exterior. Ari Ari es apenas la muestra más extravagante de los bienes que alcanzó a poseer.